Todo comenzó por un sueño, uno que compartía con quien era, en aquel tiempo, su novio: el de vivir en tierra nipona.

Con mucho esfuerzo y ahorros, ese deseo se hizo realidad, permitiéndole a la doctora añasqueña Mariangellys Rodríguez Pantoja sembrar raíces en Japón, donde se destacó como científica en el país asiático, sobre todo durante la crisis de salud mundial del COVID-19.

“Fue fantástico. De verdad, una experiencia transformadora de nuestra vida, nos acoplamos a todo, aprendimos el idioma a cómo vivir”, explicó la científica en entrevista con Primera Hora.

Hoy día, Rodríguez Pantoja es directora asociada del Fideicomiso de Salud Pública de Puerto Rico. Es en esa posición que busca compartir el conocimiento que adquirió, como los avances del sistema médico, telemedicina y manejo de pacientes, y “enlazar a Puerto Rico al mundo”.

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Su labor va dirigida a, también, reconocer que las precariedades de la salud en Puerto Rico, desde la fuga de talentos hasta el aumento de la población envejeciente, es “sistemática”, pues influyen todos los factores de la sociedad en la salud.

Su trabajo en Japón

En Japón, donde oficialmente se mudó en el 2019 tras trabajar como asesora científica en el Departamento de Defensa en Washington D.C., fue asesora en la embajada de Estados Unidos en Tokio.

Durante ese mismo año, organizó y colaboró para el ministerio de salud japonés durante la Cumbre del G20.

“Trabajar como ese enlace de gobierno a gobierno, de gobierno de Estados Unidos al gobierno de Japón, y también otros gobiernos, como por ejemplo el gobierno de Corea del Sur donde tienes estas tensiones políticas, ciencia se vuelve ese lenguaje común y comúnmente aceptado entre países donde aún la tensión política existe. Eso de recibir delegados de Estados Unidos y Japón y mediar esas conversaciones y coordinar y ser partícipe del G20 Summit, estar allí presenciar y estar en esas reuniones bien cerradas donde tienes cinco a seis personas (que son) potencias mundiales, organizaciones mundiales y tener esas conversaciones de cuáles son los problemas más grandes y cómo los vamos a resolver en conjunto, eso para mí fue extraordinario”, rememoró la doctora.

En Japón, organizó y colaboró para el ministerio de salud japonés durante la Cumbre del G20 en el 2019.
En Japón, organizó y colaboró para el ministerio de salud japonés durante la Cumbre del G20 en el 2019. (Suministrada)

Claro está, su tiempo en Japón coincidió con la llegada del COVID-19, presentándole nuevos retos a su carrera. Uno significante fue cuando un crucero, que transportaba a varios ciudadanos estadounidenses, se quedó varado en Yokohama por un brote del virus.

“Era toda la logística política y técnica de cómo tú extraes a esos ‘US citizens’, los devuelves a Estados Unidos, cómo tú manejas sus medicamentos, porque ellos no empacaron para quedarse varados y en cuarentena. Así que, fue un momento bien tenso y bien importante. Para extraerlos, había aviones particulares. Todo ese protocolo fue bien interesante”, narró.

Luego, también trabajó como gerente sénior de productos de la región Asia Pacífico (APAC) de Boston Scientific. Teniendo experiencia en este campo por su trabajo en Estados Unidos, el adentrarse en el mismo campo en Japón “fue bien interesante e importante para mí, porque ahí tenía un rol regional”.

“Físicamente, mi oficina estaba en Japón, pero yo servía a 18 países en Asia Pacífico manejando productos diferentes dentro del contexto de cáncer”, recordó. “Poder tener esa amplitud en toda Asia Pacífico, conocer de todos los países, de su fortaleza en término de tratamientos a pacientes y poderles apoyar…fue bien importante en términos de mi carrera”, agregó.

¿Qué la llevó a tierra nipona?

Antes de compartir la meta con su esposo de vivir en Japón, el primer hito en la vida profesional de Rodríguez Pantoja fue dedicarse al campo de las ciencias.

Describiéndose como una niña “curiosa, con un deseo insaciable de aprender y explorar”, fue alumna del Centro Residencial de Oportunidades Educativas de Mayagüez (CROEM), lugar donde descubrió su amor por la química.

“Siempre he sido bien estofona”, dijo riendo. “Me gusta leer, desde chiquita leía mucho, entonces cuando me tocó decidir para la universidad qué estudiar, me fui por esa parte de la química, que era la más que me apasionaba”, puntualizó al agregar que su decisión también fue basada en que consideró una carrera que le garantizaría una vida financieramente estable.

La doctora también trabajó en el Departamento de Defensa de los Estados Unidos.
La doctora también trabajó en el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. (Suministrada)

“Sí también tenía otros interesas. Me interesaba también la psicología, pero a modo práctico, yo quería algo que financieramente pudiera sostenerme una vez graduada. Yo vengo de una familia relativamente humilde en términos económicos, así que siempre tenía que pensar en el aspecto práctico. No podía tener un trabajo que termine o con deudas o que no me pueda ser autosuficiente económicamente”, añadió.

