A cinco años del fuerte temblor que estremeció al suroeste de Puerto Rico, los pueblos y comunidades de esa área todavía exhiben por doquier las cicatrices de esa sacudida que propinó la misma naturaleza que ha llenado de hermosura esa región.

Sin embargo, el potente sismo y las secuelas que le siguieron por meses y todavía hoy se dejan sentir, aunque por fortuna con menos potencia, no ha doblegado el espíritu de la gente.

En Guánica, que fue epicentro del movimiento más fuerte, esas marcas que quedaron se pueden ver en la forma de piedras desprendidas de los cerros, casas en ruinas, espacios vacíos donde alguna vez hubo una estructura o muros aún marcados con el cuadro rojo con una X en el centro indicando que el sitio es inhabitable.

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Sin embargo, también hay señales de que esas heridas van sanando, que se reflejan en estructuras en construcción, o casas ya reconstruidas.

Comoquiera, según aseguran residentes de Guánica, ese pueblo no ha vuelto a ser el mismo, y muchas de las personas que vivían allí para la fatídica madrugada del 2020, se fueron y no han vuelto, y en la mayoría de los casos tampoco se espera que lo hagan.

Para quienes se quedaron, ya fuera porque así lo decidieron o porque no tenían los recursos para irse a otro lugar, no ha quedado otra alternativa que seguir adelante y, a juzgar por sus expresiones, lo hacen con optimismo y esperanzados en que el pueblo recuperará el brillo que alguna vez exhibía.

En casa de Jesmarie Quiñones Costas, en el barrio La Luna, por ejemplo, todavía los muros del balcón y las paredes del baño están rajadas, y en una pared hay pintado un cuadro amarillo con una línea transversal que indica que la estructura presentas riesgos, pero no faltan las sonrisas y el buen ánimo en las tres generaciones de mujeres que viven allí.

“Se cumplen cinco años de aquella madrugada en la que nos despertamos asustados, no sabíamos qué estaba pasando, si la tierra se iba a hundir. No sabíamos nada, llenos de pánico, salimos, y obviamente no había luz. Fue algo que de verdad nos marcó. Fue bien impactante”, recordó Quiñones Costas, agregando que, en medio del caos, el temor y la oscuridad, todos, “como buenos vecinos que somos, nos dimos la mano unos a otros”.

“Ahora mismo, pues lamentablemente ya la vecina de enfrente no se encuentra, porque como perdió su residencia ella se fue a vivir, aquí mismo en el pueblo de Guánica, pero en La Joya. (Su casa) se perdió por completo, no tuvo arreglo”, comentó, agregando que otra casa cercana, “tuvo arreglo, el vecino logró venderla y se fue a vivir para Mayagüez con su familia. Y las personas que vinieron a vivir ahí, no la han vivido como tal, pero la están reconstruyendo, están haciendo algo bien bonito ahí”.

Esos escenarios se multiplican a su alrededor: vecinos que vendieron; otros que están construyendo, pero todavía no han podido volver; vecinos que no van a volver, y otros nuevos. La casa de al lado, de hecho, permanece caída, inhabitable.

Su vivienda, explicó, no se pudo arreglar, pues al ser una parcela con varias herederas, dos de las cuales están afuera, requería unos documentos “y hacer todo a base de abogados era muy costoso”.

“Como que no había el dinero pa’ resolver esto (la reparación), y estaban pidiendo pa’ ayudar a resolver (los documentos), el abogado pedía como $10,000 u $11,000 más o menos… so, pues todo quedó así. Después que la casa no se caiga, pues estamos bien. La pared del baño de mi abuela sí tuvo daños, porque tiene grietas y está como un poquito separada, pero hasta donde Dios… verdad, sigue de pie”, comentó, agregando que, por lo menos llegó una máquina del municipio que recogió los pesados trozos del muro del balcón que habían quedado en el jardín.

Su abuela, aunque muestra algo de temor porque los árboles alrededor puedan caer y causar daños, también optimista y sonriente, asegura que la casita “aguantó (el huracán) María, aguantó (el huracán) Fiona, los terremotos… está en las manos de Dios. Como le dije a un señor, primero se cae usted”.

Falta mucho por hacer

La joven Quiñones Costas agradeció la solidaridad que brindó todo Puerto Rico luego del temblor, pero agregó que, a cinco años del evento, aún hay necesidad y falta mucho por hacer. Cree que con el tiempo se han ido olvidando de Guánica y de la gente del área que sufrió daños con el terremoto.

“No todo está al cien. Y no hablo solamente por nosotros, hay más vecinos que no están al cien. Seguimos como que… sobreviviendo como uno dice”, indicó, aunque acotó que “otros, gracias a Dios, sí tuvieron la dicha que pudieron reconstruir y tienen su casita más fuerte que antes y la están viviendo”.

“Sí, me gustaría… no pido una reconstrucción nueva, pero las grietas y eso, sí me gustaría que nos dieran la mano para que la pared del baño por lo menos pueda quedar más sólida. Y el balcón aquí, que tenemos nenes pequeños, y ya ellos saben que no se pueden pegar mucho, pero…”, deseó. “Eso sería lo único que quisiera”.

“Pero tenemos salud, que es lo más que importa. Así que, pa’lante”, afirmó, retomando la sonrisa y el entusiasmo.

Las cosas no son iguales

En la plaza del pueblo, dos vecinos también dijeron que el temblor cambió a Guánica para siempre, y añoran que pueda volver la gente y de alguna forma el pueblo pueda volver a ser como antes.

