El hijo del exalcalde de Guaynabo y de igual nombre, Héctor O’Neill, afirmó esta mañana, durante un juicio civil que se realiza en el Tribunal federal de Distrito, que mantuvo por aproximadamente dos años una “relación de amistad con privilegio” con la abogada que demandó al ayuntamiento por supuestamente no detener el patrón de hostigamiento y acoso sexual que este le hacía.

“Era una relación de amistad con privilegio en algunas ocasiones que nos veíamos”, afirmó, al indicar que los encuentros sexuales ocurrían en la casa de la demandante, Inés María Jelú Iravedra, ubicada en una urbanización de Guaynabo.

La afirmación la hizo durante el sexto día del juicio civil ante el juez federal Raúl Arias Marxuach, en el cual se analiza una demanda que la abogada radicó contra el municipio y en la que pide una compensación de alrededor de $3.3 millones por los daños sufridos. Una segunda demanda contra O’Neill Rosa fue retirada tras un acuerdo no monetario que se alcanzó el pasado 14 de octubre.

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Del testimonio se destacaron dos errores en los que el supuesto victimario, cuyo nombre completo es Héctor “El Cano” O’Neill Rosa, tuvo que cambiar sus expresiones, así como una línea de preguntas en la que este aceptó que desconocía todo tipo de interioridad o gustos de su alegada “amiga con privilegios”. Los desaciertos los cometió a preguntas del abogado de la perjudicada, José Quetglas.

El primer error del testimonio ocurrió cuando O’Neill Rosa alegó, a preguntas del abogado del municipio, Claudio Aliff Ortiz, que en el periodo en que Jelú Iravedra dice que fue hostigada, desde julio de 2012 a julio de 2015, visitó el municipio de Guaynabo “tres a cuatro veces”.

Pero cuando el abogado Quetglas cuestionó nuevamente sobre el particular, cambió la versión a “una o dos veces cada dos semanas”.

Luego, el letrado lo confrontó con el testimonio que este había ofrecido en una deposición que le tomaron el 2 de febrero de 2017 como parte del proceso de la demanda. Le increpó que el documento leía que sus visitas al municipio eran “una a tres veces por semana”. A lo que O’Neill Rosa respondió: “Puede ser, aproximadamente puede ser”.

Entretanto, O’Neill Rosa afirmó que, en las veces que fue al municipio, estuvo de visita en el área de trabajo de Jelú Iravedra, en la División Legal, “dos o tres veces”. Alegó que fue para tramitar un affidavit y para hacer gestiones sobre un contrato.

“¿Visitó la oficina de la demandante?”, le cuestionó el abogado Aliff Ortiz.

“Nunca”, fue la respuesta de O’Neill Rosa.

Otro error con el que fue confrontado el alegado victimario ocurrió cuando se le preguntó si al contratar a Jelú Iravedra cuando dirigía para el año 2012 la Oficina de Asuntos de la Juventud le prometió o le habló de la posibilidad de que obtuviese un trabajo en el municipio de Guaynabo. O’Neill Rosa lo negó durante su testimonio, pero confrontado con la mencionada deposición trascendió que le había comunicado a la demandante tal oportunidad.

“Yo le dije a ella que tenía la posibilidad” de pasar a laborar en el municipio, leía un extracto del documento. “Si vienes a darme la mano, estaría agradecido”.

Por otro lado, O’Neill Rosa señaló que no tenía conocimiento de ningún aspecto relacionado a la vida de Jelú Iravedra, como por ejemplo su música o libro preferido, si padecía de alguna alergia o su mes de cumpleaños. También insistió que “nunca” tuvieron una relación de pareja normal, aun cuando ambos eran solteros. Dijo que las comunicaciones se daban mediante llamada o textos, de los que no guardó ningún récord.

Asimismo, alegó que nunca fue a la oficina de la demandante a besarla, tocarle las nalgas o a tener un acercamiento sexual, como alegó Jelú Iravedra en su testimonio.

“Todas las acusaciones que se me han realizado en este caso nunca sucedieron”, sentenció.

Jelú Iravedra llegó a decir, en alguna instancia de sus cuatro días de testimonio en este juicio civil, que O’Neill Rosa se le acercaba de improvisto a su escritorio y que en una ocasión le puso el pene en su cara. Alegó que estas visitas sorpresivas las tenía de dos a cinco veces al mes.