Así, se matriculó en el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en el 2003 donde adquirió, en el 2007, su bachillerato en química. Durante ese tiempo, su pareja y su ahora esposo, el ingeniero de computadoras Fernando E. Torre González, visitaron a Japón por primera vez como estudiantes.

“Cuando yo estaba todavía en el Colegio de Mayagüez, mi esposo, que en ese entonces éramos novios, él tenía mucho interés en la cultura japonesa en general y, entonces, habíamos buscado información para hacer un intercambio, pero eso no era posible por la logística de los semestres allá y acá son diferentes, así que, en lugar de eso, hicimos un intercambio de dos semanas, conde cada uno de nosotros se quedó con una familia japonesa en Japón, tomábamos clases de japonés en las mañanas, y en las tardes y las noches, etcétera, y los fines de semana estábamos conviviendo con esa familia japonesa. Para nosotros, eso fue una experiencia bien transformadora. Era un universo bien diferente, cómo hacían la comida, la cultura, y el idioma”, recontó.

Rápidamente tras su graduación, viajó con Torre González a la Universidad de Minnesota, en Minneapolis, para conseguir su doctorado en filosofía (Ph.D.) en microbiología, inmunología y biología del Cáncer (MICaB). Allí, se involucraron en iniciativas comunitarias para conectar con culturas, como el “Japanese Student Connections”, un grupo de apoyo a estudiantes y profesionales de intercambio entre Minnesota y Japón.

“A través de esa experiencia de voluntariados, nosotros creamos amistades y conexiones que las mantuvimos aun cuando se regresaban a Japón. Así que, cuando regresábamos a Japón, ya teníamos gente que conocíamos. O sea, no íbamos 100% en blanco, sino que teníamos gente nativa japonesa que había regresado a su país con las cuales podíamos reconectar”, expresó.

Además, Rodriguez Pantoja y Torre González se propusieron a ahorrar y vivir “apretaditos” para viajar a algún país cada dos años, incluyendo visitas a Japón.

“(El viaje a Japón como universitarios) nos marcó tanto que dijimos ‘algún día, soñaríamos, nos encantaría poder vivir en Japón más tiempo, no solamente de visita’”, reiteró.

La finalización de su doctorado coincidió con el periodo de recuperación de la recesión en Puerto Rico, por lo que tuvo que mirar hacia los Estados Unidos para comenzar a trabajar. Allí, aceptó una posición en Beckman Coulter Inc., compañía que hace instrumentos biomédicos de laboratorio, en Minnesota y California. Se unió al Programa de Liderazgo en Ciencias e Ingeniería donde contribuyó a la investigación y desarrollo y a viajar por países de América Latina, desde México a El Salvador, para educar acerca de temas de salud.

No fue hasta el 2018 que Torre González recibió una oferta de trabajo en el país que soñaban vivir: Japón. Aunque se mudó con él, Rodríguez Pantoja tuvo que regresar a Estados Unidos, porque recibió en el Departamento de Defensa.

“(Fue un) contrato a término fijo. No quería dejar pasar una oportunidad tan especial, tan única, así que regresé a Estados Unidos, trabajé con ellos, pero siempre fui bien clara que mi meta era regresar a Japón con mi esposo. Así que, busqué una oportunidad, hice ‘networking’ dentro del gobierno y busqué una oportunidad donde se necesitaban asesores científicos para trabajar en la embajada de Tokio”, detalló.

Como “mujer y de color”, admitió que fue retante conseguir empleo en Japón, sobre todo porque la fecha de su llegada fue poco antes de las imposiciones sociales del coronavirus.

Eliana, Camila y el regreso a la Isla

Los japoneses son extremadamente confiables, aseguró Rodríguez Pantoja. Cumplen son su palabra y los distingue su compromiso. Son, también, excesivamente limpios, exigiendo el reciclaje y hasta el lavar envases antes de arrojarlos en los contenedores.

Empero, pese a su gran amor por Japón y su gente, confesó que le hizo falta el concepto de “una red cercana, el concepto de pueblo unido”. Es decir, esa hermandad continua que se vive en Puerto Rico.

“Somos una cultura donde nuestra personalidad, a nivel cultural, es cálida. Ese concepto de dónde come uno, comen dos, comen tres, comen cuatro, mis puertas están abiertas, o ¿qué necesitas? Deja darte la mano. Esa parte compasiva, esa parte cálida la extrañaba mucho", indicó al reiterar que, culturalmente, los japoneses suelen ser tan respetuosos que puede significar no invadir espacios personales de otros, lo que se refleja como el no abrazar a otros y no compartir intimidades de vidas personales.

Mariangellys Rodríguez Pantoja, su esposo Fernando Torre González y su hija Eliana Enid frente a los árboles de flores de cerezos, en Japón.
Mariangellys Rodríguez Pantoja, su esposo Fernando Torre González y su hija Eliana Enid frente a los árboles de flores de cerezos, en Japón. (Suministrada)

“En el interés de ser respetuoso y considerado, lo cual amo y adoro de Japón, pues va a un extremo donde no se refleja esa parte cálida de la cultura puertorriqueña. En Puerto Rico, tú estás en la fila de un banco o un supermercado y cualquier a comienza a hablar contigo así porque sí., como no, por qué no, mientras que en Japón nadie te iba a hablar”, rememoró entre carcajadas.

