Arecibo. Sobre 6,000 devedés, todos colocados nítidamente sobre unas mesas de plástico, se exhiben en uno de los establecimientos en el pulguero de Arecibo, el cual se promociona como el más grande de Puerto Rico.

Las parejas llegan con sus hijos. Se desarrolla un ambiente muy parecido al de un videoclub. Los clientes preguntan sobre el largometraje, el vendedor hace sus recomendaciones, pero existen unas diferencias marcadas: son películas pirateadas, el negocio es ilegal y las transacciones se llevan a cabo al aire libre y a plena vista.

Carlos (nombre ficticio para proteger su identidad, al igual que las de las personas de este reportaje) sabe que habla con un periodista cuando se le pregunta sobre el negocio y por qué decide vender películas pirateadas. No quiere ser retratado ni filmado, pero ofrece unas breves declaraciones para explicar un poco de su historia y sobre un negocio nebuloso, pero que puertorriqueños de todas las clases sociales avalan para ahorrarse el peso o para darse el guille de tener un producto de “marca”, aunque hubiese sido manufacturado en un taller donde se explota a obreros o a niños.

Carlos aseguró que ha sido arrestado previamente por las autoridades estatales por vender duplicados. En una ocasión, se le emitió una multa que no llegó a los $200 y en otra cumplió una sentencia en probatoria.

“La gente se va contenta a su casa con el popcorn a ver las películas con sus hijos y con una buena economía, porque las cosas están malas. Sin embargo, se gastan $40 y $50 en el cine y los explotan. No vale la pena”, dijo el joven, quien estuvo acompañado por Joel , otro individuo que también trabaja en el negocio ilegal, pero quien intentó situar su negocio dentro de la crisis económica que atraviesa Puerto Rico.

Las autoridades, por un lado, aseguran que el negocio de la piratería financia varias empresas criminales como el narcotráfico, la prostitución y el terrorismo internacional. Asimismo, la industria ilegal también promueve la explotación laboral.

Pero, para los “comerciantes” que trafican los últimos estrenos, carteras, relojes, entre otra mercancía, la empresa se ha convertido en su principal sustento. Destacan, además, la cantidad de negocios ilegales que opera fuera del pulguero, como establecimientos que todos los días tienen una “venta de garaje”, quioscos donde se podrían estar “desbloqueando” teléfonos sin saber su procedencia, o casas de empeño donde se podrían estar vendiendo artículos hurtados.

Aunque la gran mayoría de estos tipos de establecimientos podrían estar cumpliendo con todos los requisitos legales, la economía subterránea tanto en los pueblos como en los centros comerciales se ha disparado durante los últimos años, según aseguran las autoridades.

“La economía está mala. Nosotros estamos aquí porque no hay trabajo. Si tienes un tatuaje, te dicen: ‘No hay trabajo para ti’. Nosotros queremos echar para adelante. La piratería no es un punto de drogas, es para mantener nuestras familias, nosotros tenemos unas necesidades también. Tenemos unos hijos. Sin esto, no podríamos mantener a nuestra familia”, indicó Joel.

En el pulguero de Arecibo, muchos comerciantes aseguran que venden artículos legítimos mientras exhiben unas gafas o unos relojes que parecen distar bastante de los originales. Muchos de los empleados son jóvenes, pero Marta podría ser el prototipo de joven empresaria si no fuera porque ha fundamentado su negocio en carteras pirateadas.

“Yo tengo varias empleadas, varios padres de familia. Me gustaría no vender las imitaciones, pero la calle está bien dura”, indicó.

La venta de artículos pirateados es un delito serio, pero la compra no es castigable por las autoridades federales.

Se ha intentado crear conciencia sobre el crimen y todas sus repercusiones, pero un domingo por la noche el pulguero de Arecibo está a tope con compradores.

¿Quiénes son? Maestros, comerciantes, empresarios, empleados de gobierno, policías y trabajadores sociales. En fin, cualquiera se siente atraído.

“Ya que uno no lo puede comprar original, uno lo compra duplicaíto, para estar in”, indicó una comerciante de Caguas que husmeaba por la sección de joyería.

Otro comerciante, que vende imitaciones de carteras , se dejó entrevistar mientras iba en busca de mercancía.

“Estamos aquí para vender carteras en el Arecibo Flea Market. ‘¿Qué carteras están al palo?’, como el hombre me preguntó. Coach, Louis Vuitton, Michael Kors. Esa es la única manera que personas desempleadas podemos estar aquí. La economía y los trabajos están difíciles”, dijo Federico.