Columna de Alexandra Fuentes: ¡Bingo!
Nuestra gestión con los obsequios de Navidad no puede terminar cuando nuestros hijos rompan el papel de regalo. Ahí comienza lo más importante: el tiempo de compartir.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 12 años.
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La doctora Wanda Smith me invitó a su programa de radio “Salud con Ciencia” junto a mis hijos el día después de la Navidad. Las preguntas sobre los juguetes no se hicieron esperar: ¿Cuál fue el regalo que más les gustó? “¡Bingo!”, contestó de inmediato mi hijo mayor, dejándome con la boca abierta.
Así como escuchó, el tradicional y sencillo juego de Bingo tan popular en las iglesias de comunidad y al que arropábamos con habichuelas secas le pasó el rolo al CD de Mario 3D World de Wii U. Un juguete de última hora que no estuvo incluido en la lista de Santa, pero que me sedujo cuando lo vi en la góndola de la farmacia de la comunidad terminó siendo la sensación del día.
Todo el que llegó a casa cogió su cartón y Adrián fue el encargado de cantar los bolos. “B 9”, decía con emoción al ver que su comando provocaba reacciones en los participantes. Cuando alguien gritaba ¡Bingo!, nos abrazábamos como si hubiera abierto el cofre de los $3,000 de Súper Sábado.
Hay que ponerle drama al asunto. Si los dejamos jugando solos sin darle la atención adecuada, el Bingo, el Connect Four, las briscas y el Monopolio serán condenados al desprecio. Mientras menos participemos, más prominencia tendrá la oferta tecnológica, que no tiene nada de malo, pero necesita complementarse con otros tipos de diversión activa y social para lograr la formación integral que necesitan nuestros hijos. Eso sí, prepárate para jugar todo el día porque una vez los cautivas con el juego son insaciables. No se cansan.
En segundo lugar quedó el juego de las pistas, como Adrián lo bautizó. No tiene que ver con carritos Hot Wheels, sino que fue un invento que jamás pensé que fuera a disfrutar tanto. En vez de Santa dejar los regalos bajo el árbol de Navidad, dejó una nota con varias pistas o claves de lugares en la casa donde podría encontrarlos. Por ejemplo: “Ahí el popcorn me gusta hacer para los niños complacer”. De inmediato salía corriendo para el microondas y en el interior encontraba un regalito, y así cada uno de los regalos. Siempre tratando de que rimaran, como el maestro Yoda de Star Wars nos enseñó. Eso fue otro palo y lo recomiendo. Le gustó tanto a Adrián que en vez de comenzar a usar los juguetes me pidió que los escondiera nuevamente. Me tocó hacerlo más de cinco veces, hasta que se acabaron los escondites.
Esta es otra actividad sencilla que incluye nuestra participación y que será disfrutada al máximo por nuestros hijos.
Nuestra gestión con los obsequios de Navidad no puede terminar cuando nuestros hijos rompan el papel de regalo. Ahí comienza lo más importante: el tiempo de compartir. Un manual de instrucciones es incapaz de substituir el amor que ponen el padre y la madre jugando con su hijo.
Por eso me emocioné tanto al escuchar a mi hijo gritar ¡Bingo! Disfrutó la experiencia de juego como ninguna otra porque fue la que más tiempo pasamos en familia. No fue el Bingo su regalo favorito, sino el tiempo en familia. Lo dijo clarito.