Dorado. Abandonados a su suerte.

A 40 días de que se reportara un deslizamiento en la carretera PR-2, a la altura del sector Río Nuevo del barrio Espinosa, los comerciantes y residentes perjudicados por el cierre del tramo están desesperados. Y no es para menos.

No solo han visto pasar los días en total desesperanza, contaron, sino que también sus ganancias han menguado o simplemente desaparecido en uno de los meses más lucrativos del año y todo ello lo han enfrentado solos.

“Si esto sigue la semana que viene tengo que cerrar, porque ¿qué yo voy a hacer aquí? Tendré que llevarme los carros para otro lado y cerrar el negocio, pero no aguanto más, no aguanta nadie”, indicó visiblemente preocupado Ismael Rodríguez, propietario del dealer Jácana Auto.

Relató que desde que se clausuró el tramo de carretera no vende un vehículo. La situación llegó a tal nivel que lo llevó a prescindir de los servicios de un empleado. “Aquí no se ha vendido un carro y lo más duro es que ninguna agencia del Gobierno se ha presentado a preguntarnos qué pasó ni a decirnos qué van a hacer con nosotros los comerciantes que siempre pagamos los platos rotos”, apuntó.

Los días los pasa observando los pocos autos que transitan por el lugar. “El que pasa por ahí es que no se acuerda que está el tramo cerrado”, dijo el comerciante, quien reclamó una acción temporal inmediata, como podría ser reabrir en ambas direcciones dos de los cuatro carriles afectados. “Lo más que hay por ahí son drones”, reclamó.

Funcionarios del Departamento de Transportación y Obras Públicas (DTOP) indicaron esta semana que esperan habilitar aunque sea un carril dentro de dos semanas para permitir el tránsito local en la zona.

El panorama en los negocios cercanos no es menos desalentador. De hecho, otro concesionario que queda dentro del tramo cerrado y para el que hay que atravesar una valla de seguridad y personal de guardia privada para llegar a él, cerró en los días pasados.

En la misma incertidumbre sobre el futuro de su negocio se encuentra Iván Córdova, de Dorado Mufflers, comercio que también queda dentro del tramo afectado.

Por ahora hace todo lo posible para evitar tener que cesantear a alguno de sus cinco empleados. Dijo que ha tenido pérdidas en ingresos de un 85%. “No están pasando carros y, al no pasar carros, no tenemos ventas”, sostuvo Córdova.

“Quien viene es el cliente fiel, el que es de toda la vida”, añadió.

A José Colón, del Junker Espinosa, el panorama se le complicó aún más pues luego del deslizamiento se cayeron las líneas telefónicas a causa de las labores y desde entonces permanece prácticamente incomunicado.

“El 60% de las ventas que hacemos es de gente que llama por el teléfono y pa’ colmo no tenemos teléfono desde el otro día del derrumbe y no ha venido nadie del Gobierno aunque sea a darnos una excusa, aunque sea a decirnos un embuste para uno por lo menos vivir en la ilusión”, puntualizó al agregar que no le llega ni un 4% de clientes al negocio.

Indicó que se comunicó a la línea Servicio al Afectado de Claro y al momento aún no ha recibido respuesta. “Me estoy sosteniendo porque papá Dios es grande, pero ya uno no puede, porque la carga mayor es en las Navidades y llevamos dos semanas de este año nuevo y no es fácil. Uno tiene empleados, uno tiene deudas y hay que ser responsable para eso”, dijo Colón.

A unos pasos está el colmado de Marianela Mateo. Allí la madre de dos niñas acostumbra a vender de todo, desde comida hasta boletos de la Lotería Electrónica. Pero, en los pasados días es poco lo que ha vendido. Ni la Loto tiene mucha salida.

“Hemos bajado en más de un 70% nuestro ingreso. Nosotros no somos propietarios de los edificios. Pagamos renta, pagamos luz, empleados, agua y tenemos niños. Ahora mismo no sabemos qué vamos a hacer”, apuntó la comerciante, que lleva 12 años con el negocio.

Respecto a la Loto, dijo que está vendiendo entre $500 y $600, cuando las ventas anteriormente sobrepasaban los $1,500. “Para ellos no es negocio ni para mí tampoco, porque para yo ganarme $5 tengo que vender $100”, apuntó.

Los residentes del sector también se han visto perjudicados, pues para llegar a sus hogares tienen que tomar un desvío que le toma unos 15 minutos, cuando regularmente lo hacen en dos.

Diana Vargas indicó que ha tenido que cancelar tres citas médicas debido a que desconoce el tramo que debe tomar. “Son (citas) por las mañanas y se me hace difícil dar toda esa vuelta para llegar a Bayamón”, señaló.

Las personas abordadas alegaron, además, que inicialmente el deslizamiento no era de gravedad, sino que se complicó a raíz de los trabajos que ha realizado el Gobierno para atender la emergencia.