Kahramanmaras, Turquía. Seis personas fueron rescatadas este viernes en la mañana en la ciudad turca de Iskenderun tras pasar 101 horas entre las ruinas de un edificio que se vino abajo luego de un potente sismo a principios de semana.

Los seis, todos miembros de una misma familia, sobrevivieron apiñándose en un pequeño espacio que quedó dentro de la estructura derrumbada, dijo el rescatista Murat Baygul.

Además, un adolescente fue sacado prácticamente ileso de entre los escombros de un edificio derrumbado en la ciudad turca de Gaziantep de madrugada.

Los rescates de las últimas horas contradecían la realidad de que las posibilidades de encontrar muchos más sobrevivientes cuatro días después del catastrófico sismo que se ha cobrado decenas de miles de vidas se desvanecían rápidamente.

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El terremoto de magnitud 7.8 remeció la región fronteriza entre Turquía y Siria, donde viven más de 13.5 millones de personas, y mató a más de 20,000. Los cadáveres yacían envueltos en mantas, alfombras y lonas en las calles de algunas ciudades ante la saturación en morgues y cementerios.

Antes del amanecer, los operarios en Gaziantep, cerca del epicentro del sismo, rescataron a Adnan Muhammed Korkut del sótano donde estaba atrapado desde el temblor del lunes. El joven, de 17 años, sonrió a la multitud de familiares y amigos que corearon su nombre, aplaudieron y lloraron de alegría mientras lo sacaban y lo colocaban en una camilla.

“Gracias a Dios que han llegado”, dijo, abrazando a su madre y a otros que se acercaron a él para besarlo y abrazarlo de camino a la ambulancia. “Gracias a todos”.

Las imágenes conmueven al mundo.

Atrapado durante 94 horas, aunque no estaba aplastado, el adolescente dijo que se vio obligado a beber su orina para saciar la sed.

“Así pude sobrevivir”, añadió.

“Tengo un hijo como tú”, le dijo una rescatista, que se identificó solo como Yasemin, tras darle un cálido abrazo. “Te juro que llevo cuatro días sin dormir. Te juro que no he dormido; estaba intentado sacarte”.

La cifra de fallecidos por el terremoto, que el presidente de Tuqeuía, Recep Tayyip Erdogan, ha calificado como “el desastre del siglo”, rondaba las 21,000 personas, eclipsando las más de 18,400 víctimas mortales del registrado en 2011 ante la costa de Fukushima, en Japón, que provocó un tsunami, y a las 18,000 que se cree que perecieron en otro temblor cerca de Estambul, en 1999.

El dato, que seguramente seguirá aumentando, incluye más de 17,600 muertes en Turquía y más de 3,300 en una Siria devastada por la guerra civil. Decenas de miles de personas más resultaron heridas y muchas más se han quedado sin hogar.

Las imágenes aéreas revelaron la magnitud de la devastación, con vecindarios enteros de edificios altos reducidos a metales retorcidos, concreto pulverizado y cables expuestos.

Aunque los expertos sostienen que los atrapados podrían sobrevivir durante una semana o más, las posibilidades de encontrar sobrevivientes con unas temperaturas gélidas eran escasas. Mientras los equipos de emergencias y los familiares, presas del pánico, buscan entre los restos, encontrando ocasionalmente a algunos con vida, la atención comenzaba a centrarse en la demolición de las estructuras inestables.

En Kahramanmaras, la ciudad más próxima al epicentro, un centro deportivo del tamaño de una cancha de baloncesto funcionaba como morgue improvisada para acomodar e identificar a los cadáveres.

Aunque las tareas de rescate continuaban, estaba claro que muchas de las personas atrapadas entre las ruinas estaban ya muertas. Se pudo escuchar a un socorrista diciendo que su estado psicológico estaba empeorando y que el olor a muerte se estaba volviendo insoportable.

En el noroeste de Siria, los primeros camiones de ayuda de Naciones Unidas procedentes de Turquía llegaron a territorios controlados por los rebeldes en una muestra de la dificultad de socorrer a los residentes de la zona.

En la ciudad turca de Antakya, decenas de personas se congregaron ante un camión que distribuía abrigos para los niños y otros suministros.

Un sobreviviente, Ahmet Tokgoz, pidió al gobierno que desaloje a la gente de la región. Muchos de los que perdieron su casa se refugiaban en tiendas de campaña, estadios y otros alojamientos temporales, pero algunos han tenido que dormir a la intemperie.

“No es posible vivir aquí, especialmente con este frío”, dijo. “Si la gente no ha muerto por estar atrapada bajo los escombros, morirá de frío”.

El clima invernal y los daños en carreteras y aeropuertos han dificultado la respuesta. En Turquía, algunos se han quejado de la lentitud de la respuesta gubernamental, una percepción que podría afectar Erdogan, que enfrenta una dura batalla por su reelección en mayo.

En los últimos dos días, el mandatario ha visitado varias de las ciudades afectadas.

La agencia turca de manejo de emergencias explicó que en las tareas de rescate participaban más de 110,000 efectivos y más de 5,500 vehículos como tractores, grúas, excavadoras y retroexcavadoras. El Ministerio de Asuntos Exteriores dijo que 95 países ofrecieron ayuda.