Guánica. Entrar a las entrañas del Bosque Seco en este municipio es el disfrute a plenitud de la naturaleza a través de las 11,400 cuerdas de terreno que lo componen. Se siente la brisa fresca de la cercanía al mar, las mariposas pintan el paisaje y hasta el pájaro carpintero advierte que todavía tiene trabajo por hacer allí.

En la intimidad de su vegetación y su suelo rocoso, la vida continúa a pesar de que la gran mayoría de sus icónicas estructuras y monumentos colapsaron tras los sismos que vienen experimentando particularmente la zona sur desde el 28 de diciembre.  

Miguel Canals, quien fuera su guardabosque por los pasados 30 años, conserva la misma emoción de hace tres décadas al recorrerlo a pesar de que iba en busca de los estragos causados por los movimientos telúricos. No se adentraba desde que sismos amenazan la zona y al ver la destrucción provocada por la misma naturaleza no puede evitar conmoverse al punto de las lágrimas.

El ex guardabosques y biólogo Miguel Canals observa lo que era el Centro de Visitantes del Bosque Seco, que quedó completamente destruido. (Para Primera Hora / Jorge Ramírez Portela)
El ex guardabosques y biólogo Miguel Canals observa lo que era el Centro de Visitantes del Bosque Seco, que quedó completamente destruido. (Para Primera Hora / Jorge Ramírez Portela)

Una de las estructuras que quedó hecha escombros fue el Centro de Visitantes, por donde pasaron miles de estudiantes que recibían charlas y que sirvió de dormitorio para los científicos que comenzaban a estudiar el anillaje de aves migratorias y nativas. Afortunadamente, el pasado 7 de enero, se libraron de una tragedia al trasladarse a la casa del bosque, que es más segura.

“Esta es una gran pérdida para nosotros, para el Bosque de Guánica, es el centro educativo, que nosotros lo construimos en el 1991 y era el foco educativo donde se hacían los simposios científicos y se daban las charlas a los visitantes. Quizás sea la pérdida más seria que hemos tenido. Pasaron miles de estudiantes, miles de visitantes. Este centro tiene mucha historia”, dijo a Primera Hora visiblemente conmovido.

Durante las primeras dos semanas de enero, expertos en aves se estaban quedando en el bosque anillando aves migratorias y aves nativas para ver las fluctuaciones en las poblaciones de aves que ocurren en el bosque. “En esta ocasión estaban comenzando a trabajar en el anillaje de aves cuando fueron sorprendidos por los temblores. Afortunadamente, no estaban en el centro; estaban en la casa, que es mucho más resistente… el Departamento de Recursos Naturales les dijo que tenían que moverse del área, por lo peligroso del lugar en ese momento, por lo tanto ellos se fueron hacia al Yunque”, explicó.

Contiguo al Centro de Visitantes están las ruinas del Campamento Borinquen, establecido en 1935, que era parte de un proyecto que se llama el Cuerpo de Conservación Civil. Canals explicó que fueron ellos quienes enviaron a los campos a trabajar a gente desempleada para desarrollar la infraestructura del bosque.

Lamentó que al lugar, que ahora era utilizado para compartir charlas con los visitantes, se le haya colapsado la pared de rocas hecha por los propios integrantes del campamento.

“Esto es una gran pérdida, porque esto sí es un monumento histórico que me dolió en el corazón”, soltó mientras observaba los estragos en el lugar.

En la intimidad de su vegetación y su suelo rocoso, la vida continúa a pesar de que la gran mayoría de sus icónicas estructuras y monumentos colapsaron tras los sismos que vienen experimentando particularmente la zona sur desde el 28 de diciembre.

“Ellos (los del campamento) fueron los que hicieron los caminos del bosque, establecieron las plantaciones en muchos de los bosques de Puerto Rico, incluyendo Mona; construyeron la Cueva de Cal, que era cueva y a la misma vez fue cárcel. Cuando cogían a la gente haciendo carbón ilegalmente los metían ahí por una hora, dos horas y hasta por un día. Muchos de los papás de los empleados que yo tuve en el bosque cumplieron cárcel en ese lugar. Es un lugar histórico”, apuntó.

Sus ruinas eran lo que para entonces servía como enfermería para el campamento.

A la Cueva de Cal, cercana a las ruinas, se llega a través de unas escaleras que contienen los residuos del gran desprendimiento que hubo en el lugar. Un vez frente a ella se observa una gran roca que cedió a los movimientos que no han parado.

Precisamente, mientras Primera Hora hacía el recorrido, una fuerte réplica el miércoles, de 5.10 de magnitud, estremeció el bosque provocando que la guagua que conducía Canals se jamaqueara de lado a lado con intensidad. Salía de inspeccionar una grieta en el área en dirección a la playa Tamarindo, donde ubica la charca Aroma y donde se reproduce el sapo concho.

Al ex guardabosque le preocupaba que la actividad sísmica haya realizado alguna hendidura en la roca caliza y que de alguna manera el agua de mar se cuele hacia la charca del sapo concho y provoque que se pierdan los renacuajos.

