Carolina ha desarrollado un sistema de manejo de desperdicios sólidos tan eficiente, que la directora de la Agencia federal de Protección Ambiental (EPA, en inglés), Carmen Guerrero, lo describió como el mejor de Puerto Rico.

El eje de su estrategia gira en torno al Sistema de Relleno Sanitario (SRS), el cual opera bajo altos estándares.

Se le llama SRS y no vertedero, ya que cumple con los requisitos expuestos por la EPA para proteger el ambiente de contaminación.

Sin embargo, ese cumplimiento conlleva la imposición de altos precios. Por tal razón, Guerrero no titubeó en exponer que, comparado con aquellos que no siguen las regulaciones federales de protección ambiental, Carolina opera bajo una “competencia desleal”.

Relacionadas

Los que no cumplen, cobran bien poquito y no están implementando mejores prácticas de manejo que beneficien a las comunidades aledañas y al medio ambiente, así que terminan siendo una carga para el pueblo de Puerto Rico”, demarcó Guerrero.

La diferencia es drástica. Por ejemplo, Carolina cobra $100 por cada tonelada que allí se deposite, mientras los que están en incumplimiento ambiental tienen tarifas entre $25 a $30 la tonelada.

Deborah Rivera, gerente ambiental del municipio.
Deborah Rivera, gerente ambiental del municipio. (Vanessa Serra Díaz)

“Yo diría que uno de los problemas principales que tienen los vertederos es cómo manejan los lixiviados, cómo manejan esa sopa de material, de líquido que se descompone. En la manera que podemos sacar lo orgánico, lo que se descompone, el material vegetativo, estás eliminando uno de los problemas mayores en el manejo de vertederos. Por eso, Carolina es tan exitoso. Porque, entonces, puedes segregar los materiales. Tienes materiales limpios. Los que tienen mercado de reciclaje, se reciclan. Sacan un ingreso. Yo no te diría que hacen unas ganancias exorbitantes. Pero, al menos, están, como dicen, ‘breaking even’ en la operación. Nivelan los gastos de tener una operación de reciclaje. Pero, resulta en un beneficio en el manejo de su SRS, porque no tienen lixiviado o lo que tienen es muy poco del material que termina depositándose (como basura), que entonces ellos lo comprimen, lo compactan en unos cuadrados, que entonces se va poniendo de una forma bien organizada a través de todo el vertedero. La operación de ellos, en realidad, es maravillosa”, resumió Guerrero.

Todas las montañas que se han utilizado para depositar basura cubiertas de pasto, jardines, zonas libres de moscas y ausencia de malos olores fue lo que se experimentó cuando Primera Hora visitó el SRS carolinense para conocer del proyecto, nombrado Carolina Bella. Contrastó con lo observado en el vertedero de Arecibo que, principalmente, eran montañas y caminos de un material arcilloso, sin pastos o algún otro material que cubriera la tierra y evitara el polvo fugitivo del que se queja la comunidad.

En Carolina, ni siquiera las charcas en las que se recogen las aguas de lluvia apestaban. Tampoco resultaba desagradable estar en la zona en la que toda la basura doméstica se acumula para ser revisada bolsa por bolsa, en un intento de rescatar material reciclable.

Deborah Rivera, una exempleada de la desaparecida Administración de Desperdicios Sólidos (ADS), es la gerente ambiental de Carolina y quien está a cargo del proyecto Carolina Bella.

Según describió, la gente se sorprende cuando visita el SRS.

Aquí no tenemos vectores, no hay olores. Todo lo manejamos de una forma efectiva. Nos gusta que estén bonitas las instalaciones, que no porque sea un relleno sanitario es un lugar tétrico”, resumió, al mostrar los jardines que han creado.

Según afirmó, este SRS es mucho más que un depositario de basura, pues ejecutan una serie de estrategias para proteger el ambiente y extender los años de uso de las 216 cuerdas que ocupan.

Para entrar al SRS se recorre un largo camino. Solo se observó en la zona unos corrales de animales y una cabra suelta.

Al fondo del camino hay un control de seguridad. Desde allí se observan las dos básculas en las que tienen que detener los camiones. Desde un segundo piso, los empleados pueden observar qué tipo de material se iría a disponer. También se hace un registro del peso del mismo, del camión que lo transporta y de dónde proviene, entre otras cosas.

“El material tiene que venir segregado, (por ejemplo, en escombro, basura residencial, material reciclable o vegetativo). Si no está segregado, no se acepta”, precisó Rivera.

Toda la basura doméstica y el material del reciclaje va hacia la Planta de Reciclaje y Embalaje. Esto representa que de las 8,000 toneladas de basura que reciben mensualmente, principalmente producida por las 48,212 residencias de Carolina a las que sirven, unas 4,200 toneladas van a ser revisadas en un intento de rescatar material reciclable. De estas, se recuperan alrededor de 1,200 toneladas mensuales.

