Sus miradas se encontraron en sala y el hermano mayor contuvo la respiración, se le aguaron los ojos y luego miró a su alrededor, mientras que el semblante del hermano menor, el acusado José Eduardo Toledo Bayouth, pareció desfigurarse ante el procedimiento que desfilaba en su contra por cargos de narcotráfico.

Toledo Bayouth fue arrestado el pasado miércoles en la finca de su fenecido padre y quien fue uno de los funcionarios más queridos en Puerto Rico, el ex superintendente de la Policía Pedro Toledo. Se trató de una operación encubierta de la Administración federal Antidrogas (DEA) en que mediaron grabaciones de audio y vídeo, reuniones en la zona metropolitana y presuntas garantías –por parte del acusado– en que se podía utilizar el terreno del ex funcionario para esconder 25 kilos de cocaína.

A un mes y medio de la muerte de Toledo, el hijo más pequeño de su primer matrimonio (el ex superintendente crió a otros dos hijos de su segundo matrimonio), presuntamente se puso en contacto con un confidente de la DEA para obtener el alijo de cocaína que sería vendido en Estados Unidos. La trama parece guardar algunos paralelismos con la notoria operación contra el acusado en 1999, en que este, como un empleado de American Airlines, conspiró junto con otros individuos para utilizar las naves de la aerolínea para transportar cargamentos de droga entre Estados Unidos y Puerto Rico.

El operativo Ratas de rampa, que se centró en el aeropuerto de Miami, representó el golpe más duro para el ex superintendente y, para muchos, evidenció que nadie está exento de entrar al mundo del narcotráfico en Puerto Rico.

Toledo Bayouth fue sentenciado en el 2000 a 53 meses de prisión, luego de declararse culpable, y por años permaneció bajo el radar hasta que habló públicamente, tras el fallecimiento del ex funcionario, sobre toda la ayuda que había recibido de su padre.

Pero, si se toman las alegaciones de las autoridades como hechos, el benjamín de la familia vivió una doble vida. Una denuncia radicada por una agente de la DEA presenta un cuadro de un narcotraficante que intentaba exportar un cargamento.

Según se desprende del documento radicado ante la corte, el acusado conoció a un confidente de la agencia para negociar la compra de cocaína. Aparentemente, hubo varias reuniones entre el pasado 10 de enero y el 9 de febrero en lugares de la zona metropolitana para discutir la compra de unos 25 kilos de cocaína.

Toledo Bayouth, según los federales, tenía un plan que consistía en esconder el cargamento dentro de tanques de agua. Supuestamente, le dijo al confidente que el terreno de su padre era un lugar idóneo por un sistema de seguridad que podía obstaculizar un allanamiento de las autoridades. Coordinó, además, que se le otorgara un plazo de varios días para pagar la droga. Los federales procedieron con la entrega de un paquete en el portón de la finca, que aparentaba ser la droga pactada y, una vez adentro de los terrenos, se procedió con el arresto.

Ayer, la vista ante el magistrado fue breve, pero el drama detrás del acontecimiento parecía desbordarse de la sala ante la presencia de periodistas y del hermano mayor. El acusado, de ser encontrado culpable de su segunda ofensa, se expone a una sentencia mínima de 20 años de cárcel, aun cuando se declare culpable, y a una máxima de por vida. El magistrado programó su vista preliminar de detención para el próximo 1 de marzo y ordenó su ingreso inmediato a la Cárcel Federal de Guaynabo.

“Vamos a estar apoyándolo y, sea lo que sea, si se prueba que en efecto... Tiene que responder. Pero vamos a estar apoyándolo como hermanos. Le vamos a dar mucho amor y cariño, y eso es lo único que puedo decir”, indicó Pedro Jorge Toledo, el hijo mayor del ex superintendente.