La joven Claudia Ramírez Portuondo se ha embarcado, literalmente, en una aventura que no solo le está permitiendo recorrer mares, el océano Atlántico, visitar puertos de diferentes naciones e islas a través del Caribe y las costas de África, sino que además la ha posicionado como una especie de embajadora de Puerto Rico ante los estudiantes y tripulantes que comparten la experiencia con ella a bordo de un casi centenario velero noruego.

Según contó a este diario Emmanuel Vázquez, papá de Claudia, para su hija esta ha sido, además, una oportunidad para desarrollar aún más su pasión por el mar y las velas, pues desde los 12 años ha estado tomando clases de navegación a vela en el Club Náutico de Ponce y ha practicado esa disciplina de manera competitiva.

Y gracias a esa pasión por la navegación a vela una profesora de Emmanuel, mientras estudiaba derecho en la universidad, le comentó sobre una organización con base en San Martín que estaba buscando candidatos del Caribe para otorgar una beca de entrenamiento en navegación, en una embarcación de vela con mástiles altos.

“Claudia no dudó en aplicar a esa oportunidad. Envió un ensayo y un video sobre por qué quería recibir la beca para el entrenamiento. Y recuerdo que en ese ensayo Claudia habló que su experiencia desarrollándose en el deporte de vela en Puerto Rico, que es un deporte dominado por hombres. Y ya mirando al futuro, veía que las carreras marítimas también eran ejercidas por hombres, y ella quería distinguirse como mujer en el mundo nauta y sobre todo en la navegación a vela. Creo que eso cautivó a la organización en San Martín y la seleccionó”, comentó Emmanuel.

Eso ocurrió en el 2020, cuando Claudia tenía 14 años, y le permitió subir a bordo del Sorlandet, para la etapa de navegación entre San Martín, Jamaica, Bahamas y Nueva York, aunque esa última etapa se cambió a Bermuda, por los temores que había con el COVID-19 en Nueva York para marzo de 2020.

Emmanuel admite que tanto la mamá de Claudia, Gladys Portuondo, como él al principio tenían sus temores con ese tipo de educación, que iba a dejar a su hija a bordo de un barco, sin contacto con ellos por semanas. Sin embargo, investigaron sobre la embarcación y la institución y todo lucía “sumamente serio”, así que “eso nos permitió darle la oportunidad”.

Tras esa primera experiencia, Claudia regresó a su rutina en la Isla, pero siempre con deseos de regresar al Sorlandet, un velero de mástiles altos que se fabricó entre 1925 y 1927 y que tiene una larga historia de servir como navío de entrenamiento de marinos, propósito que continúa cumpliendo en la actualidad.

El Sorlandet, considerado patrimonio de Noruega, es el velero de mástiles altos más antiguo del mundo todavía en funcionamiento. Aunque ha incorporado elementos modernos de radio, radar y otra tecnología, continúa siendo un barco que se mueve a velas, con un antiguo diseño de velas cuadradas.

Hoy día, en sus travesías el Sorlandet lleva a bordo 60 estudiantes de distintas nacionalidades, aunque en su mayoría noruegos, y 15 tripulantes (capitán, maestros, doctores). Los estudiantes, además del entrenamiento naval, también reciben sus clases de escuela superior, según el grado (10, 11 o 12) y con currículos aprobados por las instituciones de rigor, como parte de la propuesta de la fundación A+ World Academy. Los estudiantes se rotan en diferentes turnos para asegurar la operación del barco, durante los 10 meses de travesía, en los que solo se rencuentran con sus padres en dos paradas de 15 días en puertos elegidos para esa parada.

Claudia, según se ha constatado, es la primera estudiante puertorriqueña que ha navegado en el Sorlandet, que estará atracando hoy en la Isla para una pausa. Será la segunda ocasión que visita Puerto Rico.

Tras su primera participación, Claudia y sus padres mantuvieron contacto y, en diciembre pasado, mientras estaban una de las paradas para progenidores, en Gran Canaria, el decano de la Academia estaba de visita en Puerto Rico. Así supieron que había un cupo disponible que Claudia podía aprovechar, pues ellos “valoraban mucho el esfuerzo, la dedicación y el potencial mostrado” por la chica.

