Aguadilla. “No es lo mismo verlo en las noticias que vivirlo”.

El asesinato de Ana Awilda González Medina, de 47 años, a manos de su esposo Ángel Luis Crespo González, también de 47 y quien luego se suicidó, es incomprensible para familiares y amigos.

El terrible incidente se suscitó a eso de las 12:54 a.m. del lunes en su recién rehabilitada residencia en la carretera PR-459 del barrio Corrales.

Según familiares, nunca pensaron que la pareja tuviera problemas, pues, aunque sí se les vio discutir “como a cualquier matrimonio”, no había peleas violentas ni algún indicio de violencia de género.

Ayer, el cuñado de la occisa -y vecino contiguo a la residencia del matrimonio- narró el dolor que le causó tener que vivir en carne propia la terrible escena, ya que tuvo que disponer de algunos efectos personales ensangrentados.

“Nos levantamos por las luces de la Policía. Aparentemente -según la investigación policiaca- él le dio en la frente con una tablet (computadora portátil) y ella se desangró. (Al parecer) entendió que no estaba muerta y decidió usar un cable de computadora y la estranguló”, recordó Jorge González, esposo de la hermana de Ana Awilda, quien yacía en el suelo muerta y cubierta por una sábana que aparentemente le colocó su esposo. Sobre su pecho también había un crucifijo, según narró.

Crespo González trabajó alguna vez en un taller de mecánica y en otra ocasión como guardia de seguridad. Estaba pensionado por incapacidad y tomaba una serie de medicamentos que, según familiares, respondían a condiciones de salud emocional, entre otras cosas.

“Por tiempos se ponía bien y trabajaba en lo que fuera”, comentó Nelson González Almeyda, primo de la occisa, quien manifestó que “esto uno lo ve en las noticias, pero cuando uno lo sufre en carne propia es bien difícil creer lo que está pasando en Puerto Rico”.

Esa noche, Crespo González le envió un mensaje de texto a uno de sus dos hijos y dejó una carta pidiéndoles perdón por la decisión que tomó, según relató el cuñado de Ana Awilda. Acto seguido llamó al 9-1-1 y anunció los hechos y sus intenciones de quitarse la vida. Cuando las autoridades llegaron, el hombre se había colgado de una de las vigas de madera de un rancho que hay detrás de su casa. Hoy, sus familiares recapitulan momentos vividos con la pareja para saber si hubo algún indicio que pasara desapercibido, expresó González Almeyda.

Un amigo cercano del hombre llegó hasta la residencia para ofrecer condolencias a la familia y lo recordó con afecto. “Da pena esto, porque él era un buen amigo”, dijo Manuel Pérez, quien conoció a Crespo González en un pulguero y desde entonces conversaban cada vez que este visitaba los predios del mercado popular.

“Él era una persona normal. Siempre charlaba. Me pone a pensar porque a mi entender él era una persona que no le gustaban los problemas”, dijo.

El amigo recordó que en una ocasión Crespo González le mostró las fotos de un cuarto que le estaba habilitando a su nietecita de cinco meses de edad, para cuando les fuera a visitar. El matrimonio recién ocupó la residencia que, hace cinco meses, estuvo bajo un programa de rehabilitación de viviendas.