A finales de 2013 el Gobierno tendrá información suficiente para determinar si la histórica cárcel de Oso Blanco -que contiene asbesto y cuyas paredes y pisos son parcialmente inseguros- será demolida o si se rehabilita para utilizarse como parte del proyecto Ciudad de las Ciencias.

Pero, quienes tomen la decisión final de destruir o no Oso Blanco, reconocido en el registro de Lugares Históricos del gobierno de Estados Unidos, serían los miembros de la Junta del Fideicomiso de Ciencias y Tecnologías, cuya mayoría de componentes, -seis de un total de 11- no han sido nombrados, dijo el director del Fideicomiso, Iván Ríos.

"Esperamos que para fin de año tengamos los elementos de juicio (sobre el destino de Oso Blanco) y los fiduciarios tomen esa determinación", comentó Ríos, quien expresó que los miembros que restan serán nombrados próximamente.

Este jueves el Fideicomiso de Ciencias y Tecnologías convocó a la prensa a un recorrido por la estructura para conocer el estatus actual de la edificación y los terrenos donde ubica. El miércoles, se realizó una presentación similar a representantes del Colegio de Ingenieros, Colegio de Arquitectos, de la Oficina de Gerencia de Permisos, el Instituto de Cultura Puertorriqueña, y de la oficina de Conservación.

"Hubo consenso del estado crítico del edificio", dijo Ríos sobre esa reunión.

El funcionario indicó este jueves en conferencia de prensa -donde se discutió el estado del proyecto Ciudad de las Ciencias- que entre finales de noviembre y principios de diciembre culminará la segunda parte de la evaluación estructural de la cárcel construida en 1933 y cuyo último preso se fue de la instalación en 2003.

La primera parte de la evaluación estructural tiene entre sus hallazgos que el estado actual del piso y las paredes de Oso Blanco podría colapsar, con corrosión en el acero y hormigón deficiente, dijo el ingeniero Jorge Lázaro. "Se está cayendo solo", llegó a decir Lázaro sobre parte de las estructuras del complejo carcelario.

Además, se estima que tiene 160,000 pies cuadrados de asbesto y plomo, indicó por su parte el también ingeniero Francisco Sola.

Sin embargo, Lázaro dijo que sería "adivinanza" dar un estimado del costo de tratar de rehabilitar la estructura para usar la antigua cárcel como oficinas administrativas y laboratorios de proyectos de ciencias, como se conceptualizó en 2004. Nadie en la conferencia se aventuró a dar estimados del costo de rehabilitar Oso Blanco.

Ríos dijo que ya se han gastado unos $200,000 en estudios estructurales y unos $1.5 millones en la demolición de Las Malvinas, la sección de máxima seguridad del complejo carcelario.

 Pero, la arqueóloga Ana Belén Rivera espera que incluso en el escenario de la demolición de Oso Blanco, se conserven algunas partes de la legendaria estructura.

"Este no es el edificio más noble entre las propiedades de Puerto Rico, este edificio se construyó porque nuestra sociedad falló... pero es un pedazo de nuestra historia", dijo Rivera.

En el 2004 se creó por ley el Fideicomiso para fomentar la economía del conocimiento a través del proyecto a largo plazo de Ciudad de las Ciencias, y en el 2007 la Junta de Planificación aprobó el plan maestro que incluía usar Oso Blanco como las oficinas administrativas, y de laboratorios. Ríos dijo que los estudios actuales buscan confirmar que es posible cumplir con esos propósitos del plan maestro.

Recorrido por históricas celdas

Durante el recorrido de este jueves se pudo apreciar a la entrada de los predios de la cárcel el único edificio construido al momento como parte del proyecto Ciudad de las Ciencias -y que alberga cinco empresas relacionadas a desarrollos tecnológicos y científicos- y a la derecha la cuesta que lleva al edicio de Oso Blanco.

"Odia al delito y compadece al delincuente", dice la fachada de entrada, una frase que se atribuye a la feminista del siglo XIX Concepción Arenal. También hay una frase en latín "Justicia para todos, la ley rige".

La arqueóloga dio varios detalles sobre la cárcel. Bajo la conmoción que comenzaba a forjarse en el siglo pasado de que las cárceles debían motivar la rehabilitación, el arquitecto Francisco Roldán, quien también diseñó el Hospital Auxilio Muruo, ideó una estructura que mezcló elementos mosarábicos, art deco y spanish revival.

Parte del lujo del diseño se ve en el vestíbulo, con mosaicos y originalmente pensados con un techo muy alto. "Era un espacio que hoteles en Puerto Rico no tenían para la época", contó Rivera.

Al pasar del diseño a la construcción, Oso Blanco comenzó a tener problemas, porque la mano de obra no era la más diestra, que incluyó confinados de otra prisión histórica, La Princesa, hoy sede de la Compañia de Turismo. "Tenemos un edificio excelentemente bien diseñado, deficientemente construido", indicó Rivera.

Para los trabajos de limpieza de asbesto en la actualidad muchos pisos cuentan con soportes especiales porque el estado de la estructura actual es inseguro, se indicó. Además, paredes y pisos se desprenden casi al tocarlos.

Luego vinieron los problemas con el hacinamiento: de una estructura inaugurada en 1933 para un máximo de 800 presos, en solo 10 años ya tenía más de 1,600. En su peor momento en sus 80 años de historia, Oso Blanco llegó a tener 5,000 presos.

En ese momento crítico, había seis presos en una celda diseñada para dos reos, de apenas seis pies por nueve, o más pequeño que algunos "walking closets". Algunas de esas celdas hoy día tienen dibujos de diversas imágenes, desde mujeres desnudas hasta el símbolo de meditación. En otras paredes de la cárcel hay imágenes religiosas.

"Pida permiso para entrar, gracias", dice otra celda.

La infraestructura del centro penal no estaba diseñada para acomodar tanta gente, y el servicio de agua era tan deficiente, que había presos accedían a dormir en el pasillo para asegurarse de ser de los primeros en bañarse.

Además, están las historias de horror. Fernando Fagundo, asesor del proyecto, contó que en los peores momentos del complejo carcelario, algunos reos mataban a otros presos, los picaban en pedazos y lanzaban los restos por la tubería.

Curiosamente, la arqueóloga ofreció una particular respuesta a la pregunta de qué le sorprendió de la cárcel. "No había alimañas. El patio estaba a 8 pies de altura, pero no había ni una sola cucaracha, ni ratas, nada", aseguró.