Abuela de 73 años se graduará con honores de la UPR en Río Piedras
Es la mujer de mayor edad en completar un bachillerato de la Facultad de Estudios Generales.
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Blanca Pabón Pagán es una abuelita bien “cool”.
La vegabajeña, de 73 años, desfilará el jueves próximo en la graduación de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras, con una esclavina que leerá Magna Cum Laude.
El logro no sólo llega a romper los pensamientos machistas de la familia y la sociedad en la que se desarrolló. Es demostrativo de que se lo propuso y lo logró. Por ello, en esta próxima coalición de grados de la IUPI se convertirá en la mujer de mayor edad en graduarse con un bachillerato de la Facultad de Estudios Generales.
“Yo me acuerdo que un compañero me dijo: ‘¿Para qué tú vas a estudiar después de vieja? ¿Y qué tú vas a hacer? Y yo le dije: ‘eso es para mí, para yo sentir que pude, que lo pude lograr’. Es un sueño que yo tenía de ser universitaria. Mira, yo pasaba por ahí, por la (avenida) Ponce de León con mis hijos pequeños, y veía esa torre, y me daba una nostalgia de que yo no pude entrar. Yo quería entrar aquí, era como algo… (Se queda pensativa). Siempre decía: ‘no pude entrar a la universidad, pero mis hijos sí iban a estudiar, mis hijos sí iban a entrar ahí’, y gracias a Dios los tres pudieron entrar aquí a la Universidad, y dos se graduaron de Mayagüez. Yo decía: ‘mira cómo es la vida’. Después de tantos años, yo pude entrar a la universidad”, manifestó.
Blanca no sólo logró entrar a la UPR, sino que se graduará con un promedio de 3.78.
No le fue fácil. Tuvo que “pelear” contra su mayor debilidad, la tecnología. Además, tuvo que vencer el temor que le tenía al inglés y aceptar que una nota de C era un premio por el esfuerzo que realizó para pasar las clases como física y biología.
También se enfermó. Fue diagnosticada con cáncer en el útero. En el proceso, su hija padeció de cáncer en el seno. Estos procesos de enfermedad le llevaron a estar alejada de los estudios por cerca de cuatro años. Pero, Blanca no se rindió y en diciembre de 2023 completó su carrera, a diez años de haber comenzado a cumplir su sueño de convertirse en universitaria.
Su vida
La graduanda nació el 15 de abril de 1951. A modo jocoso, señaló que fue “la contribución que hizo mi padre al pueblo de Puerto Rico el día de la planilla”.
Blanca se crió en Vega Baja hasta los seis años. Luego, pasó a vivir con sus ocho hermanos varones y sus padres a la comunidad conocida como “El Fanguito”, al que se le considera como uno de los primeros arrabales de la Isla, ubicado al norte del Caño Martín Peña, en Santurce.
De salida, señaló que la crianza en su hogar fue machista. Tan es así que cuando estudiaba en la escuela intermedia La Labra, que en la actualidad es un museo, su madre le expuso que no contemplara ir a una escuela superior.
“No sé qué pasó, a lo mejor, pues, mejoramos económicamente o algo, pero pude ir a La Central. Pero, en La Central siempre tenía la idea de que yo no iba a ir a la universidad, de que la universidad no era para mí. Yo no tenía ejemplos en el barrio, yo no veía a nadie que estudiara en la universidad. En mi casa nadie había estudiado. Eso como que me llevó. Entonces, lo que hice fue que en La Central cogí el programa de comercio que te preparaban en comercio y entonces tú podías ir a trabajar”, explicó.
Blanca se casó con un químico y tuvo tres hijos. Con su cuarto año de escuela superior, se desempeñó como secretaria o ayudante de secretaria.
Comentó que cuando criaba a sus hijos pensó en estudiar. Pero, alegó que su ahora exesposo le dijo que era como quitarle la oportunidad a otro joven de poder estudiar. Así que, no lo hizo. En el 2003 se retiró de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE) a los 52 años.
Diez años pasaron cuando su nieta, Gabriela Rosario Díaz, la impulsó a comenzar estudios universitarios. Para ese momento, la joven era estudiante de la Facultad de Estudios Generales de la IUPI y quería que su abuela cumpliera ese sueño de ser universitaria.
