“5-4-3-2-1, ¡FELICIDADES!”, gritamos todos a coro. Era miércoles 11 de diciembre y en el estudio de Telemundo nos tocaba celebrar como si fuera Despedida de Año. Así lo hicimos y la pasamos de maravilla.

Cornetas, chicharras y confeti, mucho brillo y lentejuelas. El merengue de LimiT-21, Grupomanía y La Patrulla 15; la salsa de Andy Montañez y la revelación del año, Barreto y su Plena, quien además bota  fuego por  la boca. Un verdadero fiestón. Siempre me ha llamado la atención que en estas despedidas el del güiro y la tambora se roban el show haciendo muecas para la cámara y esta vez no fue la excepción.

Todo el mundo con su mejor cara tirando pasitos en la pista. Siempre hay invitados desconocidos que llaman la atención bailando y logran los mejores tiros de cámara. Son los responsables de comenzar la coreografía de los pasitos para atrás, frente y lado, doblar la cintura y brinquito, que todos criticamos,  pero terminamos haciendo al final de la fiesta.

 Es inevitable recordar el cuento de un amigo invitado a una grabación televisiva de despedida de año cuando recién terminaba con su novia de toda la vida. Sirvió la ocasión para ahogar sus penas bailando toda la noche con la misma muchacha mientras las cámaras los seguían por toda la pista. Una buena noche para él, dadas las circunstancias, pero que más adelante lamentaría para toda su vida. Resulta que tres semanas después, ya reconciliado, regresó a la casa de su novia a despedir el año en familia.  Como de costumbre, el suegro llamó a todos los presentes a reunirse frente al televisor para el conteo regresivo. Al prender la tele,  ¿quién es el primero que aparece cachete con cachete bailando merengue en la pista? A mi querido amigo se le hizo muy difícil explicar que aquella fiesta había sido grabada tres semanas antes cuando todavía estaban separados.

Siempre me ha gustado ver televisión local el día de Despedida de Año. Comenzando con los recuentos de noticias y terminando con “El brindis del bohemio”.

Sincronizábamos los relojes con los de la TV y a bailar merengue, plena y música de parranda. Se escuchaban algunos petardos que los primos traían, al igual que estrellitas  y bolitas de humo. De vez en cuando llegaba alguien de San Juan con un “cherry bomb” y alguien del barrio con un tubo PVC amarra’o con “tape” que le llamaban “bazooka”. Tampoco podía faltar el invento con el padrino de refresco.  Así, entre cuentos, penas y alegría, despedíamos el año en familia.

Por mal  que nos hayan ido las cosas,  siempre hay algo por qué celebrar. Repase el año mes por mes, tome como aprendizaje las caídas y propóngase cosas buenas para el año que viene. Se valen las resoluciones, bajar unas libritas, dejar el cigarrillo, aguantar el codo, balancear el tiempo para compartir con la familia, entre otras. 

Ya sea frente al televisor, en la acera con los vecinos, en un hotel o donde sea, cuando llegue el momento, encomendémonos a Dios. Sincronicemos los relojes y contemos esperanzados “5-4-3-2-1, ¡FELICIDADES!”