María Genara Gómez tiene 25 años de vivir entre las tumbas del cementerio municipal de Concepción de Ataco, en Ahuachapan Centro. Como ella, un total de 14 personas más, todos de la misma familia, viven en el camposanto. Sus viviendas construidas con madera, lámina (zinc) y plástico están rodeadas de cientos de tumbas.

Estas personas afirman que vivir en el cementerio es como residir en cualquier otro lugar y dicen no sentir miedo. Las mujeres de la familia subsisten de la crianza y venta de aves; y los tres hombres se dedican a trabajar en fincas de la localidad.

La familia aseguró que en el lugar donde residen había una galera que fue utilizada en los años 80 y parte de los 90 para recibir a los muertos antes de ser sepultados. Comentaron que con el paso del tiempo el lugar ya no era muy utilizado, por lo que ante la necesidad de una vivienda se ubicaron en el sitio.

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“Era una galera, pero tenía una parte de bloques (de concreto) y mi papá le solicitó al alcalde de ese momento que nos diera esa parte para vivir, porque donde vivíamos de colonos nos sacaron, le dieron 15 días para desalojar, por eso buscó refugio en este lugar, pero costó que nos dieran el permiso”, recordó María Marta Gómez, hermana de Genara.

Los Gómez afirman que cuidan y respetan las tumbas, y que cada 2 de noviembre las familias de las personas enterradas en los nichos más cercanas a sus casas llegan a enflorar a sus seres queridos y nunca les han hecho reproches.
Los Gómez afirman que cuidan y respetan las tumbas, y que cada 2 de noviembre las familias de las personas enterradas en los nichos más cercanas a sus casas llegan a enflorar a sus seres queridos y nunca les han hecho reproches. (La Prensa Gráfica / GDA)

La familia aseguró que llevan una vida normal en el cementerio, realizan todas sus actividades diarias y que hasta los cuatro niños de la familia juegan con tranquilidad entre los nichos.

“Hasta el momento a los niños no les ha pasado nada, ellos juegan y duermen tranquilos a pesar que es un cementerio”, dijo Vanesa Martinez, mamá de tres de los menores de edad.

Sin embargo, los Gómez no niegan que en algunas ocasiones han escuchado ruidos raros y llantos en el cementerio, por lo que se abstienen de salir de sus viviendas entrada la noche.

“A veces hemos escuchado el llanto de un bebé, pero creemos que es porque hay gente que se dedica a sacar la ropita o juguetes de algún niño recién enterrado. Antes cuando la gente cambiaba la cruz de madera por una de cemento nos la llevábamos para la casa para leña, pero en la noche se oían ruidos, se escuchaba como que alguien tocaba la puerta y al abrir no era nadie, y al sacar la cruz ya dejaban de tocar, entonces entendimos que la reclamaban”, narró Vanesa.

Agregó, que a veces después de un entierro se oyen voces y llantos, pero consideró que es normal porque quedan los ecos en el cementerio.

Vanessa relató que cuando alguien reemplazaba la cruz de madera de una tumba por una de cemento, se llevaban la de madera para usarla como leña, pero en la noche escuchaban ruidos raros, por lo que descartaron esa práctica.
Vanessa relató que cuando alguien reemplazaba la cruz de madera de una tumba por una de cemento, se llevaban la de madera para usarla como leña, pero en la noche escuchaban ruidos raros, por lo que descartaron esa práctica. (La Prensa Gráfica / GDA)

Los Gómez afirman que cuidan y respetan las tumbas, y que cada 2 de noviembre las familias de las personas enterradas en los nichos más cercanas a sus casas llegan a enflorar a sus seres queridos y nunca les han hecho reproches.

“Las familias nunca nos han dicho nada, al contrario, nos agradecen porque nosotros mantenemos limpio alrededor de los nichos. Hay gente que viene a llevarse las flores o incluso material de construcción, pero nosotros respetamos mucho lo que está en el camposanto”, dijo Genara.

No obstante, agregaron que podrían ser desalojadas del cementerio, ya que la alcaldía municipal les ha dicho que necesitan el espacio que ocupan para la construcción de más tumbas; aunque les prometieron que los ayudarán con una vivienda digna.

“Lo que realmente nos asusta es quedarnos sin un lugar donde vivir, las casas que tenemos están dañadas y en cualquier momento pueden salir volando los techos, mi ranchito todo es de lámina y madera, con las tormentas que hubo se nos metió toda el agua y se mojaron las camas y la ropa de los niños, y ahora con lo que nos han dicho de la alcaldía, estamos preocupados”, dijo Vanesa.

Fuentes municipales dijeron que se encuentra en proceso la ayuda para la familia Gómez Martínez, y que al confirmar que hay un proyecto habitacional donde ubicarlos se llevará a concejo para su aprobación, aunque aclararon que aún no hay una fecha de desalojo.