A pocas horas de que llegue el huracán María a Puerto Rico, se seca la risa. Se agotan las bromas que dejó el paso lánguido de Irma por la isla, que, pese a lo débil, dejó a muchos sin el servicio de energía eléctrica en el país.

Quizás ese roce casi infantil que Irma dio a Puerto Rico, comparado con la monstruosidad de sus vientos y la devastación que dejó en las islas vecinas, provoca una sobredosis de seguridad. Quizá por eso algunos que tienen que desalojar sus casas en zonas inundables prefieren quedarse resguardados por sus paredes y sus recuerdos. O quizá la ferocidad de María ni siquiera puede ser imaginada, a no ser por quienes sobrevivieron al segundo San Felipe, en 1928.

Relacionadas

Así que, en esas horas previas a la madrugada del 20 de septiembre, cuando María es un vórtice rojo que atraviesa el Caribe, a paso lento y pesado, arrasando con varias Antillas menores,  se extiende en Puerto Rico una ola de densa incertidumbre. Hay pesadez en los minutos que se descuelgan del reloj. Hay miedo.

Entonces, el otoño se hace de golpe. Las ramas pierden sus hojas, y algunos árboles, sus raíces. La madeja de troncos y postes eléctricos tumbados al suelo ahogan las carreteras. Se desprenden techos, colapsan paredes, vuelan mesas y ventanas. Los ríos se salen de su cauce y redirigen el impulso de sus corrientes contra avenidas y hogares. Y se arma el silencio. El silencio atroz. Casi ciega el gris del cielo tras la tormenta. La ausencia de sol y de risa. El llanto. El shock. El tiempo se suspende. El país, en estado catatónico.

Día 0: 20 de septiembre

A las 6:04 a.m., el ojo del huracán entra por Yabucoa con vientos de 155 millas por hora. A las diez de la mañana, ya el 80% de las viviendas de Juana Matos en Cataño están destruidas. Al mediodía, el 100% de la población está sin luz. Se cuela el agua en hospitales y oficinas, en casas y refugios. Las llamadas llegan a los centros de emergencia. Por el peligro, los rescatistas no pueden acudir al auxilio las personas atrapadas. Algunos lloran. Es poco lo que se sabe en esta isla a oscuras.

Día 1: 21 de septiembre

Después de la tormenta, no viene la calma, sino el vacío. Casi el 80% de las torres de comunicación están en el piso; el país está incomunicado. No solo aumenta la desesperación familiar, el propio gobierno no sabe de los municipios fuera del área metropolitana. En la madrugada, vecinos de Levittown se levantan con la sorpresa del agua del río La Plata inundándoles las casas. Cientos de personas buscan refugio y salida en los techos. La pregunta acuchilla el aire: ¿Cuántos más?

Día 2: 22 de septiembre

El agua define su doble rostro. Mientras solo un 25% de los abonados cuenta con servicio de agua potable, se registra un aumento dramático en el nivel del lago Guajataca. Las autoridades alertan: hay una rotura en esa represa y puede colapsar. El gobierno ordena el desalojo inmediato de comunidades próximas. El sureste y la montaña siguen incomunicados. El país está sin luz. Quedan 15,000 refugiados en instalaciones del estado. La cifra extraoificial de muertes es 16.

Día 3: 23 de septiembre

Las necesidades se multiplican. En Arecibo, Barranquitas y Río Grande, piden agua y alimento. En Vega Baja y Cayey, combustible para los hospitales. En Canóvanas y Loíza, hay áreas inundadas. Todavía falta lograr comunicación con 18 alcaldes. En el área metro, comienzan a formarse largas filas en las gasolineras. El Centro Médico está sin luz; los familiares de los pacientes se desesperan por el fallo en los aires acondicionados. Tres días, y hay miles que no han podido comunicarse con los suyos.

Día 4: 24 de septiembre

El país ha modificado su paisaje. La ciudadanía crea rutinas dispares dentro del nuevo esquema. Mientras miles hacen largas filas por el combustible y el cash, todavía hay zonas inundadas, todavía hay personas que duermen en los techos porque no los pueden socorrer por tierra. Todavía no se sabe de Jayuya, de Lajas, de Quebradillas, de Sabana Grande, de Villalba. El país entero está sin luz. El 92.5% de las torres de telecomunicaciones están inoperantes. Puerto Rico se recupera a dos tiempos.

Día 5: 25 de septiembre

Al borde de una crisis humanitaria, todavía hay zonas incomunicadas, 11,300 personas permanecen refugiadas. El gobernador Ricardo Rosselló pide al gobierno federal que no solo  dote a Puerto Rico de ayuda para mitigar la devastación, sino de impulso financiero para reconstruir. Donald Trump responde: “Gran parte de la isla está devastada con miles de millones de dólares adeudados a Wall Street y a los bancos, algo con lo que, tristemente, se debe lidiar”. La deuda impera. 

Día 6: 26 de septiembre

Más de mil contenedores repletos de agua, medicinas, generadores, autos, materiales de construcción, equipo eléctrico y neveras permanecen  en el puerto en ausencia de una ruta efectiva de distribución a los lugares necesitados de la isla. La cadena de suministro de combustible ha colapsado. La versión oficial es que no hay camiones suficientes par sacar la mercancía de los muelles. Mientras, los asaltos y saqueos se hacen cada vez más frecuentes alrededor del país.

Día 7: 27 de septiembre

Ha pasado una semana, y todo sigue igual: las largas filas por el combustible, la ausencia de luz, los reclamos públicos de que la ayuda no llega. Solo un 27% del servicio de celular funciona, y dicen que la lenta recuperación se debe al robo de diésel y a los actos vandálicos contra la fibra óptica. Los suministros siguen en el muelle. Orquestan un plan de logística para desenredar el nudo del combustible y hacerlo llegar a los sectores estratégicos: banca, hospitales, farmacias, alimentos, seguridad, telecomunicaciones, égidas, desperdicios, comercios pequeños. 

Día 8: 28 de septiembre

En Lares, lidian con cadáveres que salieron de sus fosas cuando el cementerio se quebró a la mitad. En el Instituto de Ciencias Forenses, no saben qué hacer con los cuerpos acumulados  y, a las afueras, colocan un furgón a modo de morgue. Los alcaldes reportan más muertes que las que certifica el gobierno -muertes por ahogamiento, deslizamientos, accidentes, golpes e, incluso, por falta de combustible en algunos hospitales-. Causa temor que esa cifra ascienda. Es una crisis humanitaria.

Día 9: 29 de septiembre

Porta las tres estrellas en el pecho. El teniente general Jeffrey Buchanan es el nuevo reponsable de las operaciones militares en la isla. Su plan es aumentar la capacidad de recursos, duplicar la aviación, socorrer las necesidades médicas y trabajar en la logística. En las carreteras, se repiten los uniformes de camuflaje. El control militar se dispara a medida que adolece la respuesta del gobierno. Según el administrador de la región de FEMA, John Rabin, tomará hasta seis meses la recuperación.

Día 10: 30 de septiembre

La mitad de los abonados tiene servicio de agua potable, y un 5% tiene servicio de luz. Las telecomunicaciones están restablecidas en un 30%, y solo 96 de las 1,600 torres están funcionando. Sobre 11,000 personas permanecen en 158 refugios, muchos en Ponce, en San Juan, en Utuado y Toa Baja. Los ciudadanos hacen más filas y siguen clamando por sus necesidades básicas: piden agua, comida, combustible. En los muelles, los furgones siguen con libras y libras de suministros.