Se destacó en la televisión con Pacheco y también en Telemundo

Una vez empieza a maquillar su rostro marcado por el paso del tiempo, Pedro Santos se va transformando por sus gestos, jocosos sonidos y comentarios, en el simpático, dinámico e inquieto payaso “Pirulí”.

A sus 81 años de edad, Pirulí está claro que “el payaso nace, no se hace”. Y es por ello que se siente agradecido con la vida porque desde hace seis décadas ha vivido de lo más que le apasiona, que es hacer reír a niños y adultos.

Con su espontaneidad y una contagiosa energía, tal cual niño feliz, Pirulí revela en entrevista con Primera Hora que “siento que me debo a los niños y mi meta es hacerlos reír. Me olvido de todo, me olvido de que soy Pedro Santos”.

Pirulí se siente orgulloso de que es el primer payaso puertorriqueño en pertenecer a la organización Clowns of America International desde la década del 70, organización de la que también fue vicepresidente de la región de países latinos por más de 20 años.

Desde el Parque Central de los Niños en Bayamón, donde labora como payaso de miércoles a domingo, explica que por su maquillaje y atuendo su estilo es auguste, que en alemán se refiere al payaso tonto, torpe y gracioso.

Su experiencia la pulió trabajando con figuras como Gaby, Fofo y Miliki; así como en circos como Hermanos Marcos, Continental de Colombia y en República Dominicana, San Martín y Curazao. Su dedicación por los pequeños le ganó ser en 2006 nombrado mariscal de los niños del Desfile Nacional de la Parada Puertorriqueña en Nueva York, EE.UU.

Pirulí, quien enviudó hace un año y tiene dos hijos, varios nietos y biznietos, lamenta que no existan programas enfocados en la grey infantil como lo fue Pacheco, en el que se destacó, así como también en Lagrimita y sus amigos, de Paquito Cordero, en Telemundo.

¿Cómo empezó todo?

Soy payaso desde que nací, toda mi vida he sido payaso. Mi mamá (embarazada) el 23 de febrero de 1932 estaba en la avenida Ponce de León viendo el desfile de un circo y le dieron los dolores de parto y (trasladada al hospital) vino al mundo este que está aquí. Y el doctor le puso en una esquinita del certificado: ‘Nació un payaso’. Ay, cuánto yo daría por ver ese certificado, que lo hacían a mano, porque ahora todo es electrónico.

¿Cuándo comienza a maquillarse?

Siendo niño me pintaba la cara con crayolas, lápiz de labio y pintura témpera, porque yo no sabía qué utilizar. Fueron los payasos del circo de los Hermanos Marcos (ubicado con su carpa en la Parada 24 de Santurce, con quienes hizo amistad) los que me regalaron las pinturas que necesitaba.

¿Cómo empezó la vocación?

Empecé en los años 50 cuando en las fiestas patronales las machinas eran a vellón. Me contrataban para estar en las machinas y me daban de $25 a $35.

¿Por qué Pirulí?

Yo recogía botellas en los años 40 para cambiarlas por los pirulí (dulces en forma cónica) y decían: ‘Allá viene el botellero a cambiarte la botella por pirulí’, y no cobraba, porque yo los regalaba.

¿Cómo es la vida del payaso?

Es divertida, es para hacer reír. Los payasos no lloran. Pero fuera del maquillaje es otra cosa... Yo soy serio sin estar maquillado y la gente no cree al verme que yo soy el payaso Pirulí.

¿Qué le borra la sonrisa?

El maltrato y abuso sexual a los niños. Estoy dispuesto a hacer cualquier comercial gratis, que diga: ‘No maltrates ni abuses sexualmente de un niño, recuerda que fuiste un niño’. Sinceramente cada vez que leo en el periódico lo que un padre hace con su hija de siete o ocho años, me pongo triste.

¿Qué le ha regalado esta vida de payaso?

Me ha regalado la dicha de hacer reír y entretener a niños de uno a 90 años.

Aunque tiene 81 años de edad, Pedro Santos continúa transformándose en el dinámico e inquieto payaso “Pirulí”.

¿Cuándo piensa retirarse?

Me voy a retirar... (mira hacia el techo de su camerino en el parque) cuando mi señora (Rosario Rosado) me llame, y me lleven a una finquita que tengo en Hato Tejas, Bayamón, donde no pago mantenimiento, no pago seguridad, que es en el (cementerio) nacional.

Pero para eso falta. Por ahora, sigue riendo y hace sonidos graciosos acompañados con gesticulaciones en su rostro, como todo un payaso.