Hace algún tiempo, cuando era apenas una niña de 12 años, Tania Pérez acaparó la atención de muchas personas en Puerto Rico mientras esperaba, ansiosamente y con mucha fe, por un corazón que pudiera salvar su vida.

Este jueves, Tania, ahora ya una mujer de 28 años, tuvo una vez más la oportunidad de agradecer con su contagiosa sonrisa e inagotable entusiasmo a todo el personal médico, enfermeros y empleados del Centro Cardiovascular de Puerto Rico y el Caribe Dr. Ramón M. Suárez Calderón, así como a “todas esas personas que conocimos en esos 89 días que estuve en intensivo”. Sus palabras trasmitían esperanza a pacientes y familias que se dieron cita en el lobby del hospital para celebrar el 25 aniversario del Programa de Trasplante de Corazón.

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Su historia, que los medios -y en particular Primera Hora-, se encargaron de contar al País en busca de crear consciencia, según se reconoció y agradeció durante la ceremonia oficial de conmemoración del aniversario, es una de las decenas de historias similares de personas que han sido recipientes de un trasplante de corazón.

Tania Pérez compartió sus historia con los presentes.
Tania Pérez compartió sus historia con los presentes. (Suministrada)

Tania recordó que llegó a estar al borde de la muerte, con un sombrío diagnóstico que le daba apenas horas de vida mientras se prolongaba su hospitalización.

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No sabíamos cómo esto iba a terminar. Pero si hay algo a lo que me aferré durante ese proceso, fue en tener fe en Dios, de que Él iba obrar en mi vida como Él quisiera, sea con la ciencia, sea sanándome Él, sea como Él quisiera. Y hoy estoy consciente que la ciencia es un regalo de Él, los puso a todos ustedes, todo el personal médico, para que ahora mismo les pueda contar todo lo que he podido hacer durante estos 16 años de trasplante. He podido vivir, hacer cosas que… mis padres dicen, ‘Dios mío, Tania está metida aquí en un río’… me pierdo en la vida… porque estoy viviéndola”, aseguró la joven, agregando que “me he hecho responsable de cuidar mi nuevo órgano y respetar a la familia de mi donante y honrarlos con cuidar mi vida”.

De hecho, aunque no es algo siempre ocurre en los casos de trasplante, ella sí está en contacto con la familia del joven que fue su donante, a quienes considera como su propia familia. Recordó que los conoció al año de recibir su nuevo corazón, un 25 de diciembre.

Conocí a su papá, a sus hermanos. Su mamá me abrazó, se quedó escuchando mi pecho, llorando, porque estaba escuchando el corazón de su hijo, que yo tenía 12 y él tenía 16. Fue un encuentro bien especial”, contó Tania, agregando que se mantienen en comunicación.

“Ella (la mamá del donante) me dice que soy su princesa. Ella es mi madre, y ha sido una experiencia bien bonita, ser bendecida de conocer a la familia de mi donante”, agregó.

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De hecho, recordó que su nuevo corazón ni siquiera necesitó el pequeño impulso eléctrico que suele darse para que empiece a funcionar, sino que “comenzó a latir solo, como si fuese carne de mi carne”. Y no fue la única curiosidad de su trasplante, pues apenas despertó, comenzó a pedir jugo de acerola, que las enfermeras salieron a buscar y se lo dieron por una jeringuilla, porque estaba entubada.

“Y yo nunca había sido de beber jugo de acerola. Y cuando al año conocemos a la familia de mi donante, la mamá nos dice que el jugo favorito de mi donante era el jugo de acerola, y que fue una de las últimas cosas que tomó antes de fallecer”.

“Son detalles que… yo lo que puedo pensar es que Dios puso las conexiones, que todo ha sido un milagro de parte de Dios, que hay un propósito”, sostuvo.

Tania, además, no oculta la extensa cicatriz que atraviesa su pecho y hasta, si es el caso, la usa para crear conciencia y llevar motivación y esperanza. Explica que, si bien por los primeros años luego del trasplante no le gustaba que se viera y solía cubrirla, a sus 18 años, “empecé a encontrarle sentido a lo que yo había vivido. Y como a los 19 me puse por primera vez un traje de baño”.

“Y es parte de mi historia. Ahora mismo hay niñas, que he ido a hospitales, porque hay niñas que están en eso, o tienen ya una cicatriz, y me han hecho esa pregunta. Y para eso estoy yo, porque hay que vivirlo para tú poder hablar de eso”, comentó sobre su marca, la que lleva con orgullo.

No menos agradecido se expresó Héctor Cruz Ortiz, un agente de la Policía de Puerto Rico, que muy bien podría considerarse un hombre de tres corazones, pues en su caso ha recibido dos trasplantes.

El primero, recordó, fue en el 2006, pero tuvo complicaciones con una vena, y recibió el segundo trasplante en 2012.

“Y hasta el día de hoy, todo bien”, afirmó. “Nunca he dejado de trabajar. Nada más cuando estuve en el hospital. Sigo haciendo mi vida normal. He podido llevar mi vida normal, mi familia, mi trabajo, mis ejercicios. Me gusta jugar pelota, me gusta el deporte, hacer ejercicios en el gimnasio, caminar. Me siento bien”, expresó.

El policía Héctor Cruz Ortiz muy bien podría considerarse un hombre de tres corazones, pues en su caso ha recibido dos trasplantes.
El policía Héctor Cruz Ortiz muy bien podría considerarse un hombre de tres corazones, pues en su caso ha recibido dos trasplantes. (Suministrada)

Tania y Héctor esperan que sus historias puedan servir de inspiración y esperanza para aquellas personas que han recibido un diagnóstico negativo o que aguardan por un trasplante.

