Hay reos que entran en una etapa de coraje y negación ante su encierro

Una persona que recién acaba de ingresar al sistema carcelario atraviesa por un proceso de adaptación que puede tomarle entre cuatro y seis meses en reconocer y aceptar.

Se trata de un período que inicialmente está encabezado por un patrón de depresión, sostuvo el psicólogo clínico forense Luis Francis.

En casos de reos bajo máxima seguridad, como es el caso de Pablo Casellas -hallado culpable por el asesinato de su esposa Carmen Paredes- el tiempo de aclimatación puede tardarse aún más en llegar debido a que son confinados que están aisladas del resto de la población correccional y bajo vigilancia las 24 horas del día.

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“Pueden entrar en una depresión y si hay antecedentes o riesgos de algún intento suicida, esa persona tiene que estar vigilada”, sostuvo Francis, quien trabajó para el Departamento de Corrección y Rehabilitación por 25 años.

El también profesor de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Carolina explicó que son los períodos nocturnos los que más estragos provocan en la salud emocional de los reos.

“Usualmente, la noche es terrible, el silencio, vienen los pensamientos, el llanto, la frustración. Recuerdo que un confinado me decía: ‘Lo más terrible para mí era cuando se escuchaba el sonido de cuando se cierra la reja’”, narró.

En algunos casos el proceso de adaptación es tan difícil que el reo necesita ayuda psicológica y hasta psiquiátrica para poder atender la depresión y la ansiedad producto del cambio dramático en su vida.

“Eventualmente se van acostumbrando y van haciendo unos ajustes”, apuntó.

Pero, como todo en la vida, el proceso de adaptación tiene varias fases y entre ellas está el período de negación. Otros optan por el coraje. “Especialmente el coraje se da en aquellos que no aceptan la culpa. Otros tratan de justificar lo injustificable”, señaló el experto al agregar que esta conducta se da usualmente en convictos por crímenes de violencia de género.

La negación puede manifestarse particularmente en quienes descansan sus esperanzas en un proceso de apelación.

“Hay un proceso de ira y eventualmente se adaptan, porque están condenados, así que lo que usualmente hacen es que los refieren a tratamiento para bajar los niveles de ansiedad”, señaló Francis.

“No es fácil. Yo fui una vez a evaluar un confinado y el guardia que me estaba custodiando se fue y me dejó una hora encerrado con el confinado y no es nada agradable”, dijo.

Está también el recluso que se institucionaliza al punto que cuando vuelve a la libre comunidad le cuesta trabajo adaptarse.

Para hacer del proceso uno menos cuesta arriba es importante no perder contacto con la familia y que el confinado invierta su tiempo en leer o escribir, siempre y cuando así se le permita el sistema, recomendó Francis.