Nota del editor: Segunda de tres entrevistas a familiares de víctimas de la matanza en la Comandancia de Ponce.

Sin embargo, Charo, como le decían sus allegados, parece que entró al lugar equivocado en el momento menos indicado, y la muerte la sorprendió el 28 de diciembre, a sus 41 años. En la oficina de su supervisora, la teniente Luz Soto Segarra, en la Comandancia de Ponce, Hernández de Hoyos murió baleada junto a esta y el comandante Frank Román.

Guarionex Candelario Rivera, que para la fecha laboraba en el Centro de Mando, resultó convicto por los asesinatos.

La mujer policía no conoció al bebé que pudo haber sido su ahijado, no celebró el Año Nuevo con su hermana cumpleañera y tampoco consiguió llevar a tres de sus cuatro hijos a ver el mar. Y al morir Charo, su familia perdió “un pilar”.

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“Somos una familia bien unida. Todo lo hacíamos juntos. Era maravillosa, un excelente ser humano”, compartió Caridad Hernández en entrevista con Primera Hora.

Hernández de Hoyos estaba casada con José Ramírez y era madre de cuatro hijos que ahora tienen 12, 15, 21 y 25 años. Le gustaba viajar y coleccionar monedas de Disney. 

“Charo era muy importante aquí y se nos ha hecho muy difícil seguir con nuestra vida”, manifestó la hermana.

El 2015 representó un reto laboral para la agente, pues una operación del corazón la obligó a dejar la calle por un trabajo de oficina, en contra de su voluntad. Fue así que pasó a la oficina de administración de la Comandancia y al momento de su muerte llevaba un mes en la oficina de transportación, ubicada en otro edificio.

La madre de la agente, María de Hoyos, se enteró en su trabajo del triple crimen de policías, pero inicialmente no se preocupó porque su hija no se supone que estuviera allí.

“Lo primero que dije fue ‘gracias Dios mío que mi hija no está ahí, mi hija está en otra área’. Yo no la ubicaba ahí. Y estuve dándole gracias a Dios todo el tiempo hasta que llegué a mi casa, que Caridad me dio la noticia”, recordó la madre.

La familia presume que Charo fue a llevarle documentos a Soto, como cada mañana, para que los firmara, pero el juicio no aclaró esa duda.

“Fue bien difícil tener que despedir el año en la funeraria, eso fue bien doloroso. Habíamos hecho tantos planes”, lamentó la madre. 

La dejaron sola

El esposo de la agente se enteró del asesinato cuando llegó a la comandancia a buscar información. María de Hoyos resiente que la alta oficialidad no le notificara el deceso formalmente. Tampoco se le ofreció ayuda psicológica.

“Por lo menos a mí no me dieron nada, ni apoyo. Ahí yo estoy bien sentida porque aquí en mi casa solamente se presentó el superintendente (José Caldero) y yo se lo dije. No han venido sus compañeros, nadie vino a decirme ‘lo siento por lo de tu hija’”, sostuvo De Hoyos.

En cuanto al juicio, Caridad comentó que fue drenante. “Fue un proceso agotador, fueron 11 meses de mucha angustia, miedo y mucho dolor porque tuvimos que enfrentarnos a la realidad de lo que había sucedido. Tener que ver todo el tiempo al acusado no fue nada agradable”, expresó.

El veredicto unánime de culpabilidad en todos los cargos fue un aliciente.

“Nunca dudamos de que esa iba a ser la decisión, siempre confiamos mucho en Dios”, dijo la hermana de Charo, quien fue promovida a sargento póstumamente.

Sobre el convicto, dijo que “ese hombre fue con un propósito, lo cumplió y es el momento de que él pague por el daño que causó a estas tres familias”. 

Mar de dudas

A la familia Hernández le quedaron muchas interrogantes sobre los crímenes. 

“No sabíamos mucho de lo que había sucedido allí, y todavía al día de hoy yo me hago preguntas y no encuentro las respuestas”, señaló De Hoyos.

¿La Policía manejó esto correctamente? 

“No. La Policía no está preparada para una situación así. Debieron de haber manejado mejor la escena. Personas que tienen alto rango no actuaron de la manera correcta. Considero que ellos pudieron haberse salvado”, opinó Caridad Hernández.