Antes de la crisis que dejó a su paso el huracán María, residentes de la comunidad Coquí, en Salinas, encaminaron un plan para independizarse del servicio eléctrico a través de la autogestión.

Se trata de Coquí Solar, una idea que inició en el 2014 con el diseño del proyecto y, la capacitación de la juventud que, en su mayoría, llegó al centro comunal entusiasmada con dotar al barrio de placas solares, en un esfuerzo que se extendería a otros sectores pobres.

Según el organizador comunitario Nelson Santos Torres, el plan surgió tras una preocupación general sobre el alza en los costos de la electricidad. Entonces, uno de los vecinos les brindó esperanza pues, había instalado un equipo de placas y baterías en su hogar.

El activista de 76 años relató que, de ahí, la junta se reunió y adoptó esa sugerencia, además de convocar a los jóvenes de la comunidad. Ese día, llegaron cerca 30 personas interesadas en el proyecto.

Según explicó el gestor comunitario Nelson Santos, el plan surgió tras una preocupación general sobre el alza en los costos de la electricidad.
Según explicó el gestor comunitario Nelson Santos, el plan surgió tras una preocupación general sobre el alza en los costos de la electricidad. (Xavier Garcia)

Como parte del adiestramiento, la junta comunitaria invitó a varios talentos de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, entre estos, el doctor Efraín O’neill, Marcel Castro, Cecilio Ortiz y, la socióloga Luisa Seijo, con quienes organizaron varios talleres.

Fue en marzo de 2018 que, el grupo completó la fase inicial del proyecto mediante la instalación de placas solares al centro comunal, con la ayuda de peritos en la materia.

“Actualmente continúan instalando placas a las personas más necesitadas. Empezaron después de María. Hasta ahora, en Coquí (se han instalado placas) a cuatro viviendas. En una casa se instala, pero puede dar el servicio a otras residencias”, aclaró.

Por su parte, la abogada ambiental Ruth “Tata” Santiago, destacó que el proyecto está basado en la solidaridad ya que, además, se colocaron más de 25 placas en la comunidad Jobos de Guayama.

“Hubo un ejercicio de solidaridad, de parte de Coquí Solar. Hay una relación donde ellos van a Guayama -que es la comunidad más cercana de la planta AES- y participan en las instalaciones. Entonces, hay un ejercicio de solidaridad donde los de Guayama también vienen acá”, sostuvo.

Otra vertiente del proyecto es brindar empleo a la juventud para evitar que el barrio se siga despoblando. De hecho, el 70% de sus residentes son adultos mayores.

“Desde que comenzó Coquí Solar, la idea era, precisamente, convertirlo en un proyecto socioproductivo, que no es otra cosa que la misma comunidad va resolviendo los problemas de desempleo y va adiestrando a sus jóvenes en distintas actividades socioeconómicas”, dijo Santos Torres.

“Es socioproductivo porque además que producen, va dirigido a darle servicio a la comunidad. Es un proyecto basado en el concepto de solidaridad, de ayuda mutua y cooperación, entre otros puntos”, agregó el también fundador de la organización Iniciativa de Ecodesarrollo de Bahia de Jobos (Idebajo).

La comunidad también desarrolló un huerto en donde sembraron cilantrillo y cinco clases de lechuga. No obstante, sus esfuerzos se desplomaron con el paso del huracán Fiona en 2022.

“El proyecto empezó a funcionar, a cosechar y se vendían los frutos. La prioridad era la comunidad y luego, lo que no se vendía, se llevaba a otras comunidades. Estamos coordinando un proyecto con Extensión Agrícola para sembrar en tierra en la parte de atrás del centro, a donde hay alrededor de una cuerda y media”, confesó la mujer de 60 años.

A pesar de que el trabajo voluntario de este equipo comunitario ha sido arduo, sus líderes se mantienen firmes en el compromiso de ayudar a su gente. Ismenia, por ejemplo, lleva 15 años impulsando proyectos de solidaridad para el barrio.

La mujer, que es madre de cinco hijos, levantó un centro de acopio con el que aliviaron -durante un año- la situación que pasó la zona, luego del paso del ciclón María, en 2017.

Asimismo, Nelson comenzó en el activismo ambiental comunitario para la década del 70, al unirse a luchas contra proyectos que amenazan la salud de las comunidades y combatir el desempleo.

De esa manera, impulsó proyectos como el periódico Salinas Hoy y, la Escuela Rosada, entre otros, luego de un manifiesto firmado por 43 organizaciones tras el cierre de la Central Aguirre y Salinas Manufactory a finales de los 80; evento que elevó el desempleo en 40%.

“La escuela empezó con una iniciativa de los pescadores, que reconstruyeron la estructura y creamos esa escuela comunitaria. Ahí se daban cursos de alfabetización, examen de equivalencia, de ubicación y cursos ocupacionales desde agricultura, acuacultura, ebanistería, artesanía, cerámica y junto a eso, se crea Arte Sur”, sostuvo el educador.

“Llevamos aquí muchos años trabajando y, el gobierno y los grandes intereses, obstaculizan el trabajo comunitario. A veces, uno siente mucha frustración y piensa que no vale la pena, pero uno tiene que continuar. Nos falta mucho, pero nuestro gran reto es atraer a los jóvenes. Es el gran reto que tienen las organizaciones comunitarias en todo el país”, concluyó.