Un día después de que el huracán Otis tocase tierra en Acapulco provocando inundaciones masivas y desatando saqueos, la ciudad turística de casi un millón de habitantes se sumió en el caos: los residentes no tienen electricidad ni internet mientras el número de víctimas sigue siendo incierto.

Las primeras imágenes y testimonios mostraban una enorme devastación, árboles derribados y líneas eléctricas sumergidas en aguas enlodadas que, en algunas zonas, que se extendían por kilómetros (millas). La destrucción demoró una respuesta integral por parte del gobierno, que aún estaba evaluando los daños a lo largo de la costa del Pacífico, y desesperó a los residentes.

Relacionadas

Muchos de los en su día elegantes hoteles a pie de playa de Acapulco parecían gigantes desdentados y destrozados un día después de que el huracán de categoría 5 reventó cientos — sino miles — de ventanas.

La frustración hacia las autoridades parecía generalizada. Aunque se movilizó a unos 10,000 soldados en la zona, no contaban con las herramientas para limpiar las toneladas de lodo y los árboles caídos de las calles. Cientos de camiones de la empresa eléctrica gubernamental llegaron a Acapulco a primera hora del miércoles, pero no sabían como restablecer el servicio mientras las líneas caídas estaban bajo metros (pies) de barro y agua.

La ciudad turística mexicana se sumió en el caos con residentes sin electricidad ni internet, inundaciones masivas, toneladas de lodo y saqueos en las tiendas.

Jakob Sauczuk se alojaba con un grupo de amigos en un hotel frente al mar cuando llegó Otis y contó que “nos tumbamos en el piso y algunos entre las camas (...) Rezamos mucho”.

Uno de sus amigos mostró a los reporteros imágenes de las azotadas habitaciones del hotel, que no tenían ventajas. Parecía como si alguien hubiese puesto la ropa, las camas y los muebles en una batidora, dejando un destrozo generalizado.

Sauczuk se quejó de que el hotel no les había ofrecido advertencia alguna ni un lugar en el que refugiarse.

Pablo Navarro, un trabajador automotriz que estaba alojado temporalmente en un hotel de primera línea, pensó que iba a morir en su cuarto en la 13ra planta.

“Yo me refugié en el baño y afortunadamente la puerta aguantó”, relató. “Pero había cuartos donde el viento tumbó las ventanas y la puerta”.

Navarro se quedó el miércoles en el exterior de una tienda de comestibles y artículos para el hogar cerca de la zona hotelera mientras cientos de personas sacaban del enlodado establecimiento desde paquetes de “hot dog” y papel higiénico, a televisores de pantalla plana, esforzándose para empujar los carros metálicos cargados hasta las calles embarradas.

“Aquí está fuera de control”, agregó.

Isabel de la Cruz, una residente en Acapulco, trataba de avanzar con un carrito cargado de pañales, fideos instantáneos y papel de baño.

Consideraba que era una oportunidad de ayudar a su familia tras perder el techo de hojalata de su casa y toda la documentación importante en el huracán.

“¿Cuándo la autoridades van a voltear a ver al pueblo?”, dijo.

Dentro de un establecimiento, los efectivos de la Guardia Nacional permitían que los saqueadores tomaran artículos perecederos como alimentos, pero hacían esfuerzos inútiles por impedir que se llevasen electrodomésticos, mientras que en el exterior algunos cargaban refrigeradores sobre taxis.

Las autoridades tardaron casi todo el miércoles en reabrir parcialmente la principal carretera que conecta Acapulco con la capital del estado, Chilpancingo, y la Ciudad de México. Esto permitió la llegada de docenas de vehículos de emergencias, personal y camiones con suministros.

Los aeropuertos comercial y militar de la ciudad presentaban demasiados daños como para reanudar los vuelos.

Acapulco Diamante, una zona a pie de playa repleta de hoteles, restaurantes y otras atracciones turísticas, parecía sumergida casi por completo en unas imágenes grabadas por drones y publicadas en internet por Foro TV el miércoles por la tarde, con avenidas y puentes totalmente ocultos bajo un enorme lago de agua marrón.

Los edificios grandes tenían las paredes y los tejados total o parcialmente arrancados. Paneles solares desprendidos, autos y escombros cubrían el vestíbulo de un hotel especialmente afectado. La gente caminaba con el agua a la altura de la cintura en algunas zonas, mientras que en otras con menos agua, los soldados sacaban las hojas de palma caídas y los escombros del pavimento.

El miércoles en la noche, la ciudad se sumió en la oscuridad. No había servicio telefónico, pero algunos pudieron usar teléfonos satelitales prestados por Cruz Roja para avisar a sus familias de que estaban bien.

Alicia Galindo, una estilista de 28 años de San Luis Potosí, en el centro del país, fue una de las afortunadas que recibió una llamada. Sus padres y su hermano se alojaban en el Hotel Princess para asistir a una conferencia internacional sobre minería cuando Otis tocó tierra en la ciudad en la madrugada del miércoles con vientos de 270 kilómetros por hora (165 millas por hora).

Le contaron que la peor parte había sido entre la 1:00 y las 3:00 de la madrugada, cuando “empezaron a caerse las ventanas, romperse pisos, volar colchones, se cayeron puertas, se rompieron paredes, quedaron así al vacío, literal”, relató en una entrevista telefónica con The Associated Press. Por suerte, salieron ilesos, añadió.

Pero Galindo seguía sin saber nada de su novio, quien asistía a la misma conferencia pero se hospedaba en otro hotel.

Otis tomó a muchos por sorpresa el martes cuando pasó rápidamente de tormenta tropical a huracán de máxima categoría en su avance hacia la costa.

“Una cosa es que un huracán categoría 5 toque tierra cuando esperas un ciclón fuerte, pero que ocurra cuando no esperas que sea grave, es una pesadilla”, dijo Brian McNoldy, investigador de huracanes de la Universidad de Miami.

Las regiones de Costa Grande, Acapulco y Técpan se vieron muy afectadas por el azote del meteoro, indicó el presidente, Andrés Manuel López Obrador, el miércoles por la mañana, agregando que las condiciones eran tan malas que la comunicación con la zona se había perdido “por completo”.

Más tarde en el día, la cadena de televisión Milenio publicó imágenes de López Obrador tratando de llegar a la ciudad por tierra, en algunas partes incluso caminando. Pero no estuvo claro de inmediato si lo logró.

Acapulco está al pie de escarpadas montañas donde conviven casas de lujo y vecindarios muy pobres con impresionantes vistas al Pacífico. En una época fue destino de estrellas de Hollywood por su vida nocturna, la pesca deportiva y los espectáculos de clavados en sus acantilados, pero en los últimos años ha sido tomada por el crimen organizado, lo que llevó a muchos de los turistas extranjeros a las aguas caribeñas de Cancún y Riviera Maya o a playas más al sur en el estado de Oaxaca.

López Obrador recordó que Otis fue un huracán más potente que Paulina, que arrasó partes de Acapulco en 1997 y dejó más de 300 muertos.