Un tenso ambiente de angustia y luto se vivía ayer en el residencial Jardines de Cataño, donde en la noche del lunes sicarios asesinato a tiros a tres personas, incluyendo a un niño de 4 años, y además causaron heridas a otros dos menores.

Los vecinos de la comunidad intentaban lidiar con las muertes, cada cual a su manera, ya fuera evitando hablar del tema, recogiéndose al interior de su casa, o compartiendo el pesar entre pequeños grupos de vecinos.

Otros vecinos, tal como relataron miembros de la familia Álvarez, a la que pertenecen los menores heridos, optaron por ir a sus trabajos para mantener la mente ocupada y lejos del recuerdo de la masacre.

“Los dos heridos son mis dos sobrinos. Y el otro nene es parte de la familia también”, comentó una joven de la familia Álvarez.

“Los dos heridos, los dos menores, son sobrinos de nosotros”, agregó otro miembro de la familia. “El niño de cuatro años (que murió en la balacera) no es familia exactamente directa de nosotros, pero lleva mucho tiempo con nosotros que es como si lo fuera”.

La joven describió que en la tarde del lunes feriado se habían reunido a celebrar el cumpleaños 17 de su hijo, “y yo le compré un bizcochito. Y entonces mi hermana me trajo los nenes para que compartieran con nosotros”.

Aclararon que, contrario a la idea que pudo crearse, “no era una fiesta como tal, no había bembé”, ni una gran celebración a lo largo de la calle, sino un compartir familiar. “Lo que pasa es que como le hacen preguntas a mi hermana allá en el hospital, ella dice estaban en un cumpleaños. Y por eso ponen como que en una fiesta de cumpleaños”.

Residencial Jardines de Cataño.
Residencial Jardines de Cataño. (Xavier Araújo)

Señaló hacia el otro lado de la calle, a un edificio cercano cuya fachada exhibe un cartel con la imagen de una persona, y describió el área como el centro del súbito y mortal tiroteo.

“Todo fue allí, donde está el cartel, porque allí mataron a un nene de 14 años, también. Todo fue allí. Ellos estaban en el portón sentados, estaban mi hermana, mi otro nene, y ahí pasa el suceso. Tiraron y mataron a uno ahí y todo eso”, recordó con voz entrecortada.

“Entonces los nenes estaban sentados y por más que corriendo pa’ adentro... eso fue así (haciendo un chasquido de dedos), así... Sí, los metieron pa’ adentro, pero fue así (repitiendo el chasquido)”, agregó. “Todo pasó, el ruido, en cuestión de segundos”, acotó el tío. “Es como ahora, que estemos aquí, y de momento pase algo, y ya... te enteras cuando ya pasó”.

La tía continuó relatando que fue entonces que se percataron que su sobrina había sido impactada por un disparo “en la nalguita”, su sobrino recibió un tiro “en el pie”, y el pequeño Ian Ordoñez fue alcanzado por un disparo que atravesó su cuerpecito.

Según la investigación, a eso de las 7:30 p.m. del lunes pasó por la avenida Flor del Valle una guagua Toyota Tacoma desde la que abrieron fuego los sicarios. Las autoridades ocuparon en la escena más de 100 casquillos.

Johnny Jay Osorio García falleció en la entrada del residencial y Jesús Carrasquillo Alicea fue abandonado frente al Centro de Diagnóstico y Tratamiento de Cataño.

Carrasquillo Alicea tenía antecedentes penales por violación a la Ley de Armas.

Ambos han sido identificados como miembros de una organización criminal liderada por un tercero que presuntamente era el objetivo de los pistoleros.

“Fue horrible... horrible, de verdad”, añadió la tía, haciendo su mejor esfuerzo para mantenerse compuesta, aunque sin poder evitar algunas lágrimas, mientras el tío agregaba que al escucharse los tiros “uno ni sabía de dónde venían”.

En el momento inmediatamente después de la balacera, narró, “nadie se había dado cuenta de lo que había pasado afuera, porque estaba todo el mundo concentrado en los nenes. Cuando se los llevan y eso es que uno se da cuenta que matan a uno allá, uno acá... nosotros estábamos ocupados con la familia, me entiendes”.

En una nota que daba un poco de alivio en medio de la tristeza, la tía confirmó que “los nenes (que resultaron heridos) los van a dar alta... están bien”.

Más adelante en la tarde, esperaban reunirse más familiares y vecinos de la comunidad, “lamentando lo que pasó”.

Luego de una pausa de segundos que parecieron horas, la tía reflexionó enviando una exhortación a que “cuiden a sus hijos... porque como dijo la mamá del menor, ‘todo el mundo despierta hoy, pero el hijo de ella no despertó... es horrible, en verdad, no tengo palabras”.

Por su parte, el tío envió un mensaje pidiendo “que creen consciencia de lo que está ocurriendo hoy día. Porque lamentablemente estamos viendo como la juventud se está perdiendo, estamos viendo como niños inocentes también están falleciendo. Y eso es triste y lamentable para cualquier tipo de persona, cualquier familia. Porque ninguna familia quisiera perder un ser querido, un ser amado, un niño, un hijo, un bebé, ninguno quisiera perder eso”.

“Lo único que pedimos es que tengan empatía, que tengan amor por el prójimo, que nos amemos más y que respetemos la vida ajena, que nadie tiene el derecho que quitarle la vida a nadie, que solamente Dios da la vida y Dios es el único que la quita, que nuestras vidas se las encomendamos a Dios que es el único que puede salvarnos de todas estas cosas que están ocurriendo”, añadió.

“Encomendarnos más a Dios, que Él es el camino, la verdad y la vida. Con Cristo todo y sin Cristo nada”, concluyó su suplica, al tiempo que un nudo en la garganta le apagaba momentáneamente la voz.

Entretanto, la vigilancia policial lucía reforzada en las afueras del residencial y a lo largo de la calle principal que conduce al mismo, mientras que a la entrada del complejo, todavía quedaba, moviéndose al viento, el macabro recordatorio de la violencia, en la forma de las cintas amarillas que se usan para marcar la escena de un crimen.