Pero, a la insistencia de la nieta, Blanca le contestaba con la mentalidad machista y limitante con la que se crió.
“Yo rápido le puse la excusa y le dije: ‘Yo tan vieja. ¿Ahora, yo me voy a poner a estudiar? No, no, no. Eso no es para mí, eso es para los jóvenes’”, relató.
La nieta, sin embargo, hizo los contactos en la UPR y logró que su abuela entrara de oyente en dos de sus clases. Comentó que cuando observaron su interés de estudiar, le ofrecieron ser parte del Programa de Educación Continua para Adultos (PECA), que tiene la IUPI. Bajo este proyecto, estudió por dos años clases nocturnas.
“A los dos años, entonces, me pasaron al bachillerato. Empecé a sacar buenas notas y me acostumbré”, indicó la mujer.
“Cuando empecé en el bachillerato, que era de día, y miré a los jóvenes, eso me pateó, me paniqueó y me quité. Yo dije que no, que me iba a salir, que yo no podía. O sea, que yo no estaba preparada académicamente para competir con ellos. Ellos estaban jóvenes y no me sentía que podía. Pero, mi hijo me dijo: ‘No te compares con ellos. Ellos tienen juventud, pero tú tienes experiencia, tú tienes sabiduría’. Eso como que me ayudó, ese empujón, y empecé el bachillerato y nada, me los eché en el bolsillo”, dijo riendo.
Blanca destacó que, de inmediato, logró hacer “equipo” con los jóvenes y que la aceptaran.
“La aceptación de ellos fue genuina. Nunca me sentí rechazada, igual con los profesores”, describió.
Entre las anécdotas que sacó a relucir, se incluía cómo los jóvenes podían hacer una asignación de un día para otro y ella se demoraba hasta cuatro días. Pero, aun con la desventaja que tenía, principalmente, por no saber utilizar la tecnología, observó que muchos de sus compañeros cometían errores por no leer.
Los tropiezos que superó
No todo le fue fácil a Blanca. Tenía que conseguir quién la llevara o trajera a la universidad, tomar una guagua pública, valerse del Uber o caminar 50 minutos desde su apartamento para poder estudiar.
Pero, el cáncer fue lo que más puso en peligro completar esta misión. Dijo que lo más que le afectó fue la enfermedad de su hija.
“Me destruyó. Me dio mucha depresión. Era una depresión que yo me pasaba llorando, acostada en la cama. Y yo me dije no… En el ‘19, yo dije no. Yo hablé con ella, (su hija), y le dije, ‘yo me voy a ir a estudiar, porque yo tengo que salir de esto. Yo no te voy a abandonar. Yo te voy a seguir atendiendo, pero me voy a estudiar”, relató.
Blanca sobrevivió, además, la pandemia y todos los cursos gracias a que sus hijos estuvieron pendientes a su uso de la tecnología.
Todas estas vivencias, Blanca las recogió en la tesina que realizó para poderse graduar. A la misma la tituló ‘Experiencias de mujeres mayores como estudiantes: Retos y dificultades de entrar a la Universidad: Estudio autoetnográfico”.
En su relato, destaca que es un ejemplo para que otros adultos mayores, principalmente mujeres que se dedicaron a la crianza de sus hijos, puedan estudiar en la universidad.
Pero, para quienes desea ser el mayor ejemplo es para su hija y dos de sus nietos que no han culminado sus estudios universitarios.
“Me encantaría que antes de morirme, por lo menos uno de ellos, me diga: ‘Abuela, me matriculé en la universidad’. Me encantaría. Eso sería un sueño”, comentó.
A futuro, Blanca no sabe si continuará sus estudios de maestría. Por lo pronto, labora como voluntaria en la oficina parroquial de la iglesia católica El Salvador, en Río Piedras. Además, irá en julio a un viaje a Italia y de crucero por el Mediterráneo. Ese fue el regalo que le hizo su familia por el logro de haberse graduado de la universidad.
No obstante, el decano de la Facultad de Estudios Generales, Carlos Sánchez Zambrana, le ha insistido en proseguir estudios de maestría.
“Eres un ejemplo para nosotros. Nos valida nuestra profesión de educadores”, le dijo entusiasmado el decano.