Ayer despertamos con la triste noticia del primer asesinato por violencia de género del año. El agresor de la mujer le propinó varias heridas con un cuchillo, provocándole la muerte en la escena, donde había tres menores de ocho, dos y tres años, saliendo herida físicamente la mayor. Al leer esta noticia recordé un caso similar del año pasado donde un menor de dos años con sus piecitos mojados en la sangre que cubría el piso abrió la puerta de su hogar a los agentes de la policía luego de que su madre fuera asesinada. También regresó a mi mente el caso del 2016 donde un hombre de cincuenta años acabó con la vida de sus hijos/as de cinco, siete y nueve años, como resultado de un incidente de violencia de género.

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), cada año a nivel mundial unos 275 millones de niños y niñas son expuestos a la violencia en el hogar. Sin embargo, Childhood Domestic Violence Association(CDV), una organización sin fines de lucro especializada en el tema, calcula en casi 1,000 millones el número de niños afectados por la violencia doméstica con secuelas de por vida y que en la adultez son seis veces más propensos al suicidio, cincuenta veces más propensos al consumo de drogas y alcohol y sesenta y cuatro veces más propensos a cometer crímenes violentos.

Desde el 2014, en la Red por los Derechos de la Niñez y la Juventud (REDENIJ) hemos planteado en diferentes espacios, que en Puerto Rico los niños, niñas y jóvenes en contextos de violencia contra las mujeres se mantendrán invisibles mientras no contemos con una política pública que ordene la recopilación de estadísticas oficiales y un sistema articulado desde donde se pueda establecer seguimiento estadístico adecuado.

Aunque se registran datos de menores con sus madres o encargadas que solicitan órdenes de protección donde se incluyen los menores y, por otra parte, los menores removidos por el Departamento de la Familia en casos donde coexiste maltrato a menores y violencia doméstica son registrados en su estadística, lo cierto es que no todas las víctimas solicitan órdenes de protección y tampoco el Departamento de la Familia interviene con todos los casos en los que se manifiesta esta violencia. Ante la falta de estadísticas oficiales se perpetúa la invisibilidad de miles de menores que viven en entornos familiares donde se manifiesta la violencia de género y se dificulta el acceso a recursos para la prestación de servicios adecuados y específicos. Según un estudio realizado por la organización Save the Children en el año 2006, sobre el “Análisis de la atención a los hijos y las hijas de mujeres víctimas de violencia de género”, los niños y las niñas son víctimas de la violencia de género que se ejerce sobre sus madres, y son víctimas en todos los casos de violencia psicológica y a veces también física directamente.

La exposición a la violencia de género origina efectos muy nocivos para la niñez, independientemente de la edad de los menores que la sufren, que van desde retraso en el desarrollo, desordenes en el sueño y alimentación, trastorno de estrés postraumático, baja autoestima, depresión, bajo aprovechamiento académico y otras alteraciones de conducta y habilidades sociales. Es urgente tomar acciones legislativas que den visibilidad y acceso a recursos, para atender de manera más efectiva a esta población revulnerabilizada por este grave problema de salud pública.