Es un entrenamiento que forma parte de su continua formación para asegurarse de que estén lo mejor preparados posibles para enfrentar la diversidad de situaciones que puede encontrar a diario un bombero.

Todo comienza a las 8:00 a.m. en las instalaciones de la Academia del Negociado de Bomberos, en Salinas. Allí están reunidos bomberos regulares y bomberos voluntarios. En ocasiones, también participa personal de seguridad de empresas privadas y personal de agencias de manejo de emergencias y rescate.

La primera parte del entrenamiento, aunque es una clase en un salón, no es menos importante, pues sirve para repasar el uso correcto de mangueras, equipos, camiones, hidrantes, fuentes alternas de agua y otro sinnúmero de elementos esenciales a tener en cuenta antes de comenzar a apagar un incendio.

Ahí ya se pueden ver algunas de las muchas locuras a las que se tienen que enfrentar estos sacrificados servidores públicos. Un buen ejemplo son los hidrantes, que se pintan de un color específico por una razón. Cada color indica un rango de cantidad de galones por minuto que puede suministrar el hidrante. Y aunque está claro, que en la Isla la mayoría de los hidrantes son amarillos, los instructores Javier Félix Delgado y Luis Valentín Nieves explican que no es raro encontrar que “los pintan de otro color para que combinen con las casas”.

Por otro lado, aunque se supone que los hidrantes amarillos suplan 500 a 999 galones por minuto, ocurre que en ocasiones no dan esa presión, “pero hemos podido bregar con eso”.

De igual forma, no es raro que alguien decida tirar una verja y dejar el hidrante dentro de un patio, o hacer un muro o verja alrededor del hidrante tan cerca que luego no permite su correcta manipulación, o que en casos que la llave esté en un agujero, el mismo esté cubierto de brea o lleno de vidrios y botellas rotas.

Tampoco es inusual que abran el hidrante “para bañar a los niños o lavar un carro… Usted no se ponga guapo, porque puede ponerse peligroso (la situación). En la calle hay que ser sicólogo, trabajar con calma. Usted no sabe la presión que tenga esa persona, o la cantidad de balas en el bolsillo”.

“Tuvimos un caso por ejemplo, que en un hidrante alguien le abrió otro boquete en la tapa y le hizo una llavecita para poder lavar su grúa”, describió Valentín, sobre apenas una de las insólitas situaciones que han encontrado relacionada a los hidrantes.

De igual forma, resaltan la importancia de controlar el tráfico, cerrando las calles necesarias para facilitar las operaciones, que a veces requieren la colocación de más de un camión para poder bombear agua de un punto a otro. “Es importante para que no llegue algún presenta’o con su carro a bloquear. Los carros son nuestro peor enemigo”.

De hecho, durante más de una emergencia han tenido que romper cristales de algún carro que bloqueaba un hidrante para poder pasar mangueras por dentro del mismo.

Félix y Valentín recalcan una y otra vez la importancia de estar pendientes a la presión, las mangueras, las fuentes de agua. 

“El suministro de agua puede colapsar, por ejemplo, si se daña una bomba de acueducto. Y hay que trabajar de forma rápida y efectiva. Los minutos cuentan para las víctimas”.

La clase pasa al exterior. Frente a un camión de bomberos, para repasar parte de lo aprendido antes. En particular, se enfoca en las conexiones de las mangueras, el uso de la bomba, y los relojes para vigilar la presión. “Hay que poner atención a los equipos, cuidarlos, crear un sentido de pertenencia, tratarlos con cariño, como nuestra herramienta, saber que son los que van a salvar a nuestra familia, a nosotros, al pueblo. Son equipos muy costosos. Un camión cuesta $200,000, y se pueden comprar muchas cosas con eso”, advierte Félix.

El instructor destaca la importancia de vigilar los relojes y las mangueras, labor que recae en el operador. “Por ejemplo, si ve que el pistero lleva rato sin abrir, pues a ese bombero allá adentro le pasó algo, un bajón de azúcar, se cayó por un hueco. Por eso es importante practicar, practicar. A veces se cometerán errores. Pero es importante familiarizarse y practicar”.

