El negocio de la prostitución comenzó a transformarse a partir de 1998, luego de varias redadas policiacas que terminaron con el cierre del Black Angus, en Miramar, y el Lucky Seven, La Riviera y el Club Caribe, en San Juan.

“A raíz de los operativos que se han hecho, donde se han cerrado los centros conocidos, hemos visto un disloque en los servicios de esta naturaleza. Se han cambiado las estrategias para llevar los clientes a esos sitios”, sostuvo el superintendente de la Policía, Pedro Toledo Dávila.

Los servicios VIP o de lujo, como en otros países, se consiguen en su mayoría en hoteles, casas de masaje y zonas empresariales.

“Sabemos que en los hoteles y edificios privados en el Condado y San Juan hay unos servicios que son por invitación, por socios. Han tenido más precaución para que el cliente no pase el cedazo de los agentes”, declaró Toledo.

Otros agentes consultados indicaron que, en muchos casos, los taxistas participan, ya que cuando llega el turista y conocen su interés en una acompañante, le enseñan un portafolios con diferentes fotos y tarifas para que escoja el servicio y la modelo.

Toledo indicó que otro tipo de modalidad que ha comenzado a desarrollarse en la Isla es emplear estudiantes universitarias que necesitan el dinero para pagar sus estudios.

“Se ha visto que se han contratado jóvenes universitarias como escoltas. Tenemos una serie de lugares donde se han dicho que frecuentan hasta altas horas de la madrugada y estamos investigando. Se han dado instrucciones a (las divisiones de) Control del Vicio donde se está llevando a cabo esta modalidad”, advirtió Toledo.

Para investigar el delito de prostitución, la Policía tiene que asignar un agente encubierto, alquilarle un vehículo e incurrir en gastos de representación, lo que conlleva una inversión que sobrepasa los $3 mil.

Si se compara la inversión con las multas, que no pasan de $100 y ese mismo día pueden continuar trabajando, no se compensa el trabajo de la investigación.

Otra modalidad de servicios VIP se utiliza en restaurantes de lujo a los que tienen acceso mujeres despampanantes que capturan la atención de los asistentes que se sientan en la barra.

Un mozo se acerca a aquellas mesas de clientes potenciales y les entrega una tarjeta de presentación con la foto y el número telefónico de la mujer para arreglar la cita.

Las tarifas pueden comenzar entre $500 y $800 por hora.