San Germán. La antigua calle Central del sector El Bosque en San Germán se colmó de gente de todas partes, que por años habían escuchado que la madre de la primera puertorriqueña en ser nombrada jueza asociada del Tribunal Supremo de los Estados Unidos creció en la casita #11 de esa vía.

Desde el vecino de al frente hasta jueces del Supremo federal y de la Isla llegaron para conocer y saludar en persona a doña Celina Báez Sotomayor, una enfermera retirada de 87 años, quien estuvo de brazos de sus dos hijos, Juan Luis y Sonia Sotomayor, durante los actos en su honor.

“Nos toca a todos dejar huellas y hacer caminos para guiar a generaciones del futuro”, dijo agradeciendo a todos, pese al calor que hacía bajo la carpa, que se levantó justo frente a la casa donde se fijó una tarja en bronce para recordarla como hija del pueblo de San Germán.

Los aplausos de los presentes “abrazaron” a doña Celina, quien con voz quebrantada dijo: “No es fácil expresar palabras por las emociones que hacen en mí este gesto”.

“Ver a tantas personas aquí presentes me lleva a reflexionar sobre cómo un puñado de semillas puede producir una gran cosecha. No hace mucho tiempo yo caminaba sobre esta misma calle, con la ilusión y esperanza que todos, como niños, llevamos dentro. Todavía tengo gratos recuerdos de los juegos que compartía con mis compañeros de la escuela. Los momentos de lectura en la biblioteca y de soñar con nuevos caminos y esperanzas”, expresó doña Celina.

Recordó que cuando perdió a su madre a temprana edad, la comunidad sangermeña le animó a seguir adelante, logrando ser hoy lo que es, una madre realizada.

Familiares vinieron de los Estados Unidos para la ocasión, que fue descrita por la jueza del Supremo federal como “el día de ella” (de su madre).

“La estoy llamando la reina hoy, pero es todos los días. Agradezco mucho a San Germán, siempre va a tener una permanente participación en la vida de nosotros”, expresó la jueza Sotomayor, reconociendo la presencia de familiares y colegas de la corte federal y de la Isla, legisladores y políticos, incluyendo al alcalde Isidro Negrón.

Todavía la casita que la vio formarse en mujer de bien, en talleres de costura y como enfermera, cuando vivió en San Germán junto a su hermana Aurora, mantiene el aire de un humilde hogar. Ahora es ocupada por un matrimonio, que también lucha día a día para salir hacia adelante, pese a la escasez y la necesidad.