“Él quería supuestamente saludar y se me abalanzaba encima, me apretaba fuerte, me pegaba los labios mojados a la mejilla, queriendo buscar la boca para besarme y apretándome, se restregaba contra mí cuerpo, como si fuera un perro, presionando sus partes íntimas contra mi cuerpo. Yo procedía a empujarlo con toda mi fuerza”, alegó la mujer.

En cuanto a la interferencia que pudo haber tenido para que Jelú Iravedra lograra un ascenso de puesto de abogado 2 a abogada 3 en el municipio, O’Neill Rosa indicó que se limitó a una llamada que hiciera a la secretaria de su padre, de nombra Laura, para que se le concediera una cita con el exalcalde para dialogar sobre el particular.

Del testimonio también trascendió que el hijo del alcalde poseía desde el año 2008 una tarjeta de acceso irrestricto al municipio. Pero, este alegó que en las ocasiones que fue a la División Legal se dirigía a la oficina de la persona a cargo y no a la de Jelú Iravedra.

Trabajo “deficiente”

Durante el juicio también testificaron dos exjefas de Jelú Iravedra en el tiempo en que alega haber sido hostigada. Estas fueron Denisse Rodríguez Flores y la exfiscal Ana Quintero. Ambas informaron que la víctima nunca les comunicó directamente que sufría de un patrón de hostigamiento y acoso sexual de parte de O’Neill Rosa, así como que nunca la vieron llorosa o afectada por algún incidente ocurrido en la oficina.

Quintero, por su parte, desarrolló más la teoría de los abogados del municipio, Aliff Ortiz y David Rodríguez Burns, en torno a que la Jelú Iravedra radicó la querella de hostigamiento sexual el próximo día laborable en que se le señalaron problemas en sus ejecutorias laborales.

Tras esbozar su larga experiencia como directora de otras divisiones legales, incluidas una en La Fortaleza bajo la administración de Pedro Rosselló, y 12 años como fiscal, Quintero precisó que Jelú Iravedra ostentaba la posición de abogado más alta en el municipio, que cobraba más de $65,000 anuales y que comparado a otros abogados poseía la menor carga laboral.

“El problema era el trabajo que ella hacía, que era totalmente deficiente para una abogada 3”, precisó.

Añadió, en otra instancia, que en diciembre de 2015 no recomendó que se aprobara su periodo probatorio en la plaza mencionada, porque no funcionaba “ni en el área de seguro, ni en el área de estorbo público, no en el área de cobro de dinero ni en el área de contrato, ni el área de personal. Ella no aprobó lo mínimo ni en el área del Tribunal y no podía hacer la recomendación al municipio”.

Esta expresión provocó que la demandante moviera su cara en desapruebo. Jelú Iravedra también se molestó cuando Quintero trajo a relucir que este alegado trabajo deficiente provocó que el municipio perdiera 75 casos de estorbo público.

Cabe destacar que Rodríguez Flores indicó en su testimonio que a la abogada no se le podía enviar al tribunal, pues se ponía muy nerviosa y no podía hablarle al juez. También reveló que nunca recomendó o hubiese recomendado que Jelú Iravedra para que fuese ascendida de un puesto de abogada 2 a abogada 3, como ocurrió, porque no podía se le podía asignar trabajo “sofisticado o complejo”.

Por otro lado, Quintero rechazó en varias ocasiones que hubiese humillado a la víctima, como esta hizo constar en la que querella formar que radicó ante el municipio. Dijo que, tras conocer de esa alegación, “me dio mucha pena” y se puso “muy triste”. Dijo que, si verdaderamente hubiese tenido conocimiento, hubiese actuado de inmediato.

También reveló que tras conocer la querella, estableció que ningún contratista podía pasar al área de trabajo, reforzó la política de que todos los empleados tuviesen las puertas abiertas y nunca más volvió a sostener una reunión sin nadie presente con Jelú Iravedra.

El juicio continúa mañana con el testimonio de la exvicealcaldesa de Guaynabo, Aureliz Lozada Centeno y otra abogada de la División Legal del municipio, Terilyn Sastre.

Cabe destacar que durante el día se presentaron como testigos a otro personal de la División Legal del municipio, quien alegaron que nunca vieron a Jelú Iravedra llorosa, nerviosa o afectada cuando alega iba corriendo al baño para escapar de los acercamientos sexuales de O’Neill Rosa.