Como luchador, José Aníbal “Chicky Starr” Laureano solía decir una frase: “De mi manga sale cualquier cosa”.

Era un tipo de amenaza a sus contrarios para que estuvieran alertas porque, en cualquier momento, bregaría Chicky Starr.

Pues el conocido “cerebro maquiavélico de la lucha libre” volvió a hacer una de las suyas.

Esta vez traicionó el bando de los azules y se alió al ejército de los coloraos en el cuadrilátero político.

Y el que no siga la lucha libre no entiende lo que hizo Chicky Starr porque esa es su naturaleza. Educado en justicia criminal, pero “criminal” con la justicia, Chicky Starr pasó de ser un simple luchador a ser considerado uno de los mejores de su generación con sus habilidades en el micrófono y su calculada frialdad a la hora de planificar su próximo paso.

¿Quién olvida cuando a mediados de los años 80 y mientras gozaba del aplauso del público, traicionó a quien llamaba su mentor, el legendario Invader 1? ¿Y más adelante, cuando engañó a una de las parejas favoritas de la afición, los Rock & Rolls RPMs y les hizo creer que les haría un homenaje para, junto a su “primo” Ron Starr le rompieron en la frente el marco de cristal de una foto en medio del cuadrilátero?

Y así, en muchas ocasiones durante su carrera, pasó de bueno a malo, de héroe a antihéroe y viceversa.

Pero no se confundan. Chicky Starr tiene su gente que lo sigue a todas partes. Se hacen llamar “los Chickystarrianos”, miembros de la “religión Chickystarriana”, que ven a su mentor como el dios absoluto de la lucha libre. Nadie quita que esa “secta luchística” lo acompañe también en su nuevo aposento rojo.

Así las cosas, Chicky Starr vuelve a ser estelarista en una cartelera. Traicionó a Luis Fortuño, Thomas Rivera Schatz y Jorge Santini para hacer pareja con Alejandro García Padilla, Eduardo Bhatia y Carmen Yulín Cruz en un relevo australiano.

Para los penepés, bregó Chicky Starr. Para los populares, una vez más, “de su manga salió cualquier cosa”.