Santa Cruz de La Palma (España). Los vecinos de los núcleos más cercanos al nuevo volcán que emergió este domingo en Cabeza de Vaca, en La Palma (archipiélago español de las Canarias), han pasado de la expectación que genera un espectáculo natural de semejantes proporciones a la desolación de contemplar cómo la lava sepulta “el trabajo de toda una vida”.

Desde la población de Tajuya, en el municipio palmero de El Paso, se observa claramente la erupción y cómo corre la lava por una ladera que está siendo transformada por el material volcánico que no para de emerger por el cono del volcán.

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Pero, sobre todo, se oye un rugido enorme, “como si de un batallón de aviones de combate se tratara”, afirma una vecino del pueblo.

Lo que para unos representa una experiencia única, para otros se está convirtiendo en una pesadilla, una tragedia personal, porque han perdido sus propiedades o tienen la certeza de que van a perderlas. No hay nada que pueda frenar el avance de la lava.

Desireé es una vecina de Todoque, el barrio al que se dirige la colada y teme el daño que pueda sufrir su vivienda.

Ella es de las que mira con desagrado al volcán. Le molesta el estruendo, no le ha dejado dormir en toda la noche.

Lo de menos es el ruido. Desirée pudo poner a salvo a sus animales el domingo, pero tiene miedo por su casa, porque sabe que “cientos” de viviendas han sido arrasadas.

“Es mi casa de toda la vida”, señala a Efe. “Esto no es fácil, nada fácil”, continúa.

Algunos vecinos desalojados se encuentran en la plaza de la ermita local de San Martín de Porres, que se ha convertido en un mirador privilegiado del volcán, pero no quieren hablar y esperan, angustiados, noticias sobre si sus propiedades se han visto afectadas.

La mayoría ha encontrado acomodo en casas de parientes y amigos porque “aquí todo el mundo se conoce y se ayuda”.

Arantxa vive en una zona agrícola del municipio de Los Llanos de Aridane y, aunque no la han evacuado, está nerviosa, “con la maleta preparada”.

Está muy preocupada, porque la lava sepulta campos y casas. “Se carga (destruye) fincas enteras”, ha lamentado esta mujer, que se pregunta cómo quedarán esas tierras cuando se detenga el volcán.

Además, apunta que muchas de esas casas son de “autoconstrucción” y buena parte no tienen seguro. Si bien reconoce que las administraciones públicas hacen lo que pueden, “no hay fórmulas mágicas”, recuerda.

Mientras, la erupción continúa y la lava se desplaza ladera abajo. Ya ha atravesado la carretera y continúa su camino hacia la costa, donde se espera que llegue esta tarde-noche local.

A los costados de la colada, se observan numerosos focos de fuego, que van quemando los alrededores.

Otro de vecino de la zona, que vivió la erupción del volcán del Teneguía hace cincuenta años también en La Palma, subraya que aquella tuvo mayores proporciones, pero llama la atención sobre otra cosa: este volcán puede provocar estragos más graves.

“No había tanto peligro”, le apostilla otra lugareña, que también presenció la erupción de 1971. Eso sí, recuerda que entonces las cenizas llegaron incluso al otro extremo de la isla.

Mientras los vecinos contemplan el volcán, un helicóptero sobrevuela la zona, para tomar imágenes y obtener nuevos detalles sobre la evolución de la colada.

De momento, la lava ya ha cambiado el paisaje. Donde antes había pinos y montebajo, ahora hay varias cimas humeantes, formadas por el material expulsado por el volcán.