“Si yo no llego aquí, no tenía la oportunidad de ponerme en los zapatos de ella”.

Es que el convicto por violencia de género pasa por todo el proceso de detención policiaca y procesamiento judicial con la idea de que la persona a la cual agredió, insultó o maltrató es la culpable de sus desdichas. Así lo reconocieron tres participantes de un centro de desvío en Carolina, los cuales relataron sus vivencias -con condición de mantener sus identidades bajo anonimato- y expresaron cómo la opción que se le dio de participar en este programa de rehabilitación los ayudó a mejorar toda su vida.

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Carlos Javier, nombre ficticio para un hombre de 60 años con preparación académica en comunicaciones, fue el que expresó cómo el año que lleva recibiendo terapias grupales e individuales para destruir aquello que le llevaba a maltratar sicológicamente a su ahora exesposa le ha permitido entender ese sufrimiento que le causaba.

Otro de sus compañeros del programa de desvío, un hombre de 45 años al que se nombrará como Miguel, que es gerente de una tienda, violó una orden de alejamiento contra su expareja. Miguel explicó detalladamente el sentir que se tiene al llegar a un centro de desvío.

“Cuando está uno en el proceso legal, de los tribunales y eso, uno se siente que no merecía estar aquí. ‘No me debieron haber hecho eso. Ella es la culpable’”, relató, al expresar esos sentimientos que le brotaron durante la acusación.

Miguel indicó que esa rebeldía continuaba, ya que pensaba que a causa de la víctima tendría que ingresar a un programa de desvío a modo de castigo.

Recordó que “cuando yo llego aquí en el instituto, yo llego rebelde, porque la parte perjudicada me hizo caer en el programa”.

Dijo que pensó que “me martillaron, me enviaron para un desvío”.

Año y cinco meses han trascurrido desde que Miguel ingresó al programa en el que ha sido reeducado para romper con esos ciclos de violencia de género. Las orientaciones y ayuda que ha obtenido le han hecho cambiar esas teorías que esbozó durante el proceso el proceso legal.

“Lo primero que a nosotros como personas se nos enseña aquí es que tenemos que aceptar que cometimos un error. Hasta que tú como persona no aceptes que sí, cometiste un error, incumpliste en algo que se te dijo el tribunal, y lo hiciste mal, no vas a pasar esa página. Una vez tú pasas esa página, ahí tú aceptas, era así, lo hice mal, puedes seguir adelante. Yo estoy a un nivel, gracias a Dios, que yo la parte perjudicada, no la odio, todo lo contrario, tú sabes, quiero que siga para adelante, porque ya ella hizo su vida y yo también quiero hacer la mía”, explicó, al establecer que ha aprendido a “ver la vida bien diferente” desde que recibe ayuda especializada.

Expresó que tal cambio no lo hubiese obtenido si hubiese tenido que cumplir cárcel. Señaló que cree estar tras los barrotes lo hubiese hecho más rebelde y no le hubiera hecho cambiar su comportamiento agresivo.

“Ahora mismo, gracias a Dios, tengo las herramientas. Yo ahora, en un futuro, en una futura relación, estoy más preparado, tengo las herramientas para identificar la violencia doméstica, cuándo tengo que alejarme, y no caer otra vez en un círculo de violencia doméstica”, afirmó Miguel.

Los entrevistados contaron cómo la opción que se le dio de participar en este programa de rehabilitación los ayudó a mejorar toda su vida.
Los entrevistados contaron cómo la opción que se le dio de participar en este programa de rehabilitación los ayudó a mejorar toda su vida. (Ramon "Tonito" Zayas)

El proceso de reeducación

Carlos Javier contó que su llegada al centro de desvío ocurrió porque un Día de Madres discutió con la que fue su esposa por 30 años en la marquesina y entró al hogar a gritos y dio un manotazo en los gabinetes.

“Me metí al cuarto como para enfriar los humos y no pasó una hora cuando llegó la Policía. Tres policías entran al cuarto y me sacaron arrestado de la casa y ahí, pues, entonces pasé, yo calculo que fácilmente, como unas 28 a 30 horas en una celda en la comandancia”, detalló.

Dijo que es sus 60 años de vida esta era la primera vez que enfrentaba una situación tan difícil.

A un año de estar en el centro de desvío, el hombre reconoce que su error fue no haber aceptado que su relación había llegado a su fin y que se negaba a marcharse.

También destacó que la recompensa que ha tenido del programa de desvío, más allá de reconocer el ciclo del maltrato sicológico que le causó a su exesposa, fue a ser mejor padre, hermano e hijo.

A modo de ejemplo, señaló que recientemente tuvo un percance con su hermana y le enganchó el teléfono para no discutir. Dijo que como a los cinco minutos la llamó para pedirle disculpas e intentar resolver el problema.

Pero, más allá de entablar una mejor interrelación con otras personas, Carlos Javier obtuvo un logro mayor. “En este proceso de recuperación, reeducación, he vuelto a ser yo. Y yo creo que eso es lo más importante, que me vuelvo a encontrar, he vuelto a encontrarme conmigo”, dijo.

Además, acepta la responsabilidad de su comportamiento maltratante hacia la que fue su esposa.

“Sin esta oportunidad, estuviera yo preso. Y yo no sé usted, pero yo no he escuchado cosas buenas de las prisiones en Puerto Rico y mucho menos de que rehabilitan”, sentenció.

Al reconocer sus avances, los hombres aludieron a que hace falta hacer mucho más por la violencia de género para evitar los feminicidios.
Al reconocer sus avances, los hombres aludieron a que hace falta hacer mucho más por la violencia de género para evitar los feminicidios. (Ramon "Tonito" Zayas)

Poner en práctica las herramientas

Roberto, nombre ficticio para un joven de 26 años acusado por intimidar a su expareja, describió que el incidente que lo llevó a estar en el programa de desvío fue “un problemita” que supuestamente la víctima había sacado de contexto durante una discusión.

Comentó que el rencor que pudo haber sentido se desvaneció gracias a la ayuda especializada que recibió en el centro de desvío. Ahora, a un año de haber completado el programa, permanece como voluntario en el centro para motivar a otros agresores a recuperarse.

“Me di cuenta que es mucho más fácil cuando la persona entra a escuchar esos testimonios de las personas que han salido, los cambios que han dado. Se siente mucho más cómodo y con confianza te explican qué ha pasado en sus vidas”, detalló.

Roberto no sólo ha utilizado las herramientas que recibió para ponerlas en práctica con su nueva pareja, con la que ahora tiene un hijo. Explicó que la ayuda que obtuvo lo motivó a establecer su propio negocio y a ser feliz.

“Empecé a cumplir unas metas. Me dio seguridad. Antes tenía miedo de hacer las cosas. Aprendí también a valorar el tiempo en familia. Aprendí a cerrar ciclos”, precisó.

Al reconocer sus avances, los hombres aludieron a que hace falta hacer mucho más por la violencia de género para evitar los feminicidios.

Por ejemplo, Roberto explicó que a la víctima se le debe ayudar en clases como las que el agresor toma para que no tenga la autoestima baja y no vuelva a caer en situaciones de violencia.

Carlos Javier, entretanto, recomendó que no se tenga que esperar a que haya un incidente de maltrato para enseñarle a una persona cómo evitar estos ciclos.

“Llegar aquí es tarde. Si empezamos desde temprano, desde la escuela elemental, tendríamos mejores resultados”, planteó.