Viajó por 50 países y este es el único al que no volvería: “Una especie de Disneylandia esterilizada”
Aunque reconoció su belleza arquitectónica también le hizo una crítica a este país.
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Viajar y explorar nuevos destinos es uno de los mayores placeres de la vida que muchas personas anhelan. Romper con la rutina y disfrutar de unas merecidas vacaciones puede ser una excelente forma de recargar las energías necesarias.
Cada vez son más los individuos que adoptan el viajar por el mundo como estilo de vida. Esta tendencia podría estar impulsada por el acceso global a la información, la flexibilidad laboral y el creciente deseo de explorar nuevos lugares, lo cual ha ganado gran popularidad en los últimos años.
Algunos lo hacen por trabajo, otros por pasión y adquirir nuevas experiencias y muchos piensan que el mundo es demasiado vasto y que merece ser descubierto.
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Viajar a diferentes países, ya sea por motivos personales o profesionales, ofrece experiencias únicas, desde conocer su historia y tradiciones hasta disfrutar de su gastronomía, lo que convierte el viaje en algo inolvidable. Sin embargo, en ocasiones, hay lugares que no son del agrado de todos.
Esta es la historia de la periodista irlandesa Alice Murphy, quien a sus 31 años ha visitado 55 países en los cinco continentes y solamente a uno no regresaría, porque se llevó una mala vivencia.
Según su relato para el medio Metro, Murphy sintió desde pequeña una profunda curiosidad por explorar el mundo en su totalidad. Este amor nació después de que sus padres le regalaran un globo terráqueo.
Su fascinación por conocer nuevos lugares se ha visto reflejada en todos aquellos países que ha tenido la oportunidad de visitar, pero hay uno que dice que jamás volvería a pisar y se trata de Catar.
“El silencio fue la primera pista de que Doha no era mi tipo de ciudad, las calles estaban desiertas. Bajando por los anchos bulevares de la capital del estado del Golfo (Pérsico) había filas de coches de lujo, Rolls Royce customizados y Maseratis rojo cereza reluciente bajo el sol arábico. Pero, aparte de ellos, las aceras están vacías, porque nadie camina por las calles de Catar”, comentó la periodista.
Para ella fue una sorpresa lo que estaba viendo, por lo que se acercó a un camarero para preguntarle si nadie caminaba por la ciudad. Su respuesta la dejó algo anonadada, ya que le dijo: “¿para qué caminar si se puede conducir?”.
Para Alicia, la cultura de este país está centrada en la conducción y esto hace que las ciudades tengan una atmósfera casi clínica. “Un mar desierto de rascacielos con escasa vida a su alrededor”.
Las únicas personas que había a su alrededor eran ella y su pareja, y los trabajadores de las construcciones, los cuales tenían la cabeza cubierta para protegerse del inclemente Sol.
Cuando visitó Souk Wakif, un mercado tradicional que es uno de los mayores atractivos de la ciudad, Alice pensó que sería algo diferente porque sus calles y callejones datan del siglo XIX, pero se encontró con una situación similar.
“Han sido tan modernizados que parecen una especie de Disneylandia esterilizada. Le falta un poco de alma”, explicó en su artículo.
Decepcionada de la capital, se trasladó a Lusail, la segunda ciudad más poblada del país y a pesar de quedar a 20 kilómetros ella no sintió la diferencia entre la una y la otra.
“Las ciudades se encuentran tan cerca entre sí que es casi imposible distinguir el final de una y el comienzo de la otra” agregó.
Algo que si la dejó un poco deslumbrada fue la Torre de Katara, un enorme edificio imponente con la forma de cimitarras cruzadas.
“La opulencia es extraordinaria, con sus cuadrados de oro de 18 quilates introducidos en las paredes y el candelabro más grande del mundo de 56 metros de alto brillando sobre ti. Si quieres ser deslumbrado, este es tu sitio”, añadió Murphy.