El reencuentro fue alterado por lo insospechado, pero sobrepasó las expectativas en ternura y cariño; unos inquebrantables sentimientos que van más allá de las palabras o la memoria resguardada en lo más recóndito de un ser humano. 

Fue así que las emociones sobraron cuando Victoria “Melo” Muñoz Mendoza cruzó la puerta de aquella humilde residencia -ubicada en el barrio Casablanca de Luquillo- para visitar a su adorada “Caya”, la nana del hogar del primer gobernador electo democráticamente en Puerto Rico, don Luis Muñoz Marín.

“¡Hola, Caya! Soy yo, Melo. ¿Te acuerdas de mí? Yo soy tu hija, Caya. Tú nos criaste a mi hermana Vivian, y a mí”, expresó Melo a la señora que estaba sentada en una silla de ruedas con una bata color lila que resaltaba su hermoso color de piel. 

(Para Primera Hora / Ingrid Torres)
(Para Primera Hora / Ingrid Torres)

Caya -cuyo nombre de pila es Ocadia Quincuagésima Carmona- miraba a Melo y sonreía. Y volvía a sonreír una y otra vez sin quitarle la vista de encima. Estaba como tratando de buscar en lo más profundo de su esencia aquella cara tan familiar. El rostro de aquella niña que acurrucó cuando se mudó en la década del 40 de la costa este de Puerto Rico a Isla Verde para cuidar a las hijas que Muñoz Marín procreó con doña Inés Mendoza.

Para aquel entonces, Caya tenía sólo 20 años y desde su arribo a la familia Muñoz Mendoza la hicieron parte del seno hogareño. Tan es así que la nana se mudó con ellos a la casa en la que vivió la familia en Trujillo Alto, desde 1946 hasta el 1980, fecha en que el exgobernador falleció. Actualmente, el lugar cobija a la Fundación Luis Muñoz Marín.

También vivió la histórica elección de Muñoz Marín como primer gobernador electo por los puertorriqueños y se mudó a La Fortaleza como parte del equipo de trabajo doméstico de la primera familia del País.

(Para Primera Hora / Ingrid Torres)
(Para Primera Hora / Ingrid Torres)

“Esa fue la época más feliz de su vida. Y hasta el otro día siempre mencionaba a Melo y a Vivian. Recordaba mucho también el tiempo que cuidó a don Luis cuando enfermó”, expresó Carmen Ida Rivera Carmona, sobrina de la mujer que el pasado diciembre sufrió un golpe aparatoso en la cabeza, tras una caída en su hogar. Desde entonces, le han dado varios derrames cerebrales que la mantienen senil.

“Ella no estaba así. ¿Verdad que no? ¿Qué te pasó Caya? Mira, te tengo una sorpresa. Mira a quién te traje. Esta es Natalia, la nena de Vivian. Tú eres su madrina. ¿Te acuerdas?”, le decía Melo a la señora, quien estaba acompañada de su sobrina.

“Linda”, logró pronunciar entonces Caya mientras le tocaba el rostro a Melo, quien devolvió el gesto acariciando el rostro de la  anciana de 94 años. Luego le dio un beso en la frente.

Melo contó a Primera Hora que tenía solo cuatro años cuando conoció a Caya, quien con los años se convirtió también en niñera de sus hijos y los de su hermana (los nietos de Muñoz Marín). 

(Para Primera Hora / Ingrid Torres)
(Para Primera Hora / Ingrid Torres)

A pesar de que Caya se retiró hace muchos años, Melo nunca dejó de buscarla. La última vez que se vieron fue hace poco más de un año. En esa ocasión, conversaron de todo un poco. Y, como siempre, rememoraron algunas instancias de aquella época que las unió. Y hasta oportunidad hubo para las fotografías. En cambio, la vida de Caya cambió tras el accidente, y Melo lo desconocía.

“Yo la quiero mucho y ella lo sabe. Cuando Caya llegó a mi casa, lo primero que mi mamá le encargó fue que nos engordara… es que mamá venía de una época en la que muchos niños morían. Incluso, dos de sus hermanos murieron de pequeños. Entonces, ella tenía la creencia de que mientras más nos alimentaran -en su caso, sobrealimentaran- mejor inmunizados estábamos. Y para eso estaba Caya, para ponernos redonditas. Y lo logró”, cuenta riéndose.

Melo recuerda que Caya era buenísima relatando cuentos. Y no eran historias tradicionales como Caperucita Roja. “Eran historietas inventadas por ella. A nosotras nos fascinaba escucharla, nos quedábamos con la boca abierta y ahí ella aprovechaba y nos metía el boca’o de comida”, sigue relatando.

(Para Primera Hora / Ingrid Torres)
(Para Primera Hora / Ingrid Torres)

Rememoró también que Caya acostumbraba a jugar con ellas. “Nos íbamos para ‘El mirador’ que había en Fortaleza y allí bautizábamos a las muñecas”, dijo soltando una carcajada como quien recuerda una travesura.

Algo que también le llamó la atención de su nana, fue su deseo inmenso de estudiar. “Ella culminó su cuarto año cuando estábamos en Fortaleza. Iba todas las tardes a estudiar y regresaba hablando de todo lo que aprendía. A Caya le encantaba estudiar”, expresó. 

Natalia, por su parte, dice recordar que se refugiaba en Caya cuando peleaba con sus hermanos mayores. “Ella siempre me decía: ‘eso no es nada, no les hagas caso’. Me acuerdo también que me encantaba abrazarla porque tenía un olor a jardín, bien rico. Su olor nunca lo olvidé”, dijo una de las 10 nietas de Muñoz Marín.

La visita se prolongó por una hora. Ya era tiempo de marcharse y que Caya tomara su siesta. Melo y Natalia la despidieron al son de abrazos y de fuertes apretones de mano.

(Para Primera Hora / Ingrid Torres)
(Para Primera Hora / Ingrid Torres)

“Para mí, aun con su memoria de 94 años disminuida, Caya sigue siendo destino de alegría. Al final de todo, lo que le queda es la alegría. Lo mismo que repartió con tanto amor a tantas personas a través de la vida. Me consuela que está rodeada de amor. Es una bendición haber sido querida por Caya”, expresó conmovida Natalia. 

“Caya, me voy. Te quiero mucho”, se despidió Melo.

Y entonces, pasó algo muy emotivo. Por unos segundos Caya pareció ubicar sus recuerdos, pues miró fijamente a Melo y le respondió: “Dios te bendiga y te cuide siempre”, no sin antes lanzarle un beso.

(Para Primera Hora / Ingrid Torres)
(Para Primera Hora / Ingrid Torres)