“Si llegaba a Canarias, ellos la becaban para que pudiese tener la experiencia de atravesar el Atlántico hacia el Caribe hasta atracar en su puerto-casa en Puerto Rico. Y la llevamos, y la dejamos en la embarcación el 5 de diciembre”, contó Emmanuel, cada vez con más emoción y orgullo en su relato, agregando que la presencia de su hija a bordo fue muy bien acogida, con el elemento agregado de que, como puertorriqueña, les podía hablar del lugar que se había elegido como una de las paradas del itinerario.

De Canarias, zarparon a Cabo Verde, y de ahí atravesaron el Atlántico. Tenían previsto ir primero a Guyana, pero como perdieron mucho viento en la travesía transatlántica, fueron directo a Granada, luego San Vicente y las Granadinas, San Martín, desde donde zarparon el martes pasado con rumbo a San Juan. Se espera que las velas del majestuoso Sorlandet se puedan avistar en aguas de la Bahía de San Juan hoy en la mañana, y que atraque en el muelle 3-4 empezando la tarde.

El Sorlandet permanecerá en Puerto Rico por 15 días y ya familias de Noruega, Italia, Estados Unidos, entre otras, han ido llegando a la Isla para reunirse con sus hijos por estas dos semanas.

“Esa selección de Puerto Rico nos causó mucha ilusión. La idea surgió, el decano nos confesó eso, porque cuando Claudia estuvo con ellos la primera vez, ella embarcó en enero del 2020, y Claudia es de Guayanilla, así que eso fue con la sensación de los temblores. Así que llegó al barco y les estaba contando la situación que estaba viviendo Puerto Rico. Les contó también de María, todavía nosotros estábamos en la reconstrucción de nuestra casa que había sufrido daños por el huracán”, relató Emmanuel.

“Así que ellos vieron venir a Puerto Rico como una posibilidad de aportar un poco en cuanto a impacto económico, con todas esas familias que vienen, esas estadías. Estos estudiantes vienen buscando esas experiencias más culturales que de consumo turístico como tal. Ellos saben que podían generar un impacto positivo y por eso escogieron Puerto Rico como puerto base para el encuentro familiar”.

Todavía más, junto con el navío vendrá el director de la institución, “con miras a que quizás para próximos viajes Puerto Rico pueda convertirse en puerto base para esa reunión familiar antes de continuar la travesía de regreso a Noruega”.

“Eso nos emocionó mucho, porque ellos creen que Puerto Rico tiene mucho que ofrecer, para dar mantenimiento a la embarcación, abastecer de víveres, una infraestructura buenísima, vuelos directos para que vengan las familias. Y ellos creen que puede ser ese lugar para parar todos los años”, sostuvo Emmanuel, agregando que la visita ha generado interés de la Compañía de Turismo, la Autoridad de Puertos, el gobierno municipal de San Juan, entre otras entidades.

Y todo parece indicar que Claudia ha hecho una gran labor de mercadeo, pues las familias visitantes ya han ido reservando por Cayey, Arecibo, Guánica, Vieques, Culebra, San Juan, entre otros, según los intereses de cada cual, como buceo, senderismo por bosques, visita a hacienda cafetalera y demás. Y también hay dos estudiantes, cuyas familias no podían venir, que se quedarán “adoptados” en Guayanilla, en la casa de la familia de Claudia.

Entretanto, la embajadora de Puerto Rico, Claudia, anda pasándola espectacular, navegando por algún lugar cerca de las Islas Vírgenes, entre una gran cantidad de ballenas, según el último reporte que llegó a sus padres.

“A nosotros como padres, nos da mucha satisfacción que ella, con tan solo 16 años, ha encontrado qué es lo que le apasiona. Y no solo la oportunidad de ahora, sino lo que representa para el futuro de ella. Se definió, esto es lo que le encanta, lo que quiere estudiar en la universidad, quiere estar en una rama del área marítima, sea como capitán, en el manejo de puertos o en el derecho marítimo. Sabe que lo que le gusta es el mar y dentro de esa área es que quiere desarrollarse profesionalmente. Y eso nos satisface mucho”, aseveró Emmanuel.

Más allá de Claudia, esta aventura podría servir de inspiración para que otros adolescentes boricuas puedan seguir sus pasos a bordo del Sorlandet, pues, a excepción de unas restricciones relacionadas a ciertas condiciones de salud y físicas, el único requisito para poder unirse a esta aventura es bien sencillo, tener entre 15 y 20 años de edad, y no tiene que conocer nada de navegación, pues las primeras semanas se dedican a aprender esos conceptos básicos.