Clínicas baloncesto tratan de disipar ráfagas de tiro en Ramos Antonini
Orlando “Guayacán” Santiago y su grupo de trabajo del programa San Juan Basketball ofrecieron hoy una clínica deportiva en el residencial donde el lunes se registró una masacre.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 años.
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El eco de las ráfagas de muerte que el lunes estremecieron el residencial Ernesto Ramos Antonini en Río Piedras desapareció hoy, al menos por unas horas, y en su lugar se escuchó el sonido de balones de basket pegando sobre un tabloncillo de madera.
En un esfuerzo por despejar la mente de los niños y jóvenes que vivieron la tragedia, en la que gatilleros acabaron con las vidas de seis personas en el complejo de vivienda pública, la cancha del Boys and Girls Club del lugar recibió al excanastero del Baloncesto Superior Nacional y de la selección, Orlando “Guayacán” Santiago, y a su grupo de trabajo, con el programa San Juan Basketball para ofrecer una clínica deportiva.
“Para mí significa mucho estar aquí luego de lo que ocurrió el otro día”, dijo Santiago. “Vine por eso mismo, porque aquí hay que traer alegría y enseñarles a estos muchachos que, a través del deporte, es que uno se mantiene activo y socializando”.
“Tenía que venir, porque muchos de los niños que están aquí pudieron verse afectados en aquel momento. Y lo que queremos es que se mantengan activos, en las canchas, haciendo otras cosas y esto es importante para que ellos salgan de la calle”, manifestó Santiago, quien lleva un mes con el programa, financiado con fondos legislativos asignados a la oficina del senador Henry Neumann.
El legislador explicó que su intención inicial era realizar la actividad en la cancha cercana al lugar de la masacre, para enviar un mensaje. No obstante, por razones de seguridad, dijo, decidió mudarla a la cancha del Boys and Girls Club.
“Teníamos que estar aquí. Hay unos jóvenes y niños que están afectados por lo ocurrido, y no es para menos. Y nada como la herramienta del deporte para traerle tranquilidad, distracción y saber que hay otras cosas en la vida”, manifestó Neumann.
“Aquí tenemos muchachos de ventipico de años, la misma edad de algunos de los involucrados en el incidente del lunes. No queremos que siga ocurriendo lo mismo con jóvenes que tienen un gran potencial”, añadió.
Reiteró que la lucha contra el crimen no tiene que ver la cantidad de patrullaje, “con prender biombos o tener más policías”.
“Tiene que ver con prevención. Con tener programación, que en este momento no existe, para tener a niños y jóvenes en canchas y en parques, bien supervisados y con buenos ejemplos a seguir, y no en situaciones en que están expuestos a personas que les usan y que luego les cuesta la vida. Vivo convencido de eso”, agregó Neumann.
Mientras en un canasto los más pequeños practicaban sus tiros junto a integrantes de los Capitalinos de San Juan de la Liga Puertorriqueña, en el otro Santiago le demostraba a los mayorcitos cómo detenerse a realizar un tiro brincado, a aprender a poner el pie derecho al frente, o a decidir frente al canasto la mano con que se va a driblear en una penetración.
El trauma “es inexplicable”.
Muy pocas madres o padres llegaron al complejo situado en el corazón del residencial, y que incluye una escuela chárter para niños de kindergarten hasta segundo grado.
Una de las pocas que quiso expresarse, una madre de tres niños que pidió no ser identificada, dijo que aunque “ya yo he pasado tantas, admito que me da un poco de miedo. Hasta para llevarlos a la escuela uno no sabe ni por dónde coger. Y, realmente, me siento más segura teniéndolos a ellos en mi casa que en la escuela”.
Aunque no lo reflejen en el exterior, la masacre -que dejó una horrible escena con más de 1,500 casquillos de bala recolectados- deja cicatrices profundas en la comunidad y sus integrantes, y eso lo pueden atestiguar los empleados de Vimenti, entidad que administra la escuela del Boys and Girls Club, y que provee servicios integrados para todas las familias.
La directora Bárbara Rivera Batista contó que el martes el centro no abrió y el día se utilizó para estabilizar las emociones del equipo de trabajo, que luego se dedicó a visitar las residencias cercanas, tras lo cual entendieron que el nivel de trauma allí “es inexplicable”.
“Tenemos una batería de recursos de apoyo que estuvieron hoy (ayer) con nosotros. Se hizo una alianza con la Universidad Carlos Albizu y se trajeron sicólogos que estuvieron interviniendo con todos los salones haciendo ejercicio de manejo de emociones, tanto con la facultad como con los niños. Además, se activaron otros servicios como los de ASSMCA, que nos estuvieron ayudado más que nada con cómo manejar el trauma y el duelo posterior de los niños de la comunidad”, sostuvo Rivera Batista, quien agregó que además se trabaja en sesiones con padres.
“Estamos creando un plan de al menos dos semanas seguidas, que haya continuidad. No es solamente una intervención. Queremos hacerlo así y que los casos que veamos más críticos entonces hacerlos de forma individual. Tenemos niños de kínder haciendo cosas increíbles. Niños que te cuentan todo lo que vieron con detalles, y hasta te hacen un dibujo. Borrar eso va a ser difícil”, dijo Rivera.