Se desahoga hija de una de las víctimas de Guarionex
Lynette Román Torres comparte por primera vez el dolor que le provocó el asesinato de su padre, Frank Román Rodríguez.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
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Nota del editor: Primera de tres entrevistas a familiares de víctimas de la matanza en la Comandancia de Ponce.
El sabaneño, a punto de cumplir 50 años de edad, 28 de ellos en la fuerza policiaca, era locura con su esposa, sus tres hijos y tres nietos, a quienes a pesar de sus complicados turnos de trabajo les dedicaba todo el tiempo que podía.
Faltando solo tres días para irse a agotar sus licencias de cara a la separación definitiva de su trabajo, esos planes se troncharon porque Román Rodríguez fue asesinado junto a dos mujeres policías en la oficina de administración de la Comandancia de Ponce. Por estos crímenes, perpetrados hace casi un año, resultó convicto el entonces colega de las víctimas Guarionex Candelario Rivera.
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“Él ya podía irse a agotar sus días, pero no, quiso estar ahí porque sabía que para diciembre sus compañeros tenían mucho trabajo”, dijo a Primera Hora Lynette Román Torres, hija mayor del comandante ascendido póstumamente a teniente coronel.
Román Torres, de 28 años y madre de un niño de 11, recordó que se movilizó rápido al saber que aquella mañana del 28 de diciembre de 2015 tres policías habían sido asesinados en el lugar de trabajo de su papá.
“Ese día era mi aniversario y estaba lista para salir con mi esposo cuando recibo una llamada de mi mamá de que un conocido le había dicho que había pasado algo en la Comandancia, pero no se sabían quiénes eran (los fallecidos). Ella estaba llamando a mi papá y él no le contestaba. Le dije: ‘estate tranquila que averiguaremos’”, narró.
“Subí a su casa a buscarla (a su mamá), fuimos al trabajo de mi hermano menor, pero ahí me llama mi otro hermano y me dice que había subido una patrulla y le había dado la noticia de que uno de los que había fallecido era mi papá. Nos volvimos locos, era algo que no nos esperábamos porque mi papá siempre era buenísimo con todo el mundo. Ese día yo solamente le pedía a Dios que no fuera él”, expresó quebrada por el llanto.
Román Torres describió a su papá como un hombre “muy inteligente, recto, seguro de las cosas que hacía y servicial”. A pesar de que él no comentaba las cosas de su trabajo en el hogar, no le conocía problemas en ese entorno.
“No tengo palabras para describir a mi papá. Era alguien súper especial para toda su familia, sus compañeros y sus amistades, porque todos me lo han hecho saber”, afirmó.
Durante las exequias, la familia del comandante se reconfortó con la solidaridad de los policías que le conocieron.
“Sus compañeros fueron muy atentos con nosotros, yo no conocía a ninguno y ellos venían donde mí a hablarme súper bien de mi papá”, dijo.
Dos familias en una
El procesamiento judicial de Candelario Rivera por los asesinatos de Román Rodríguez, la teniente Luz Soto Segarra y la agente Rosario Hernández de Hoyos transcurrió con relativa rapidez. Aun así, Román Torres dijo haberse desesperado por la lentitud de los procesos. Luego se tranquilizó “porque sabía que el momento que yo tanto esperaba iba a llegar, y así fue”.
El día del veredicto, al salir al pasillo del quinto piso del Tribunal de Ponce, Román Torres liberó sus emociones con un llanto prolongado y abrazos a los demás parientes.
“Habían pasado tantos días que a veces yo sentía que ese momento no iba a llegar. Sentí más tranquilidad porque sé que eso no me lo devuelve, pero sí entiendo que por una parte se hizo justicia”, manifestó.
En ese duro camino de casi 11 meses, estrechó fuertes lazos particularmente con la familia Hernández. “Somos tres familias pasando por el mismo dolor y nos hemos entendido en muchas cosas”, sostuvo.
Quedaron dudas
Román Torres reconoció que el juicio le permitió entender ciertas cosas del asesinato de su padre, pero no fue suficiente para aclarar la pregunta de por qué entró a la oficina donde había una situación de secuestro.
“Siempre nos preguntamos cómo mi papá llegó allí, si tenía una reunión con él (Candelario Rivera) o algo, pero todo el mundo me comentaba que él llegó allí en el momento menos indicado...Yo siempre dije que él entró a esa oficina sin saber lo que estaba pasando. No creo que él entró discretamente para calmar las cosas, como se dijo en el juicio”, agregó.
Fue el coronel Héctor Agosto, comandante de área , quien testificó que luego de que Soto Segarra le notificó por teléfono que Candelario Rivera la tenía secuestrada, le dijo a Román Rodríguez “hazte cargo y sé discreto” en lo que activaba el protocolo correspondiente.
“En ocasiones sentía mucho coraje, porque pienso que hubo cosas que no hicieron para poderlos ayudar. A veces he sentido que hubo personas que fallaron ese día”, agregó.