Cinco niñas reían y gritaban mientras correteaban por un pasillo. Otras dos entraron a la oficina y dedicaron más de cinco minutos a contar los peces en la pecera de agua salada, mientras un trío de varones de escuela elemental estaban sentados en el piso, concentrados en un juego de mesa, bajo las carpas colocadas en el patio del Colegio Bautista de Levittown, en Toa Baja.

La institución educativa abrió sus puertas nuevamente a sus estudiantes el miércoles, exactamente una semana después que el huracán María atravesara la isla. Enclavada en una comunidad que fue duramente afectada por el ciclón, fueron los mismos padres de sus estudiantes quienes solicitaron que reiniciaran las clases lo más pronto posible, relató el pastor del colegio,  Danny Cortés.

“Aquí abrimos nuestras puertas para ayudar a la comunidad. A muchos de los padres ya los convocaron a trabajar, tienen que atender situaciones a causa de la emergencia y nosotros decidimos retomar las clases para atender sus necesidades, para ayudar a que el país se normalice”, expresó Cortés. La estructura del colegio toabajeño no sufrió daños ni fue víctima de las inundaciones que se apoderaron de Levittown la noche del fenómeno atmosférico.

Poco a poco, instituciones de educación primaria privadas de la zona metropolitana buscan la manera de reponerse del golpe que supuso el paso del ciclón. Techos dañados y árboles arrancados de raíz son la orden del día para un puñado de colegios entre Toa Baja y San Juan.

Colegio Bautista de Levittown, en Toa Baja
Colegio Bautista de Levittown, en Toa Baja

En el Colegio Adianez, en Guaynabo, María arrancó el techo de siete salones en el segundo piso de la institución y la acumulación de agua dentro de la aulas estropeó pupitres, libros, equipo electrónico y el recién remodelado piso de madera en el salón de baile, detalló la directora Ana Cristina  Sánchez.

El techo de buena parte del cuarto piso del Colegio La Merced, en Hato Rey, terminó regado por el terreno de la institución, una cancha en el segundo nivel aún parece un pequeño lago y el almacén desapareció, sostuvo la directora Cynthia Giovannetti.

El colapso de una línea de transmisión de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) sobre las áreas verdes es la principal preocupación en Baldwin School of Puerto Rico, ubicada en Bayamón, destacó el encargado de seguridad de la institución, Ángel González. Muchos de los enormes árboles que poblaban el patio quedaron en el suelo o sin sus ramas, varias de las canchas  quedaron destrozadas y aún se desconoce cuántas luminarias exteriores sobrevivieron el embate de la tormenta, añadió.

Pero para todos, la meta principal es abrir lo más pronto posible y devolver en alguna medida la normalidad a la vida de sus estudiantes.

“Nosotros podríamos empezar a trabajar mañana, pero sabemos que las condiciones del país no lo permiten. Primero, no me puedo comunicar con todos los padres y tenemos, primero, que saber que existe un nivel de seguridad en las calles, que haya gasolina para que estudiantes y empleados puedan llegar y que le podamos garantizar unos servicios adecuados de alimentación y sanitarios”, expresó el presidente del Colegio Maristas, en Guaynabo, Balbino Juárez, quien esta mañana aún luchaba por conseguir el diésel que necesitan para el generador eléctrico de la escuela.

Desde la semana pasada, brigadas de voluntarios se han presentado a los colegios privados para ayudar a recoger escombros, sacar agua de los salones y, en la medida de lo posible, dejar los espacios como eran antes del huracán María.

Un grupo de estudiantes de escuela superior se encargaban temprano de sacar las ramas y escombros de uno de los patios de juego en Baldwin School. Los maestros y empleados de Adianez enderezaron planchas de metal galvanizado que se doblaron y recogieron desde ventanas hasta las losetas de goma de la cancha que salieron volando. En el Colegio La Merced, los maestros, padres y niños no solo ayudaron a limpiar los destrozos, sino que un grupo de empleados -encabezados por la directora- han optado por pernoctar en la institución para vigilar a los ladrones que van detrás de las planchas de metal que cayeron del techo.

De hecho, esta última institución ya tiene fecha para el reinicio de clases: el jueves, 5 de octubre.

“Vamos a reubicar los estudiantes de escuela superior (que tomaban clases en el cuarto piso). Nuestra intención es moverlos a otros espacios, pero los hermanos de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima (en Hato Rey) pusieron a nuestra disposición la parroquia y los salones parroquiales. Tenemos que empezar lo más pronto posible”, sostuvo Giovannetti.

No obstante, aunque varios de los colegios visitados por este diario necesitan ayudas para corregir los daños que sufrieron, no dudaron en extender una mano a las comunidades aledañas.

El Colegio Bautista de Levittown ya cuenta con agua potable, así que tiene una toma de agua disponible para que se abastezcan los vecinos. En Maristas y Baldwin, los administradores buscan hacer acercamientos con las escuelas públicas cercanas para conocer cómo pueden ayudar a las familias perjudicadas por la tormenta. Mientras la directora de La Merced aseguró que, aunque tiene menos salones útiles, están disponibles para dar espacio a otras instituciones educativas.

“Donde cabe uno, caben dos… o más”, expresó Giovannetti.