Boricua comparte su historia de amor paternal dentro de la milicia
Teniente coronel retirado del ejército Carlos G. Rivera Torres reflexiona sobre sus hijos previo al Día de los Padres.
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Para la mayoría de los padres, el mejor honor que pueden recibir de sus hijos es que sigan su ejemplo.
Para el teniente coronel retirado del ejército Carlos G. Rivera Torres, ese honor se hizo realidad, pues sus dos hijos varones han seguido el legado de servicio en el ejército de Estados Unidos.
Y es que su hijo mayor, Luis Enrique Rivera Pérez, con tan solo 22 años, ya lleva un año y medio sirviendo en la Guardia Nacional como Especialista de Asistencia Médica en Combate. Por su parte, su hijo menor, Carlos Enrique Rivera Pérez, de 18 años, también se unió a la Guardia Nacional, mientras aún cursaba su escuela superior. Próximamente, estará cualificándose como Especialista de Operaciones de Aviación.
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“Con mi hijo mayor, sabía desde temprano que le gustaba la milicia. Se ponía gorras mías, y jugaba a soldado. Su hermano que, es el más joven, me tomó por sorpresa. Pero tan pronto entró al programa de entrenamiento de oficiales para jóvenes de escuela superior (JROTC, en inglés), noté que también le gustaba el servicio militar. Definitivamente, lo llevan en la sangre,” dijo orgullosamente Rivera Torres al referirse a sus hijos.
El teniente coronel retirado reflexionó sobre cómo pudo cumplir su responsabilidad de padre mientras la milicia le requería movilizaciones alrededor del mundo.
“Cada movilización fue un proceso fuerte. No era fácil, pero tenía que hacerlo. En ocasiones lloré, pero era mi responsabilidad. La clave para que todo siguiera funcionando en el hogar es haber tenido una super esposa, que me ayudó en el proceso,” añadió Rivera Torres al referirse al rol importante que desempeñó su esposa Ada Lilliam Pérez Rodríguez, durante sus tres movilizaciones militares al Medio Oriente y a Carolina del Norte.
De acuerdo con el oficial, quien hoy se desempeña como instructor del programa de JROTC en las escuelas del Fuerte Buchanan, luego de haber servido 33 años en el ejército, el rol de los grupos de apoyo familiares fue también fundamental en su capacidad de cumplir con su rol de padre mientras estaba en Kuwait.
“Cuando me fui por segunda vez a Kuwait, Carlitos enfermó, lo hospitalizaron y no se sabía que tenía. Mi jefe me preguntó si tenía que venir a la isla y estaba listo para regresar. Sin embargo, durante ese periodo tuve una red de apoyo que me ayudó inmensamente para poder mantenerme al tanto de su salud, mientras estaba lejos”, indicó Rivera Torres.
Sin embargo, a pesar de las dificultades que la ausencia física representó, para Luis y Carlos, su padre es digno de admirar.
“Fue difícil, pero yo encontraba formas de hacer la separación pasable. Me ajustaba a los cambios de horario y lo llamaba por video llamada y trataba de hacer lo más posible para poder verlo. Papi es un gran ejemplo para nosotros. Siendo militar, papi vive los valores militares y nos enseña de cómo ser buen ciudadano y poder rechazar malas influencias”, dijo Carlos, el hijo menor.
Para Luis, por su parte, el no tener cerca a su padre durante las movilizaciones militares representó un gran reto.
“Fue un poco raro no tener a mi papá presente. Siempre lo extrañaba. Durante los fines de semana nos llamaba y nos contaba de sus experiencias. Siempre me hacía falta”, dijo el joven.
Luego de tres movilizaciones, Rivera Torres piensa que la separación física no es excusa para no ser un buen padre.
“El rol de un padre debe ser crear una base fuerte de valores de principios. Escuchar a los hijos, de compartir con ellos y de darle un buen ejemplo. Tienes que compartir y darle el buen ejemplo a tus hijos para que sean personas de bien. Mi rol es enseñar a mis hijos para que se enfrenten a los problemas que puedan enfrentar. Que sean personas fuertes, con carácter que resuelvan los problemas que puedan tener. Cuando hoy los veo en uniforme, creo que estoy cumpliendo mi misión”, dijo Rivera Torres.
Ante la posibilidad de que el ejército desplace a sus hijos a algún escenario de guerra, el teniente coronel, aunque expresó su preocupación de padre, dijo estar confiado.
“Yo estuve en el Medio Oriente y te puedo decir que pasaban días y semanas sin muertes de soldados. En Puerto Rico vemos que muere gente todos los días víctimas de la criminalidad. Yo diría que estamos más seguros cuando estamos sirviendo en el ejército que cuando estamos en las calles”, sentenció Rivera Torres.
La historia de Rivera Torres es ejemplo del legado de servicio militar que se vive en muchas familias puertorriqueñas.