Sin restarle su profundo amor por Japón, Rodríguez Pantoja y Torre González sabían que su estadía tendría fecha de expiración cuando nació Eliana Enid en el verano de 2020.

Precisamente, la calidez de la cultura puertorriqueña y su efecto en la crianza de su hija fue algo que consideraron antes de regresar a la Isla.

“Según florecía su personalidad, ella era claramente puertorriqueña, sea por genética, aprendida o ambas, ella estaba resaltando su lado de la personalidad de ser alegre, de ser viva”, dijo al resaltar que les preocupaba si encajaría bien una vez ingresara en la escuela, lugar donde suele ser bastante estricto.

Sin embargo, no fue hasta que Rodríguez Pantoja quedó embarazada en el 2023 de Camila Mei que la decisión por regresar a Puerto Rico se concretizó. Esto ya que también se les informó que la posición de Rodríguez Pantoja posiblemente iba a ser transferida a otro país.

“Me habían dado el ‘hint’ de que eso posiblemente era lo que iba a estar pasando…(además), yo le dije a mi esposo ‘si yo quedo embarazada yo deseo parir en Puerto Rico, aunque sea que voy y vuelvo a Japón. Pero, yo deseo parir en Puerto Rico, porque la experiencia de parir en Japón fue de muy alta calidad, pero la parte del idioma se me hizo bien difícil’. Cuando uno está en proceso de parto, a uno se les olvida todos los idiomas”, aseveró.

Con la noticia del embarazo, regresaron a Aguadilla en noviembre de 2023.

“Fuera de parir acá, nosotros no sabíamos qué eso significaba, porque no habíamos conseguido trabajo en Puerto Rico. Nos mudamos en lo que paría y, después, averiguar qué hacemos. Seis meses después, mi esposo logra conseguir trabajo. Nos mudamos con toda la ambigüedad del mundo”, manifestó al resaltar que le tomó a ella ocho meses encontrar trabajo en la Isla.

A todo esto, Eliana vive enamorada de Japón. Está clara de que es el país donde nació, aclarándoselo a todos. Su primer idioma era japonés, sobre todo por cuanto compartió con maestras y amiguitos en el cuido.

Por ahora, la familia se quedará en Puerto Rico, pero ¿qué dictaría el futuro? Eso sí es incierto.

“Somos aventureros, después de todo”, adelantó Rodríguez Pantoja.

Otros 40 países

Tras su primer viaje internacional a Japón como estudiante en el 2006 y al incursionar a la escuela graduada en el 2007, Rodríguez Pantoja y Torre González se propusieron a viajar cada dos años.

“Hemos recorrido bastante. Inclusive, ahora hace dos semanas regresamos de un viaje donde recorrimos Chile y Argentina”, especificó.

Por ende, durante los pasados 18 años, han abordado cruceros que terminaban en Canadá y los países del norte de Europa, como Noruega, Alemania, Rusia, Estonia y Suecia.

También, mientras trabajaba en Beckman Coulter Inc., viajó a varios lugares de Centroamérica, como El Salvador, Colombia y Costa Rica.

La científica ahora es directora asociada del Fideicomiso de Salud Pública de Puerto Rico.
La científica ahora es directora asociada del Fideicomiso de Salud Pública de Puerto Rico. (Suministrada)

También aprovecharon varias oportunidades de la vida para continuar viajando, como la boda de sus amistades en India y la beca que recibió Torre González para hacer investigaciones en China.

Ya viviendo en Japón, visitaron sus 47 prefecturas, así como países del océano pacífico: Indonesia, Singapur, Tailandia, Taiwán, Australia, Nueva Zelanda.

“Lo que nosotros hacemos es que, cuando viajamos a un país, tratamos de aprender de antemano su historia y su cultura. Por ejemplo, cuando fuimos a Europa nos leímos un libro como de 500 páginas de la historia de Europa”, recontó entre risas.

“Lo usamos como una experiencia de aprendizaje. De verdad cuando viajamos, no lo damos por sentado, porque de verdad que nos cuesta sacrificio ahorrar, así que lo vemos como una experiencia enriquecedora para aprender, para aprender de qué hacen, cómo lo hacen, y valorar esas cosas. Entonces, cada país nos ha enseñado unas cosas diferentes”, continuó.

Aunque aseguró que de “cada país nos enseña una lección importante”, de India resaltó la bienvenida que le brindó la familia de sus amistades, mientras que de Tailandia se llevó la dulzura y amabilidad de su gente, así de cómo “celebran” la “ricura de sus vegetales y frutas”. De América del Norte, destacó los avances tecnológicos en comparación con el resto del mundo.

“Japón tiene un ladito especial en mi corazón, porque viví allí, pero hay…tanto para aprender”, afirmó.