Aunque no ha llegado el inicio oficial de la primavera, cuyo equinocio  es en marzo, ya llegó el día de volar chiringa, ese objeto volador muy bien identificado que se suele ver en los alrededores de El Morro.

Volantines en algunos sitios y papalotes en otros, la chiringa ocupa un espacio muy especial en los recuerdos infantiles. Algunos, eso sí, bastante tristes porque son muchas las historias de chiringas que  se van a volar por su cuenta y el desconsolado menor se queda con el hilo en la mano.

Hay casos también en que se debe ejercer la paciencia porque, aunque se toma la precaución de no ponerse a volar cerca de otra persona que hace lo mismo, a veces las chiringas se las traen y terminan entrelazadas como si no quisieran separarse nunca. Si el enredo es de varias vueltas, a veces no hay otra opción que bajarlas para poder desatarlas. Y claro, lograr mantener una chiringa a una altura considerable y tener que bajarla por puro enredo no es simpático para nadie.

Los cometas, otro nombre para chiringa, se usan en varias culturas para celebrar ocasiones y rituales especiales. En Puerto Rico no. Basta con que haya un día con sol y brisa para irse a volarla en la grama del El Morro.

Tanto así que no hay uno, sino varios festivales de chiringas que buscan mantener viva la tradición del cometa.

Aunque es una actividad bastante segura, hay precauciones que se deben seguir y, por supuesto, los menores nunca deben volar chiringas sin la supervisión de un adulto.

Es importante volarla  lejos de líneas de electricidad o árboles y en días soleados y un poco ventosos. Aléjese de barrancos que con la emoción de correr tras ella se puede ir por el risco y, si queda atrapado en un árbol, déjela ahí. Es peligroso subirse y, además, no sabe si hay un tendido eléctrico que haga contacto.