Los residentes de José Celso Barbosa no se quieren dejar fotografiar, le huyen a las imágenes como si se tratara de armas que podrían ser utilizadas en su contra, pero las conversaciones de pasillo delatan el sentir de muchos de los vecinos en torno a Ángel Ayala Vázquez, mejor conocido como “Angelo Millones”, quien se convirtió en su dueño y señor mientras dirigía una de las organizaciones criminales más peligrosas y poderosas de Puerto Rico desde mediados de los años 90 hasta su arresto en el 2009.

Los residentes coinciden en un punto: Ayala Vázquez era su benefactor, “una persona humilde, que ayudaba a todo el mundo”.

“Lamentamos el veredicto, claro que sí, porque parece que nadie lo conocía de verdad para decir todo lo que dijeron de él”, dijo una mujer de 33 años de edad mientras fumaba un cigarrillo frente a un apartamento de una testigo del caso, que fue incendiado intencionalmente ayer por la madrugada.

“Él era humilde y tranquilo, no se quería meter con nadie”, añadió la mujer quien estaba acompañada por su hija de 14 años de edad.

Por la autorización de su madre, la adolescente indicó que Ayala Vázquez la trataba como un tío. “Él era como un tío, como todos los demás, no era una persona mala. De todas las personas que yo conozco, yo diría que él era el mejor”, indicó.

El apartamento incendiado le pertenecía a Maribel Olivo, una ex vendedora de los puntos de drogas de Celso Barbosa que había testificado en contra de Ayala Vázquez proveyendo información detallada sobre las operaciones de la organización criminal y las fiestas de Navidad que su antiguo jefe celebraba en el residencial.  

Primera Hora entró al apartamento para evidenciar la destrucción. Todos los cuartos estaban completamente quemados, las paredes lucían ennegrecida  y un fuerte olor impregnaba toda la vivienda. Lo único que aparentó salvarse  en el incendio fueron  unas fotos familiares parcialmente quemadas. 

Residentes del complejo merodeaban los espacios comunales, vigilantes ante la entrada de cualquier extraño. Se vio a un jinete cabalgar   rápidamente clavando su mirada en una vecina que ofrecía alguna información anecdótica de Ayala Vázquez.

“Él ayudaba a otras personas con el pago del agua, chico, en todo, porque amaba su comunidad”, dijo un hombre desempleado de 44 años de edad.

“Yo nunca lo vi vendiendo”, indicó otra vecina.

 “Esto ha sido un golpe fuerte para nosotros, pero hay que continuar la vida”, agregó.