Fallos en la escena del crimen en caso Lorenzo
La defensa cuestionó ayer la labor de investigación forense realizada en la casa de Ana Cacho.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
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La investigadora forense Wanda Candelaria fue cuestionada ayer por obviar importantes piezas de evidencia en la investigación del asesinato del niño Lorenzo González Cacho.
Candelaria, quien era la supervisora forense en la escena, reconoció en su testimonio, en el segundo día de la vista preliminar en alzada contra Luis Rivera Seijo, que no ocupó el colchón de la cama donde yacía el niño, así como una pizarrita con sangre que fue hallada en el cuarto del nene. Tampoco ocupó dos botellas de cerveza que estaban en el family room de la casa, ubicada en la calle Bruma de la urbanización Dorado del Mar.
“Me llevé la almohadita, una sábana y el fitted (cubrecamas)… el matress lo dejé ahí”, dijo Candelaria.
El abogado, Mario Moczó, quien encabeza la defensa de Rivera Seijo, conocido como El Manco, cuestionó a la investigadora del Instituto de Ciencias Forenses (ICF) por qué no ocupó el colchón.
-¿Al momento de la muerte del niño, usted sabe cómo estaba esa (sabana) fitted?, le inquirió el abogado.
“No”, respondió la testigo.
Usted pudo haber ocupado ese matress para análisis porque no sabe cómo estaba”, le indicó Moczó y le planteó además, que el colchón no se pudo analizar para otros fluidos.
Moczó preguntó a Candelaria por qué si el 9 de marzo vio una bolsa desechable que apareció en el patio, cerca de una hamaca, no la ocupó ese mismo día, sino al día siguiente.
-¿Usted no le puede decir bajo juramento a la jueza que lo que vio el día 9, es lo mismo que encontró el 10?, preguntó el letrado.
“No lo puedo decir categóricamente como usted lo pregunta”, respondió.
Candelaria declaró que en los papeles que había en el interior de la bolsa no había manchas de sangre. No pudo decir tampoco si la bolsa “se trabajó para huellas ni muestras de ADN” porque dijo que esa evidencia fue ocupada por el agente Nicolás Maldonado.
En su testimonio directo a la fiscal Maricarmen Rodríguez Barea, Candelaria dijo que el 10 de marzo de 2010, cuando ya la Policía sabía que el niño había sido asesinado, volvieron a la casa y ocuparon la bolsa. Detalló que ésta contenía documentos del tribunal a nombre de Luis Rivera Seijo, un cepillo y pasta dental.
Según la teoría del Ministerio Público, Rivera Seijo salió de la cárcel de forma errónea la noche del 8 de marzo de 2010 y pidió pon hasta llegar a Dorado donde vive una tía suya. Una vez lo dejan en el pueblo, se internó en la urbanización Dorado del Mar y entró en la casa en la que vivía Lorenzo junto a sus dos hermanas y su mamá, Ana Cacho. Allí mató al niño, según alegadas confesiones.
A preguntas de la fiscal Rodríguez Barea, Candelaria dijo que la bolsa “estaba en el mismo lugar, en la parte trasera en el área de la hamaca”.
La testigo, quien identificó las piezas de evidencia mediante fotos y vídeo, detalló que en la escena levantaron 11 aplicadores con aparentes manchas de sangre en el cuarto del niño, en pasillos que daban a la habitación y a la de la hermana menor de Lorenzo, así como en la marquesina, en otras partes de la casa.
Dijo que en el "family room" ocuparon un celular Kyocera y dos pipas en la mesa de noche del cuarto principal.
Declaró también que acudió al Centro de Diagnóstico y Tratamiento (CDT) de Dorado para describir a la víctima en el informe forense. “El niño tenía tres heridas cortantes, una en la sien derecha, otra encima de la nariz y otra sobre el párpado izquierdo”, sostuvo. Precisó que vestía solo un calzoncillo de dinosaurios y tenía el pelo y la espalda ensangrentados. Añadió que según los informes preliminares, el incidente ocurrió a las 4:00 a.m.
Afirmó, además, que la puerta trasera de dos hojas que da al patio de la casa estaba abierta y no tenía signos de violencia ni “ralladuras”. La fiscalía alega que por esa puerta el imputado accedió a la vivienda.
Bajo fuego Cacho
En la sesión de la mañana, Ana Cacho concluyó su testimonio, tras un demoledor interrogatorio de la defensa y en medio de contradicciones.
La mujer, quien declaró por dos días, salió a prisa sin emitir comentarios a periodistas que la abordaron a su salida de la Sala 706 del Tribunal de Bayamón.
A preguntas de Moczó, Cacho admitió que el control remoto para encender la luz del cuato donde yacía Lorenzo estaba junto al niño.
El abogado confrontó a la mujer con su testimonio ya que poco antes había dicho que en el CDT fue que se percató de la gravedad de las heridas que tenía el nene porque sus hijos dormían con luz tenue.
“Mi instinto fue correr con él al CDT que estaba a minutos de mi hogar”, dijo Cacho en otro turno de preguntas de la fiscal Rodríguez Barea.
Cacho alegó que aunque Lorenzo suspiró cuando lo encontró “en un charco de sangre” en la cama, “no sabía si estaba vivo”.
A preguntas de Moczó, Cacho dijo que fumaba marihuana ocasionalmente y que tenía dos pipas, una de cristal y otra en madera, en su mesita de noche. Sin embargo, indicó que no fumó marihuana la noche del 8 y madrugada del 9 de marzo de 2010.Dijo que esa noche, su amigo de infancia, William Marrero, quien es agente del Servicio de Inmigración y Aduana federal, le llevó unas pastillas. Añadió que sobre su coqueta tenía pastillas recetadas.
Cacho aceptó que después de ser entrevistada por las autoridades, el 9 de marzo, en la tarde cuando llegó a su casa, Marrero estaba “limpiando” la residencia, pero dijo que se enteró después.
Admitió también a preguntas del abogado, que alrededor de un mes después de la muerte de Lorenzo, participó en un “pool party” que le hicieron amigos para despejarse. “Era una reunión de amigos para sacarme de la casa”, indicó Cacho.
La jueza Vilmary Soler Suárez juramentó como testigo a la hija mayor de Cacho, quien fue llevada a sala, pero la magistrada advirtió que le cobijarán las protecciones que le amparan como menor de 21 años.
También, los fiscales Rodríguez Barea, Aracelys Pérez y Mario Rivera Géigel anunciaron como testigo a la exfiscal federal, María Domínguez, quien podría testificar el próximo martes, cuando se reanuda la vista.