“Como consecuencia de que la capa de arcilla se rompa, que es lo que hace impermeable la charca, que el agua se vacíe, pues entonces sería fatal para el sapo concho, en el sentido de que pueda haber penetración salina, aumentar las salinidades -que ya de por cierto hay un problema de salinidad en esta charca en particular- por  lo tanto, morirían los renacuajos, y esa es una de la problemática principal que yo quiero investigar bien en el área de Tamarindo, que es el área de reproducción principal del sapo concho”, indicó.

Explicó que, al momento, le satisfice no ver en el área ningún atisbo de hendiduras. Conviven en el área unas seis especies, como el tinglar, el lagarto rabo azul y la gaviota chica.

Continuó el recorrido hacia el camino a la playa Jaboncillo, que todavía sigue despejado salvo a unos pequeños desprendimientos que se suman al ya rocoso trayecto. Solo empaña el paisaje del imponente mar azul, el colapso de la pared que divide las mesas del gazebo recién rehabilitado.  

“Hasta el momento, en el camino de acceso lo que podemos ver son unos pequeños desprendimientos en las áreas laterales y eso me satisface, porque esta carretera la construimos y la rehabilitamos recientemente. Algunos derrumbes, pero ningunos daños significativos. Todavía hay acceso a la playa. No veo daños de qué preocuparse, que esté comprometido el acceso a la playa. Me sorprende que no hubo más desprendimientos”, indicó.

Otra de las áreas más afectadas es el faro, construido en el siglo 19.

Canals no puedo evitar compungirse y le faltaban las palabras para describir la gran pérdida.

“Esto es una tragedia”, dijo al contemplar sus ruinas.

“Este era uno de los atractivos principales del bosque de Guánica; se había convertido en una ruina después del abandono, cuando dejó de ser faro del Coast Guard y ya para los años 70 era una ruina que hubo muchos intentos de estabilizarla”, añadió.

Aseguró que los cambios en la política impidieron una posible restauración, recomendada por la Oficina de Preservación Histórica.

“Nunca se pudo completar un proyecto que se llama El Torrero, que era -siguiendo la recomendaciones de la Oficina de Preservación Histórica-  estabilizar las ruinas. Si se hubiese estabilizado, quizás posiblemente el daño no hubiese sido tan grave, pero es una gran pérdida para el pueblo de Puerto Rico, ya que es uno de los faros principales de la costa sur”, señaló.

El estado del Fuerte Capron era otra de las estructuras que Canals estaba deseoso de cerciorarse que estuviese estable. No se pudo llegar hasta donde está anclado, pero por medio del equipo de Primera Hora pudimos sobrevolar el área con un dron. La estructura fue construida sobre las bases de un fuerte de observación de la armada Española y fue nombrado Capron en honor al capitán del ejército norteamericano que murió en la Batalla de las Guásimas (1874) en Camagüey, Cuba

Al verlo en las imágenes captadas, Canals se consoló al saber que no presentaban ningún daño estructural. “Las columnas se ven muy bien, las escaleras se bien, las torres secundarias y el camino hacia El Fuerte, también”, dijo.

“Estoy bien emocionado porque quizás esta sea una de las estructuras más simbólicas del Bosque de Guánica y de las más importantes; y en ese sentido ha sido un alivio poder ver que todo se encuentra relativamente bien desde el punto de vista estructural. Ya posteriormente, cuando podamos tener acceso a él, pues, hacemos una inspección minuciosa”, indicó.

Canals, no obstante, adelantó que los daños estructurales en el área pudieran alcanzar cientos de miles de dólares, no así los ambientales, los que dijo que no eran significativos.

“En términos ambientales los daños no han sido tan significativos, porque no ha habido daño a la ecología como tal. Yo diría que principalmente sería a la cuestión geológica y a la cuestión estética del bosque, pero daños ambientales es muy prematuro decir, pero creo que serían mínimos”, señaló.

Aseguró que estamos en un proceso geológico y que se debe aprender a vivir con todo lo que implica.

“Nuestra generación está viviendo un episodio geológico que solamente se puede describir en escala de millones de años. El bosque se encuentra sobre una formación de roca caliza, de unos 65 millones de años, y en área de la costa estamos hablando de cuatro millones de años a 20,000 años atrás… De cierta manera, el ser humano está viendo la dinámica de que nuestro planeta en realidad no es un planeta que sea estático, siempre están ocurriendo cambios y podemos decir que estamos viviendo una nueva etapa en nuestro planeta Tierra, y que tenemos que aprender a vivir con todo esto y con las consecuencias que los cambios climáticos puedan acarrear sobre los aumentos en temblores, huracanes, marejadas…”, apuntó.

Según Canals, resta por corroborar daños en los 11 cañones que atraviesan el bosque -de norte a sur-, especialmente el de Joya Honda, que es uno de los atractivos principales.

“Tan pronto se estabilice este enjambre de temblores en un tiempo razonable, podríamos comenzar a caminar esas áreas del bosque, que son cañones y podrían estar propensos a derrumbes”, indicó.