Boricuas en Mississippi reciben segunda dosis de vacuna experimental contra COVID-19
“Siento que las cadenas se rompieron, me siento liberado”, aseguró Anthony Irizarry sobre esta nueva fase.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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A Anthony Irizarry ni ha su familia residente en Mississippi le ha “salido otro brazo ni otro ojo” luego de que les inyectaran una vacuna experimental contra el COVID-19 el 2 de septiembre.
El policía de 48 años, su esposa Loida Lugo, de 44, y sus padres Edgardo Irizarry, de 74, y Noelia Pérez, de 70 años, ya obtuvieron la segunda dosis de la vacuna -que produce la farmacéutica Pfizer junto a la empresa alemana de biotecnología BioNTech- en la clínica CNS Healthcare, en Memphis, Tennessee.
Anthony y Loida recibieron la segunda dosis el lunes, mientras que a Edgardo y Noelia se la pusieron ayer, martes.
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“Nos sentimos muy bien. Siento que las cadenas se rompieron, me siento liberado. Aunque no sabemos el resultado de la vacuna, y no sabemos si tenemos la vacuna o el placebo, estoy sumamente confiado”, aseguró Irizarry en entrevista con Primera Hora vía Zoom.
“La doctora nos dijo que en la segunda dosis las personas están reportando que los síntomas son mayores”, destacó.
Los efectos secundarios aparecen 24 horas después de la inyección, señaló Anthony, quien ha tenido fiebre leve en esta segunda ronda. Incluso, a los pocos minutos de culminar esta entrevista, mostró un termómetro digital que registró una temperatura corporal de 100.7 grados Fahrenheit (38.1 grados Celsius). En ese mismo momento, su esposa tenía escalofríos y fiebre de 101.3 grados Fahrenheit (38.5 grados Celsius).
Sobre sus padres septuagenarios, afirmó que “se sienten muy bien, están positivos y bien esperanzados de que con la vacuna paren las muertes”, que ayer alcanzaron las 200,000 en Estados Unidos, según datos de la Universidad Johns Hopkins.
“Ya Pfizer tiene números de cómo se están sintiendo las personas, si hay efectos secundarios, si no hay (…) Si hubiera habido un efecto adverso como pasó con el proceso de AstraZeneca, los estudios se hubieran detenido”, indicó Anthony, refiriéndose a lo que pasó con otra vacuna que desarrolla esa farmacéutica con la Universidad de Oxford.
Según trascendió, una mujer sufrió síntomas neurológicos graves, compatibles con la mielitis, que forzaron a detener la investigación.
Además de prestar su cuerpo para este experimento, Anthony colabora con la clínica para animar a otros hispanos a que participen, pues han sido pocos.
“Estoy haciéndolo pro bono, sin ningún tipo de contrato ni nada por el estilo. Yo estoy llamando a mis amistades, no solamente puertorriqueños, sino latinos, porque ellos (la clínica) todavía no han llegado al 50% de minoría y esa es una de las razones por las que están expandiendo el estudio”, explicó.
Solamente entre 20 a 30 hispanos participan en el ensayo, de un total de 300 personas que han visitado la clínica en Memphis, dijo. “Los documentos que leímos dice que el estudio tiene que ser equitativo a todas las razas y clases étnicas. Por eso es que pidieron que llevara más hispanos”, detalló.
“La gente tiene que educarse”, reiteró.
Precisamente, uno de sus amigos que también colabora en este avance científico es Luis Cabello, quien que estaba un “poco escéptico” inicialmente.
Al siguiente día de ser inyectado con la primera dosis de la vacuna, dijo que sintió cansancio. “Creo que sudé de noche, así que a lo mejor me dio fiebre, pero entiendo que son efectos normales cuando uno se pone otro tipo de vacuna”, afirmó Luis, de 53 años y natural de Cidra.
Esa seguridad que tuvo para inyectarse también se la atribuyó a su experiencia profesional, pues se desempeña como ingeniero en compañías de equipos médicos.
“Entendemos que es un producto seguro, que no va a ocasionar nada en las personas. Lo que se está buscando ahora es probar que la eficacia de ese producto es la que ellos esperan”, aseguró el boricua que se mudó a Estados Unidos en el 2013. Su esposa Yamira Rodríguez no cualificó para el ensayo clínico por condiciones de salud.
De hecho, la enfermedad tocó la puerta de su hogar en Mississippi, pues su hijo Luis Cabello, 21 años, se contagió. El joven dio positivo a COVID-19 unas 30 veces, reveló su progenitor.
“Nosotros ‘sanitizábamos’, pusimos unos plásticos en la casa para poder mantenerlo a él separado de mi esposa, que es inmunosuprimida, y de mí. Lo atendíamos sin tener contacto con él”, contó. Luis -hijo- tuvo fiebre, cansancio, tos y pérdida de apetito. Afortunadamente, ninguno de sus padres dio positivo.
Ahora, el cidreño aguarda con ansias que la vacuna sea exitosa para poder ver a su nieto que nació hace dos semanas en la Isla.
“Lo más que yo quiero durante este año, si sale la vacuna, es poder ir a Puerto Rico a conocer a mi nieto y a ver a mi nieta, la más grande, porque esa es mi nena”, añoró.
Se conocerá si fueron inyectados con la vacuna experimental o un placebo a finales de octubre.