El pasado lunes 19 de septiembre se llevó a cabo la ceremonia para darle el último adiós a Isabel II, quien gobernó en la monarquía británica por 70 años. La despedida, tras lo actos públicos, se realizó de manera privada para su familia en la Capilla Conmemorativa del rey Jorge VI en Windsor.

El féretro en el que descansa eternamente la monarca fue sellado con plomo, un metal pesado, y llevado por ocho soldados en el recorrido que se realizó en diferentes lugares antes de su entierro.

De tantas curiosidades que trajo el suceso, una de los más llamativos era lo que la Reina se llevó consigo a la tumba, pues muchos aseguraban que se trataba de objetos valiosos y significativos para ella.

Sin embargo, los objetos no fueron estrambóticos como muchos creían, pues fuentes cercanas a la familia real aseguraron que Isabel II solo fue enterrada con su anillo de bodas, hecho en oro galés y, junto a este, un par de pendientes de perlas.

Pese a diferentes rumores respecto a las comodidades y supuestos caprichos de la anterior monarca, hay quienes aseguran que ella ha sido sepultada con menos accesorios y objetos de valor, en comparación a sus parientes.

Como ejemplo, está el caso de la reina Victoria, quien fue enterrada con la bata de su marido, un molde de su mano, un mechón de pelo y una fotografía de su sirviente favorito, con el que se rumoreaba que tuvo una relación romántica.

Por consiguiente, entre las pertenencias de Isabel que se quedaron fuera de su ataúd, además de su corona -hecha con casi 3000 diamantes y docenas de otras joyas-, estaba el orbe, el cual era otro de los símbolos de poder.

Por tanto, las dudas de quienes preguntaban cuánta fortuna podía haberse llevado la británica para acompañarla en la eternidad quedan resueltas al saber que solo decidió llevarse su anillo de bodas y unas cuantas perlas.