Don Miguel Rodríguez Santana recordó que aquel temblor “bien fuerte”, que “le metió miedo a la gente”, al punto que muchas personas decidieron irse de allí, y algunas personas, aseguró, en medio de la angustia, incluso se quitaron la vida.

“Guánica ya no es como antes. Antes era más alegre, había más gente. Ahora es un pueblo solitario. La gente se ha ido pa afuera y dejan to botao. Ya no se ve como antes”, lamentó.

“No hay casi gente, tal como antes, no hay. Yo vivía aquí y ahora mismo no he encontrado ni seis familias de tantas que había”, agregó doña Ilda Cabazas Rivera.

El deseo común de ambos es “que volviera a ser el Guánica de antes, que ibas dondequiera y al ver a la gente te hablaban, conversaban y compartían”.

“Al pasar eso (el temblor) la gente se ha aislado mucho. Eso cambió mucho al pueblo. Yo quisiera que puedan mejorarlo (el pueblo), que arreglen más casas, para que la gente vuelva y vuelva a ser el Guánica de antes”, suplicó Cabazas Rivera. “Pero tengo positividad que eso tiene que volverse a arreglar, y que vuelva a levantarse la gente que está en el piso. Con el favor de Dios, yo espero que sí, que va a mejorar”.

Mantienen una actitud positiva

De vuelta al barrio La Luna, quizás quien mejor refleja ese espíritu de seguir luchando y poniendo buena cara al mal tiempo, se puede sentir en la familia de Omayra Padilla Vicenty, quien junto a su esposo Eric Ruiz y sus hijos Eric Gabriel y Daneysha vive hoy en una casa levantada por ellos mismos, paso a paso y con mucho esfuerzo, en el lugar donde se desplomó la que tenían antes.

“Aquel 7 de enero, a eso de las 4:00 de la mañana, nos levantamos y al mirar el cuarto de la menor, aquella pared se había caído. Pensamos que habíamos perdido a la nena en aquel momento, lo cual no fue así”, recordó. “Cuando amaneció que nosotros miramos nuestra casa, no era una casa. Todo estaba roto”.

Agregó que entre los vecinos se ayudaron y ofrecieron primeros auxilios. Inicialmente se fueron a vivir con familiares en Yauco, pero regresaron porque se estaban robando lo que quedaban en las casas en ruinas. Al carecer de techo, “amueblamos” dos guaguas, “le pusimos matresses, las habilitamos completamente, y allí pernoctamos durante algunos meses”.

Al ver que no llegaba ayuda, “y no era para menos porque había que evaluar muchas cosas para que la ayuda llegara”, tomaron las riendas en sus manos y comenzaron a construir su casa. “Fue sacrificio de nosotros, día y noche, lluvia, sol y sereno, hasta lograrla”.

“Este barrio quedó obsoleto. Aquí fueron muy pocas las familias que quedamos. Muchos se fueron. Muchos vinieron, compraron otras personas que no eran las que vivían en este barrio. Pero está llegando gente y eso es lo queremos ver, que nuestro barrio no quede solo”, afirmó Padilla Vicenty, asegurando que todavía lo sufrido en 2020 “es un dolor que todavía queda, es algo latente, que cuando hay un movimiento telúrico pensamos que va a volver a regresar”.

“Pero tenemos que seguir luchando, tenemos que seguir trabajando, tenemos que salir a la calle, trabajar por nuestros hogares, no quedarnos en aquel 7 de enero”, afirmó. “Hoy, estamos a 6 de enero, han pasado prácticamente cinco años de esos movimientos telúricos. ¿Que nos quitaron algo? Sí, nos quitaron algo. Pero nos dieron mucho. Nos dieron fortaleza, algo que quizás antes no teníamos. Antes quizás no tenías fe, hoy la tenemos. De que cada peso que tú cobras en un cheque quincenal, dices, ok, puede ser para algunos gastos, pero también para tu casa. No te quedes en ese 7 de enero, tienes que luchar. Porque si tú tienes familia, tú tienes que luchar, tú tienes que salir adelante. No nos podemos quedar en el suelo. Tenemos que ser resilientes, luchadores”.

Todavía más, Padilla Vicenty asegura que, al ser considerados “epicentro”, en Guánica “nosotros tenemos que ser para otras personas la mejor fortaleza que pueda tener Puerto Rico. No fue Guánica, no fue Guayanilla, no fue Peñuelas, fue todo Puerto Rico, fue un movimiento a nivel isla. ¿Que fuimos los más perjudicados? Claro que sí. Pero tenemos que enseñarle a todo Puerto Rico que nosotros podemos salir adelante con lo poco, lo mucho, la ayuda llegó, no llegó. Pero el tiempo sigue, no nos podemos estancar”.

No obstante a ese espíritu de lucha, Padilla Vicenty, una asistente de salud que tras los terremotos fue voluntaria y, pese a que había perdido su casa, salió a repartir agua y alimentos a quienes más lo necesitaban, solo desea que, no solo en Guánica y pueblos aledaños, sino en cualquier lugar de Puerto Rico, “cuando llegue una ayuda realmente se utilice para lo que es”, y no vaya a parar a manos de quienes realmente no la necesitan e incluso se lucran con esas ayudas.

Yo quiero que Guánica, como un pueblo que ahora mismo está aún levantándose, yo digo que gracias a Dios y a las personas que mueven este pueblo, pero me gustaría que todos pudieran tener su residencia, que si una persona todavía le falta ayuda, aún a cinco años de los terremotos, se le brinde esa ayuda. Porque es triste ver que hay personas que todavía se han quedado quizás en el olvido”, reclamó.