Rumanía honra a los muertos de la revolución que puso fin al comunismo en su país
Cerca de 1,200 personas fallecieron en esta revuelta que culminó el día de Navidad de 1989, con la ejecución del dictador Nicolae Ceausescu.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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Bucarest. Miles de rumanos honran este fin de semana la memoria de las cerca de 1,200 personas que murieron en la revolución de diciembre de 1989, que se saldó con la ejecución el día de Navidad del dictador Nicolae Ceausescu y puso fin a más de 40 años de comunismo en este país del este de Europa.
El principal acto de conmemoración ha tenido lugar este domingo ante el Monumento a los Héroes de la Revolución de Bucarest, donde protagonistas de la revuelta, ciudadanos anónimos y representantes públicos han participado en una misa en recuerdo de las víctimas de la represión contra los revolucionarios.
El monumento se encuentra en la Plaza de la Revolución, la misma desde la que Ceausescu huyó de Bucarest en helicóptero el 22 de diciembre de 1989 ante la llegada al centro de la ciudad de grupos de trabajadores de las afueras que se unían a las protestas contra el dictador.
Familiares, ciudadanos y políticos han participado este fin de semana en numerosos actos de este tipo en lugares como el Cementerio de los Héroes de la Revolución en Bucarest, la sede de la televisión rumana y otros puntos en que murieron ciudadanos por los disparos de las fuerzas de Ceausescu.
Además, la Iglesia Ortodoxa Rumana ha oficiado misas dedicadas a los muertos en la revolución en templos de toda Rumanía, un país de abrumadora mayoría ortodoxa.
La revolución rumana comenzó el 16 de diciembre de 1989 en la ciudad de Timisoara, cuando una concentración de apoyo a un religioso evangélico húngaro represaliado por el régimen se transformó en una protesta contra la dictadura.
Pese a que decenas de personas murieron en la represión, las protestas se extendieron a otras ciudades y llegaron a Bucarest el 21 de diciembre.
Un día después, la presión popular obligó a huir en helicóptero a Ceausescu, que fue poco después detenido por un Ejército que se había unido a la sublevación, y fusilado el día de Navidad tras un juicio sumarísimo.
Pese a que Ceausescu perdió el poder el 22 de diciembre, los disparos en las calles continuaron hasta su fusilamiento.
Francotiradores anónimos siguieron disparando contra militares y civiles que defendían puntos estratégicos controlados por la nueva autoridad.
Según la tesis más aceptada, los francotiradores eran fuerzas especiales leales a Ceausescu que se resistían al cambio de régimen.
El expresidente Ion Iliescu y otras dos personas del grupo dirigente que tomó el poder el 22 de diciembre están acusadas de "crímenes contra la humanidad" por haber fomentado un supuesto clima de "caos" y "psicosis terrorista" que contribuyó a la muerte de 800 personas entre el 22 y el 25 de diciembre.