“Tengan paciencia. Yo pasé por un momento muy difícil, mi familia sufrió mucho, yo sufrí mucho. Pero la fe… estuve aquí alrededor de 30 días, hasta que me llegó el trasplante. Y vale la pena. De un principio me dieron 10 días de vida, ese fue el primer diagnóstico. Y ya tenemos 18 años. Pues, la voluntad de Dios, los médicos, y el cuido”, sostuvo Héctor.

“Tengan mucha fe, porque eso les va a extender la vida. Que me vean a mí, hoy día hago de todo, viajo, hago hiking, hago playa, corro, hago de todo. Yo tengo un motor nuevo, como cuando tú le cambias el motor a un carro, y hay que usarlo. Que se vean así, hay que ser positivo, aunque tú estés muriéndote, tienes que estar positivo”, recomendó Tania.

Cada latido cuenta

Durante la conmemoración, también se celebró la labor del personal del hospital y los doctores que han hecho posible el Programa de Trasplante de Corazón, que durante estos 25 años ha logrado hacer 179 intervenciones, 10 de ellas pediátricas.

El doctor Iván González Cancel, cirujano cardiovascular y de trasplantes, y director del Programa, que se ha ganado el apodo de “Dr. Corazón”, fue uno de los que tomó la palabra para repasar los logros y aseguró que ha sido posible gracias a contar con un equipo de trabajo extraordinario.

Yo creo tengo que estar agradecido al equipo de excelencia que me rodea. Yo creo que esa, de verdad, la clave del éxito, rodéate de gente que sean mejores que tú, y que, por cierto, te diga la verdad cuando no lo estés haciendo bien”, comentó González Cancel.

El galeno aprovechó para hacer reiterados llamados a promover “educación y salud” para que Puerto Rico vuelva a vivir un periodo de esperanza, como cree que se vivió para la época que le permitió a él estudiar y poder convertirse en un especialista médico.

“Yo creo que, si la persona tiene la bendición de estar saludable y tiene educación, tú puedes lograr grandes cosas en la vida”, afirmó el especialista, quien fue reconocido junto a los doctores Héctor Banchs Pieretti, Cid Quintana, Rafael Calderón, Héctor Banchs Viñas, Gisela Puig y Juan Nieves, así como los muchos otros especialistas, coordinadores de trasplante, equipo de Lifelink de Puerto Rico, y demás personas que hacen posible la operación del Programa.

Con la mira en un programa de “corazón artificial”

Actualmente, el Programa está trabajando en traer al Centro Cardiovascular un sistema de asistencia ventricular, o lo que se conoce popularmente como corazón mecánico, de manera que se pueda ofrecer más posibilidades de sobrevivir a los pacientes mientras esperan por un trasplante, o como su tratamiento a largo plazo o incluso de por vida.

Según explicaron los doctores González Cancel y Calderón, así como el licenciado Javier Marrero, director ejecutivo del Centro Cardiovascular, para poder poner en efecto lo que sería el programa de asistencia ventricular, necesitan “un equipo más robusto de especialistas”, pues se trata de un procedimiento que exige un complejo seguimiento y mantenimiento del paciente.

“No me atrevería a dar una fecha como tal, pero ya hemos iniciado esas conversaciones con el equipo de trabajo, porque envuelve no solamente el compromiso, que siempre lo hemos tenido, de los cirujanos y los cardiólogos, sino de un equipo grande, y el familiar”, explicó Marrero.

Agregó que, “en estos programas de asistencia ventricular, la parte familiar es indispensable, porque el paciente tiene una bomba mecánica dentro de su pecho, sus condiciones de vivienda tienen que estar adaptadas a eso. Si se va a luz, al paciente le puede fallar la batería, entonces va a llegar al hospital. Si se le coagula la sangre al paciente, no lleva la coagulación correspondiente, pues cae en el hospital”.

“Es algo que estamos trabajándolo, pero vamos a empezar paso a paso, dándole primero unas oportunidades de por lo menos que los médicos tengan una asistencia mecánica en lo que puedan tratar al paciente si llega descompensado, y si hay que trasladarlo a Estados Unidos, para después movernos a un programa completo de asistencia mecánica”, agregó el directivo.

El doctor González Cancel lamentó que, aunque esa tecnología médica existe, en estos momentos, “para una persona que necesita un sistema de asistencia ventricular, que es inminente que necesita eso, lamentablemente en Puerto Rico tiene dos caminos, o lo montamos en un avión y lo mandamos a Estados Unidos, o se muere. Suena feo, pero esa es la realidad”.

Acotó, sin embargo, que “dadas nuestras obligaciones éticas, por eso estamos envueltos todos en traer esa tecnología”.

Explicó que dicho programa requiere “una serie de recursos económicos y en términos de personal”, pero reiteró que “lo vemos como parte de nuestra responsabilidad” y por eso “todo el mundo se enterará en su momento”.

“Pero estos son sistemas que usted tiene que pensar hasta en la viabilidad y resiliencia de nuestro sistema eléctrico, porque yo le pongo un corazón artificial al paciente y viene un huracán y no tiene donde conectarse, pues tenemos un serio problema. O sea, hasta esos elementos hay que ponerlos en la ecuación cuando uno va a hacer este tipo de proyecto”, agregó. “Pero… estén atentos”.