Santa Isabel. Los citaron a las 7:00 a.m. y llegaron puntuales con la indumentaria adecuada para la ocasión: mahones, camisa de manga larga, tenis, botas, sombrero o gorra. Eran 29 hombres, la mayoría en sus veinte años, y una mujer. El gazebo –que es el punto de encuentro oficial– los acomodó, cuando los rayos del sol ya empezaban a calentar.

Esta vez no madrugaron para ir a hacer una de las tantas filas que se han vuelto cotidianas desde que María nos azotó. No satisfacían una necesidad individual, sino colectiva. Estaban allí convocados por el amor a su comunidad, por el deseo de servir al prójimo y para cumplir con una tarea que el Estado no hará por ellos: limpiar las casas de Playita Cortada. 

Bienvenido Maldonado Reyes, pastor de la iglesia Misiones de Santiago, les dio la bienvenida, pasó lista y repasó los dos objetivos de la brigada: “que las familias de la comunidad se sientan acompañadas” y “que ustedes puedan sostener a sus familias”.

El 2017 Hour Challenge Rebuilding My Community, gestado por la Asociación Pro Desarrollo Social, Económico y Cultural de Playita Cortada (ADESEC-PC) y la citada iglesia, consiste en que 30 residentes laboren en la limpieza de este barrio santaisabelino a cambio de un donativo de $20.17 por cada día de trabajo durante cuatro semanas. Entre sus tareas está despejar aceras, limpiar desagües, sacar escombros y acondicionar residencias, particularmente de adultos mayores y personas con discapacidad. La Agroferia de Santa Isabel, la iglesia y una compañía privada ya cubrieron el costo de las primeras tres semanas. La cuarta semana se pagará con donativos de empresas e individuos y se vislumbra hacer otra vuelta para darles oportunidad a más residentes.

Por un lado, estos voluntarios ayudarán a hacer desaparecer las montañas de muebles, colchones y otras pertenencias que los playicortadeños perdieron por la inundación. Además, generarán un ingreso en momentos en que varios  de ellos, que trabajan en fincas de la zona sur, quedaron desempleados a consecuencia del huracán.

“¿Recuerdan que Carlos Correa fue el primer puertorriqueño en ser seleccionado en primera ronda en Grandes Ligas? Vendrán otros, pero él siempre será el primero. Pues así mismo, Playita Cortada va a ser el primer barrio que va a hacer algo así”, afirmó Maldonado Reyes, provocando un aplauso sonoro. 

“Queremos ver a Playita Cortada nuevamente bonito y que todos cooperemos. Esto fue bien destrozado y hay mucha gente aquí que está sufriendo. Hay mucha gente incapacitada que no puede limpiar su casa y nosotros vamos a servir y ayudarles. Esto nos viene bien a nosotros y Dios algún día nos lo va a recompensar”, expresó Carmen Correa, de 49 años y única mujer de la brigada.

Mientras firmaban los relevos de responsabilidad requeridos por la iglesia, Carlos Rafael López, de 22 años, comentaba que esta oportunidad le viene como anillo al dedo. “Buscar trabajo ahora es más difícil. Viendo la situación en la que estamos y el descenso de la economía, esto es un resuelve. Quizás es temporal, pero más adelante te puede abrir más puertas para moverte a otras partes de Puerto Rico”, opinó el joven desempleado.

Culminado el papeleo, los trabajadores se montaron en dos guaguas pick up y partieron a las 7:48 a.m. hacia la primera calle de Playita Cortada, Buena Vista, que es simultáneamente la marginal de la carretera PR-1. Iban armados con los rastrillos, palas y machetes que les prestaron los propios vecinos. Todavía no tenían sierras, pero confiaban en que pronto llegarían.

Bienvenido Maldonado, padre del pastor y presidente de ADESEC-PC, les dio las instrucciones. Solo usarían machete los que tuvieran guantes, vaciarían los recipientes con agua, cuidarían la integridad física suya y la de sus compañeros. Salir herido no era parte del plan. La brigada se dividió en dos. Unos entraron a la residencia #164 de Filiberto Maldonado y otros se fueron a la calle de atrás.

“La verdad del caso es que el lugar es deprimente, igual que la casa adentro. Esta casa y la segunda fueron las que más impactó el río, donde más entró el agua y dañó prácticamente todo. Al ver esta ayuda comunitaria se siente uno un poquito más cómodo”, manifestó Maldonado, de 57 años.

El frente de su casa era un reguero de troncos y ramas. Uno de sus seis árboles de mango cayó sobre el techo y lo agrietó. Despejar el área fue la primera tarea de la brigada. José Ramón Ortiz, de 71 años, no lo pensó dos veces, agarró el machete y se puso a cortar.

“Me gusta cooperar con la comunidad y ayudar en la limpieza y en todo lo que pueda. Mucha gente mayor vive aquí y necesitan ayuda. Ahora mismo quien está trabajando aquí es la comunidad, no hay ayuda de parte del gobierno. La ayuda está estancada. Y nosotros lo vamos a hacer”, sostuvo Ortiz, quien se cantó campeón de los juegos de dominó que realizan en el gazebo.