Polonia ha recibido ya a medio millón de refugiados ucranianos en su tránsito hacia otros países de la Unión Europea (UE), mientras autoridades y la sociedad civil se organizan para darles acogida, como el Hotel Duet de Chelm, un negocio familiar a pocos kilómetros de la frontera ucraniana que ofrece un lugar para comer gratis y recibir asistencia médica, legal y psicológica.

Este establecimiento, a pocos kilómetros de la frontera ucraniana, se ha convertido con el aluvión de refugiados por la guerra en su país en lugar para comer gratis y para recibir asistencia médica, legal y psicológica.

Todo empezó con un mensaje publicado en las redes sociales del hotel, donde su dueña, Alicja Brzozowska, anunció su decisión de organizar la recepción y distribución de ayuda a refugiados desde su establecimiento.

En cuestión de horas, explicó a Efe este miércoles, recibió no solo paquetes de comercios locales y de vecinos de Chelm, sino también la llamada de gente dispuesta a ayudar desde sitios tan lejanos como Holanda o Alemania.

A los donativos siguieron los ofrecimientos de voluntarios como intérpretes de ucraniano, un psicólogo, un médico y hasta una peluquera.

Todos ellos prestan su ayuda desinteresada y, tras la decisión de la señora Brzozowska de alojar gratuitamente a quien lo necesite, han terminado por convertir el Hotel Duet en casi una embajada humanitaria para refugiados.

Lo ocurrido en este lugar simboliza perfectamente la espontánea y emotiva reacción del pueblo polaco a la oleada de refugiados llegada de su país vecino, con el que comparte lazos culturales e históricos.

“Damos ayuda, pero también la necesitamos”, cuenta la dueña del hotel mientras abre cajas de pañales donados por una farmacia cercana.

“Al dedicar el hotel exclusivamente a los refugiados, hemos incurrido en pérdidas económicas que por ahora no son importantes, pero con el precio de la calefacción y otros gastos, serán preocupantes si nadie nos apoya”.

En el establecimiento, según pudo comprobar Efe, no se admiten donativos de dinero en metálico y en su lugar se indica una cuenta bancaria adonde dirigirlos.

La dueña se queja de que, hasta ahora, no ha recibido promesas de ayuda por parte de ninguna institución, pero asegura que eso no va a detenerla en su empeño: “porque es necesario y ya está. Mire”, dice abriendo los brazos para mostrar la cola de personas que se extiende más allá de la puerta del hotel.

Continúa el flujo de refugiados en varios trenes diarios

Situada a unos 30 kilómetros de la frontera con Ucrania, Chelm es una de las principales ciudades en la ruta que une a Kiev con Varsovia, y a su estación de ferrocarril llegan cada día desde Ucrania tres o cuatro convoyes, cada uno con más de 1,000 personas que escapan de la guerra.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), podrían llegar a ser cinco millones los ucranianos que salgan de su país por la guerra, la gran mayoría de ellos por Polonia.

Todas las instalaciones del Hotel Duet están a disposición de los refugiados, desde las habitaciones, que son atendidas y limpiadas a diario, como cuando se dedicaban a clientes, como el comedor, la lavandería y un bufé de 24 horas.

Una parte del comedor se ha habilitado como jardín de infancia donde los hijos de los refugiados, que en su mayoría son mujeres, son atendidos y tienen juguetes a su disposición.

El personal habitual del establecimiento se ha prestado a hacer horas extras sin cobrar y el cansancio es visible en sus rostros.

Al aparcamiento, abarrotado de coches con matrícula ucraniana pertenecientes a familias recién llegadas y un autobús procedente de Leópolis, no paran de llegar vecinos con bolsas de supermercado llenas de alimentos o paquetes de ropa.

En el comedor, mientras algunos adultos miran las noticias de la guerra en la televisión, Bogdan, un niño ucraniano de seis años, va por las mesas para enseñarles el hámster que guarda en un gran tarro de cristal.

Yulia, una madre de dos niñas ucranianas de Kiev, se emociona al recordar las circunstancias de su huida de Ucrania, y afirma que si no hubiese decidido salir de allí en seguida -partió el viernes-, probablemente ahora estaría atrapada y sin posibilidad de llegar a Polonia.

Nadie toma más de lo que necesita, y mientras las mantas, leche en polvo y comida para bebés se acumulan contra una de las paredes del hall, algunos refugiados preguntan si pueden echar una mano descargando paquetes de los coches.

Mariusz Adamiec, profesor de ruso en una escuela de Chelm, actúa como intérprete para los refugiados que solo hablan ucraniano y afirma a Efe que en estos días ha conocido “tantas historias tristes” que ya nunca volverá a ser el mismo.

“Nadie entiende cómo puede pasar algo así en el siglo XXI, y menos aún entre eslavos, porque todos: rusos, ucranianos, polacos... Somos eslavos”, cuenta.

Poco antes de estallar la guerra en Ucrania, Varsovia mostró su disposición a acoger a “un millón” de ciudadanos ucranianos en caso de que estallase un conflicto, que se unirían a los casi dos millones de nacionales de ese país que ya viven en Polonia según estimaciones no oficiales.

Según una encuesta publicada este miércoles en la prensa polaca, el 90% de la gente apoya la decisión de su Gobierno de aceptar refugiados ucranianos y el 64% asegura estar dispuesto a ayudar personalmente a estas personas con dinero, recursos o alojamiento.