“Un escudo luminoso la protegió”.

Una anciana de 85 años sobrevivió a los siete impactos de balas que le hicieron dos guardias de la Unidad de Ciclismo de la Policía Municipal de Guaynabo y vive para contarlo.

El agente Emmanuel Ortiz Díaz, según se identificó, disparó directamente a la cabeza a través del parabrisa, y también a la cabeza, por el lado del chofer.

“Cada vez que una bala entraba, una luz aparecía”, relató Catalina Reyes, quien está convencida de que está viva porque sucedió un milagro.

“Hice mi compra y tengo la guagua parada en el parking de impedidos. Cuando voy a salir, la guagua se aceleró en reversa… yo, maniobrando, le halé la emergencia y la aguanté de un árbol que había allí. Detrás de los árboles habían tres policías… alineé y los guardias me siguieron a tiros”, relató Reyes a Primera Hora. “Mire cómo me pusieron el brazo (tenía moretones). Yo levanté las manos y dije: '¿Pero qué pasa? La guagua tiene desperfecto, no es mi culpa’. (Me dijeron) Es que usted nos iba a matar. Pero si ellos estaban detrás del árbol en donde yo me estacioné…”, sostuvo.

“Me llevaron a un lugar y me dijeron: 'Hínquese ahí. Me humillaron de la manera… yo no soy una persona dañina, yo soy de la iglesia Discípulos de Cristo”, apuntó.

“Me hinqué, levanté las manos. Cuando les pareció, dijeron: ‘Levántense', como si yo fuera un bandido. ‘Ahora siéntese ahí ( en el piso) y no se mueva’, me dijeron. Ésa es una humillación”, dramatizó.

En la escena, el sargento Carlos Rojas del CIC, quien junto con un equipo tomaban fotos de los orificios de las balas, indicó que tanto el agente Ortiz, quien disparó, como su acompañante, Eliud García Hernández, fueron desarmados y se los llevaron para interrogarlos.

¿Qué usted cree de esos balazos?, preguntó Primera Hora.

Dios hizo un milagro. Las balas entraron. Hay dos orificios. ¿Cómo es posible?– dijo perplejo.

La hija de doña Catalina, Elsie Rosas, quien también pasó el mal rato de su vida, dijo bien afectada y furibunda: “'El no miró. Él tiró a lo loco. Él tenía hambre de usar sus armas y la encontró con la persona más inocente. Una persona de 85 años”, expresó.

¿Ella no escuchó el alto?

“No, no, no. Es que la guagua se le aceleró. Cuando se paró la guagua, él la puso de rodillas. Tírate en el piso – dijo indignada.

“Yo pienso que basta. Ya es tiempo que no sólo los gobiernos municipales, sino el Gobierno estatal haga un escudriñamiento de a quién ponen a usar armas de fuego. Eso no es una paleta, no es un juego. Es un arma mortal y están atentando con los civiles de este país”, denunció.