El próximo paso del entrenamiento es un ejercicio en espacios confinados. Se trata de un vagón especial, adaptado para simular lo que podría encontrarse un bombero al entrar a estructuras colapsadas. Aquí ya es necesario colocarse todo el equipo, incluyendo el balón de aire comprimido y la máscara, además del traje, el casco, y algunas herramientas.

“¡Auxilio, auxilio!”, simula una voz. El bombero tiene que avanzar agachado por unos estrechos agujeros, en total oscuridad. En un punto, se abre el suelo y cae ruidosamente a un piso más abajo. Luego tiene que arrastrarse por otro laberinto, encima del cual hay varias sogas, como simulando una cablería caída. 

En un punto, es tan estrecho que es necesario soltarse el balón de aire comprimido y pasarlo delante mientras continúan arrastrándose. Se puede escuchar la respiración agitada de uno de los dos participantes. Es algo que tienen que aprender a controlar para no poner en mayor riesgo sus vidas.

Los jóvenes Jorge Resto Guzmán y Héctor Rivera Caraballo, ambos bomberos voluntarios, completan el recorrido, saliendo del laberinto por el otro extremo del vagón.

El grupo se traslada a otra zona, ahora frente a un vehículo que en minutos se va a prender en llamas. Es un escenario que ven casi a diario en las carreteras de la Isla.

“Lo primero es que los carros no explotan como se ve en las películas”, aclara Félix, aunque deja saber que sí se escuchan cuatro estallidos cuando los neumáticos se queman.

El fuego de carros lo practican de dos en dos. Al acercarse al carro, abren la manguera en modo de rocío, para, según explica Valentín, establecer una barrera protectora contra las llamas. Luego pasan a semirocío, y finalmente abren el chorro para completar la extinción. Apuntan a las gomas, el interior, y luego que el bombero que no está sujetando la manguera abre la capota con una herramienta especial, dirigen el chorro al motor.

Por último, un ejercicio verdaderamente impresionante. Se trata del incendio en un espacio cerrado. Para esto se usan unos contenedores modificados, y sirve para enseñar a sofocar el fuego por ventilación hidráulica, o en palabras más sencillas, sacando el humo por el espacio que esté disponible, sea una puerta o alguna ventana, para así “tener más visibilidad y poder atacar el fuego en su origen”. 

Encienden unas pacas de heno al fondo del contenedor. En segundos, la temperatura sube a niveles sofocantes.

 “Bajito, vayan entrando bajito”, instruyen al grupo que entra al infierno que se cocina dentro del contenedor. “Dame presión en las mangas, dame presión”. 

Ahora, además de las llamas que se expanden de manera hipnotizante sobre el techo, un denso humo blanquecino inunda el espacio, poniendo en evidencia por qué necesitan equipo especial para respirar.

El grupo permanece agachados por algunos minutos, observando la evolución del fuego, hasta el punto que el humo se hace tan denso que no permite ver prácticamente nada. Entonces comienzan a echar agua, sacando el humo por una abertura. Eventualmente todo se apaga y queda la experiencia de aprendizaje.

“¿Vieron las capas de humo, cómo se van formando? Ahí viene el famoso ‘flashover’ (combustión repentina de superficies que no estaban incendiadas), el aumento de humo, las lenguas de fuego”, explican los instructores. “También está el ‘backdraft’ (explosión súbita), que ocurre con el fuego que está consumido, pero está ahí, esperando que alguien le dé oxígeno. Eso lo vemos mayormente cuando hacemos el escombreo”.

El dúo de instructores reitera la importancia de seguir los pasos aprendidos. “Hemos tenido casos que no han hecho la ventilación y luego resultó que estaban tirando agua a un espejo, o a un televisor grande, y el fuego estaba en otro lado. Y mientras mojaron todo y no apagaban el fuego. Por eso se hacen estas técnicas, que funcionan. Y es importante usar el ‘bunker’ (traje protector) y el SCBA (tanque de aire comprimido, por sus siglas en inglés), porque si no luego están enfermos y, además, si pasa algo no te cubre el seguro”.

La clase concluye con una felicitación y agradecimiento a todos los participantes, así como una mención especial para los bomberos voluntarios, que son parte fundamental del Negociado de Bomberos, y para mayor mérito, laboran por pura vocación, pues no reciben salario alguno por las horas que trabajan a la semana como bomberos.