ROMA. El Vaticano expulsó el miércoles al fundador laico de un influyente movimiento religioso peruano, el Sodalicio de Vida Cristiana, tras más de una década de restar importancia a las acusaciones de abusos sexuales y psicológicos así como de corrupción financiera.

El decreto del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica ocurrió luego de que el papa Francisco ordenara en 2023 una investigación de alto nivel sobre el Sodalicio, por parte de los principales expertos en abusos sexuales del Vaticano. Las comisiones e investigaciones previas no habían logrado abordar plenamente los problemas del grupo.

Según el decreto, publicado en el sitio de internet de la Conferencia Episcopal Peruana, Francisco dio su autorización explícita para expulsar a Luis Fernando Figari del movimiento, a pesar de que el derecho canónico no cubría con precisión su presunta mala conducta.

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El comportamiento de Figari era “incompatible y por lo tanto inaceptable en un miembro de una institución de la Iglesia, así como por causa de escándalo y grave daño al bien de la Iglesia y de cada uno de los fieles”, indica el decreto. Su expulsión restablecería la justicia perjudicada por el comportamiento de Figari “a lo largo de muchos años, así mismo para proteger en el futuro el bien individual de los fieles y de la Iglesia”, señala el decreto.

Figari fundó el Sodalicio en 1971 como comunidad laica para reclutar “soldados para Dios”. Fue una de varias sociedades católicas nacidas como reacción conservadora al movimiento de la Teología de la Liberación, de tendencia izquierdista, que recorrió América Latina a partir de 1960. En su apogeo, el grupo contaba con unos 20,000 miembros en Sudamérica y Estados Unidos. Su influencia en Perú fue enorme.

Las víctimas de los abusos de Figari se quejaron a la Arquidiócesis de Lima en 2011, aunque otras denuncias contra él datan del año 2000. Pero ni la iglesia peruana ni la Santa Sede tomaron medidas concretas hasta que en 2015 una de las víctimas, Pedro Salinas, —junto a la periodista Paola Ugaz— escribió un libro llamado “Mitad monjes, mitad soldados” en el cual detalló las prácticas del Sodalicio.

Más tarde, el Sodalicio encargó una investigación externa que concluyó que Figari era “narcisista, paranoico, degradante, vulgar, vengativo, manipulador, racista, sexista, elitista y obsesionado con las cuestiones sexuales y la orientación sexual” de los miembros del movimiento.

La investigación externa, publicada en 2017, descubrió que Figari sodomizaba a sus reclutas y los obligaba a acariciarlo a él y entre ellos. Le gustaba verlos “experimentar dolor, incomodidad y miedo” y los humillaba delante de otros para aumentar su control sobre ellos, de acuerdo con el informe.

Aun así, la Santa Sede se negó a expulsar a Figari del movimiento en 2017 y se limitó a ordenarle que viviera apartado de la comunidad del Sodalicio en Roma y cesara todo contacto con ella. Al parecer, el Vaticano estaba atado de pies y manos por el derecho canónico, que no preveía tales castigos para los fundadores de comunidades religiosas que no fueran sacerdotes.

Salinas calificó la expulsión como una buena noticia. “Espero que sea el inicio de otras más importantes que culminen con la supresión de esta secta de características mafiosas”, dijo a The Associated Press.

No queda claro si se tomarán más decisiones sobre el Sodalicio, que controla importantes intereses económicos.

Sin embargo, la expulsión del miércoles pone en tela de juicio la propia fundación y continuidad del Sodalicio, ya que este tipo de movimientos religiosos siempre están estrechamente ligados a su fundador y a la inspiración original para el grupo.

En un comunicado el Sodalicio se distanció el miércoles de Figari e indicó que agradecía “con filial adhesión” la decisión de expulsarlo e insistía en que el grupo se encuentra en un proceso “de renovación”.

“Figari es el fundador histórico del Sodalicio de Vida Cristiana, pero no es un referente espiritual para nuestra comunidad”, indica el comunicado del superior general, José David Correa González. “Queremos seguir trabajando para que este don esté al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”, dijo.

Este sentimiento es similar al que defiende la orden religiosa los Legionarios de Cristo. En 2010, la Santa Sede optó por someter a la orden mexicana a un proceso de reforma por mandato vaticano, en lugar de suprimirla, tras determinar que su fundador, el reverendo Marcial Maciel, era un pederasta, drogadicto y estafador religioso que creó un movimiento de culto para ocultar su doble vida.

La expulsión de Figari es la segunda medida personal de Francisco después de que los investigadores de abusos del Vaticano —monseñor Jordi Bertomeu y el arzobispo Charles Scicluna— regresaran de Perú el año pasado.

En abril el pontífice aceptó la renuncia de un miembro del Sodalicio, el arzobispo de Piura, José Eguren, quien había demandado a Salinas y a Ugaz por sus informes sobre el movimiento. Además de los propios abusos de Figari, sus reportajes habían sacado a la luz el presunto desalojo forzoso de campesinos de tierras de la diócesis de Eguren por parte de un promotor inmobiliario vinculado con el Sodalicio.

En declaraciones a la AP, Ugaz calificó la decisión de expulsar a Figari de “importancia capital” ya que expuso cómo la iglesia peruana —con “excepciones valiosísimas” como el arzobispo de Lima, Carlos Castillo; el cardenal Pedro Barreto y el obispo Reynaldo Nann— “no hizo nada para escuchar a las víctimas que desde el 2000 denunciaban al Sodalicio”.

Ugaz añadió que la expulsión debería servir de lección a las organizaciones eclesiásticas que se enriquecieron gracias a los privilegios especiales de la iglesia en Perú “y quizás sirva para darles una reparación a sus víctimas”.

El movimiento religioso ha declarado en el pasado que estaba colaborando con la investigación vaticana. Ha citado a Figari diciendo que es inocente, pero ha calificado de verosímiles las acusaciones publicadas en el libro “Mitad monjes, mitad soldados”.