Aibonito - Casi sin poder respirar, jadeante, el alcalde de este municipio llegó al cuartel de la Policía y estalló en llanto.

“¡¿Qué es esto?!”, exclamó el ejecutivo municipal Willie Alicea, después de salir de su casa en una motora todo terreno, un día después del huracán María.

Alicea no podía creer lo que había visto a su camino hasta el cuartel, único lugar donde había alguna comunicación al exterior, para conocer si su hija en Barranquitas estaba bien y para comunicar la destrucción de su pueblo.

Una mirada a lo que eran montes verdes provoca pensar que cayó una bomba o que un incendio arrasó con todos los árboles. La impresión era igual en el trayecto entre Cayey y Caguas.

A medida que las brigadas comenzaban a abrir camino, comenzaban a conocer la magnitud de la devastación. Aun hoy era imposible tener una idea de la cantidad de casas de madera que desaparecieron o que perdieron sus techos.

Así supieron que un matrimonio de ancianos necesitaba ser rescatado porque un talud se derrumbó y cayó dentro de su casa.

Una vez se complete la apertura de los accesos se sabrá a ciencia cierta si nadie falleció a consecuencia de la tempestad. Todavía hoy al mediodía era muy temprano.

La carretera PR-722 colapsó frente al coliseo, varias oficinas de la Comandancia de la Policía estallaron, la estación de Emergencias Médicas Estatal se inundó, y las autoridades estaban atentas al cementerio privado por temor a los efectos en los terrenos del área.

Más de 100 personas terminaron en el refugio, algunos de ellos que llegaron en medio de la tempestad, como una familia de padre, madre y dos hijos a quienes se les voló el techo de su hogar.

En el refugio, decenas de personas tuvieron que ser trasladadas de sus salones cuando las lluvias fueron demasiado fuertes y el agua comenzó a entrar, por lo que se acomodaron en otros salones más altos y en el comedor escolar, donde tres empleadas hacían lo posible para dar a basto a la cantidad de refugiados.

El personal de manejo de emergencias intentó llegar hasta el refugio en la tarde del miércoles, pero todavía el huracán se sentía sobre el pueblo. Lo lograron casi al anochecer. Los envejecientes eran los que estaban en peor estado y entre sollozos preguntaban noticias de sus casas.

Los vientos de María azotaron sin piedad a Aibonito, que al ser uno de los municipios más altos de Puerto Rico, se le pronosticaron ráfagas de hasta casi 200 millas por hora.

Ante la falta de comunicación, hoy, mucha gente se tiró a la calle en busca de noticias sobre sus conocidos. Algunos caminaron varios kilómetros. Otros, llegaban al cuartel a notificar personalmente situaciones. Mientras estuvimos allí, en menos de media hora, llegaron dos a pie para reportar un incidente de violencia de género, escalamientos y la muerte de dos envejecientes por razones de salud.

“Y cómo llamamos a los fiscales”, comentó uno de los oficiales de turno que hacían lo posible por atender todo lo que sucedía en poco tiempo.

Pese a la incertidumbre, muchas personas sacaron sus machetes y se unieron a brigadas para abrir paso. Fueran caminos vecinales, calles principales y afuera del pueblo, ayudaban sin preguntar.

Sin embargo, la cantidad de gente en la calle preocupaba al alcalde.

“Hay demasiada gente. Tienen que quedarse en sus casas. Están gastando su gasolina y después se van a pelear en las gasolineras… Sabe Dios cuánto tiempo vamos a estar incomunicados”, afirmó.

(alex.figueroa@gfrmedia.com)
(alex.figueroa@gfrmedia.com)