Primera Hora observó cómo allí los empleados verifican y segrega todo el material reciclable, en cartón, papel de periódicos, latas de refresco o plásticos. Mientras, en el área de la basura doméstica se abren todas las bolsas para verificar qué puede ser recuperado.

Rivera dijo que estos empleados son unos “héroes”, porque no todo el mundo se presta para revisar la basura.

Una vez se segregue todo, se introduce en una maquinaria que compacta el material en una especie de cubo y la asegura con amarres de metal. Este proceso se le conoce como embalaje.

Lo que resulta ser material reciclable se acumula en una zona cercana para ser vendido. Rivera comentó que este material se exporta al mercado con el mejor precio, ya que en la Isla no hay plantas recicladoras.

Los embalajes de basura doméstica, entretanto, se llevan a la celda disponible para ser enterrada de manera ordenada y en una zona preparada bajo el cumplimiento de las leyes federal. Por ejemplo, cuenta con las mallas geosintéticas (‘liners’) para evitar que el lixiviado impacte el subsuelo y con tecnología para capturar este lixiviado y el gas metano para ser procesados de manera que no contaminen el ambiente.

Rivera explicó que el lixiviado se acumula en un tanque de gran capacidad y se traslada a la planta de tratamiento de aguas usadas en Puerto Nuevo. Mientras, el gas metano se recoge por zonas, en las que hay unos 45 pozos, y llega hasta el área donde se quema y se convierte en dióxido de carbono (CO2). El proceso fue descrito por el empleado a cargo del sistema, Arturo Tellado, como uno similar al que ocurre en un auto con la gasolina y el cual también sale por el carburador como dióxido de carbono.

En la actualidad, este bióxido de carbono sale hacia el aire. Pero, se augura que próximamente cambie su uso para generar electricidad.

“Ahora mismo estamos nosotros haciendo pruebas para poder energizar la planta de reciclaje y otras áreas pequeñas”, adelantó la gerente ambiental.

Allí en el SRS también hay una zona en la que se acumulan vehículos inutilizables para ser vendidos para reciclaje de metales ferrosos, al igual que las coberturas de las neveras, estufas y otros electrodomésticos.

En todo lo que se vende al reciclaje, que incluye lo que les llevan los municipios de Bayamón, San Juan, Canóvanas y Luquillo, el municipio genera unos $200,000 anuales. Además, generan entre $10,000 a $88,000 trimestrales con el reciclaje de textiles que se acumula en los contenedores ubicados por la ciudad, detalló Rivera.

También hay una zona para depositar escombros y un área para procesar el material vegetativo que hasta allí llega, principalmente ramas de árboles y pasto. Este material vegetativo es reutilizado.

“Nosotros hacemos composta para nuestro programa Carolina Bella, para mantener los jardines que tenemos alrededor de la ciudad, porque eso es parte de este complejo de estrategia”, sostuvo Rivera.

También hay un nuevo programa “experimental” de reciclaje de desechos de alimentos. Para ello, se han distribuido unos recipientes especiales en 100 hogares en los que se puede echar frutas, pan, vegetales, pasta, arroz, cáscaras de huevo, carnes y pescado o cualquier sobra de comida. El contenido se recoge semanalmente y se deposita en un biodigestor, en donde se produce gas propano, como el que se utiliza para encender algunas estufas. Tras extraído el gas, el desecho se usaría como biofertilizante para las plantas.

“El biodigestor nos ayuda también al control de los olores, nos ayuda a que eso no esté en la basura tradicional y también se puede utilizar para composta. Lo que pasa es que al trabajar alimentos que son preparados, tenemos que trabajar con elementos, verdad, como dicen los científicos, patógeno”, dijo.

Tras describir todo el proceso, reconoció que la tarifa de $100 la tonelada ha evitado que otros municipios también los contraten para llevar su basura hasta allí. Pero, Rivera justificó la medida.

“Nos dicen siempre que nosotros tenemos una tarifa onerosa. Al tenerla onerosa, nosotros lo que quizás perseguimos es que tienes que cumplir con unas disposiciones especiales. Y hay veces que vemos otro relleno sanitario, verdad, si podemos utilizar la palabra relleno sanitario, que a veces la tonelada es bien, bien, bien bajita. Y eso significa que yo puedo llevar todo, porque no hay un control. O sea, aquí la diferencia entre esta instalación y las otras 27 o 26 que hay en el país es que hay una segregación de esos desperdicios que se reciben. En otros lugares, a lo mejor si usted se va a otro vertedero, como el de Arecibo, pues llega todo, llega el camión, el ‘reloader’, que es que se llama el camión compactador, deposita y viene un ‘bulldozer’ le pasa por encima como cinco, seis, siete veces, baja en volumen y le echa material de cobertura. Y eso es lo que ellos hacen para tratar los desperdicios. Aquí no, aquí nosotros, los desperdicios llegan y nosotros le ponemos nombre y apellido”, explicó Rivera.