Aunque los arrestos vinculados al uso, venta y distribución de drogas forman ya parte de la realidad diaria del país, cuando alguno de los detenidos es una figura conocida y querida, entonces esa realidad es más difícil de asimilar.

De la misma manera en que el miércoles se hacía difícil vincular al líder comunitario Jorge Gómez González con el narcotráfico, ayer la sorpresa y la pena se impusieron por el arresto del ex baloncelista José “Piculín” Ortiz.

El sociólogo José Luis Méndez reconoció que no hay duda de que el país “se tiene que sentir cada vez más pesimista”.

A pesar de que criticó que la Fiscalía Federal haya convocado a una conferencia de prensa para hacer el anuncio porque eso le “hace sombra al proceso”, Méndez admitió que la noticia “crea desasosiego”.

Para el profesor de bioética Leonides Santos y Vargas, los múltiples logros del ex integrante del Equipo Nacional de Baloncesto serán empañados por la noticia de su detención. “El arresto adquiere mayor prominencia”, observó y reconoció que Piculín ya forma parte de la historia del baloncesto en Puerto Rico.

“Me deprimió la noticia y pensé en cómo es posible que figuras que cumplen una función modélica hayan caído en la tentación de involucrarse en un negocio dañino para la calidad de vida de la sociedad, un negocio que desprestigia a quien cogen con las manos en la masa y que se expone al señalamiento público”, expuso Santos y Vargas. “Uno esperaría que (los narcotrafricantes) fueran empresarios anónimos, personas que nadie conoce”.

El delito, según el profesor, está al alcance de cualquiera. “El mundo del delito es muy democrático. Les da acceso a los pobres y a los más acomodados y a los más famosos. La maldad también es democrática”, declaró.

Aun cuando reconoce la fragilidad del ser humano, el director del Instituto Hostosiano de Bioética criticó que no se tengan controles éticos, algo que atribuye a una falla gubernamental.

“Hace falta una revolución política filosófica, la ética como un enfoque preventivo, como una experiencia sensitiva total, y eso no debe ser materia de la universidad. Uno no nace genéticamente ético. La moralidad es una construcción social”, analizó y añadió que “si cayó el líder comunitario y cayó Piculín, cae cualquiera”.

Santos y Vargas estableció que existe un enorme grado de maldad en las personas que se dedican al narcotráfico. “Una cosa es que yo consuma algo y otra es que le venda a 30 mil personas. La maldad se multiplica”, expuso.

“La única opción que tenemos para enseñar valores es la escuela. Si no hay un esfuerzo, la calle se va a encargar, la familia disfuncional se va a encargar, los puntos se van a encargar. La mejor política es aquella éticamente sostenible”, reiteró.