Puerto Príncipe. El principal aeropuerto internacional de Haití reabrió el lunes por primera vez en casi tres meses, luego que la violencia entre pandillas obligó a cerrarlo a inicios de marzo.

La reapertura del Aeropuerto Toussaint-Louverture en la capital Puerto Príncipe probablemente aliviará la escasez de medicinas y otros suministros básicos, ya que el principal puerto marítimo del país sigue paralizado.

Sin embargo, por ahora, la única aerolínea que está volando desde y hacia Puerto Príncipe es Sunrise Airways, una línea local. Se estima que hasta fines de mayo o inicios de junio las aerolíneas estadounidenses hagan lo mismo.

El primer vuelo programado fue uno de Sunrise Airways hacia Miami a las 2:30 de la tarde.

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Antes de la reapertura, el único aeropuerto de Haití que estaba funcionando era el de Cap-Haitien, sobre la costa norte del país. Sin embargo, era imposible llegar allí para los muchos que buscan huir del país ya que las vías que van de Puerto Príncipe hasta Cap-Haitien están controladas por pandillas que han disparado contra automóviles y autobuses.

Como resultado, el gobierno estadounidense evacuó a cientos de sus ciudadanos desde un vecindario montañoso en Puerto Príncipe, como hicieron muchas ONGs, mientras pandillas poderosas atacaban sectores de la capital.

Los ataques empezaron el 29 de febrero, cuando hombres armados tomaron cuarteles policiales, dispararon contra el aeropuerto de Puerto Príncipe y asaltaron las dos prisiones más grandes de Haití, soltando a más de 4.000 reclusos.

Desde entonces las pandillas han dirigido sus ataques a comunidades antes pacíficas, dejando a miles de personas desamparadas.

Más de 2,500 personas murieron o fueron heridas de enero a marzo, un aumento de más del 50% comparado con el mismo período del año pasado, según Naciones Unidas.

En el bar Couronne del aeropuerto el lunes, la gerente Klav-Dja Raphael daba la bienvenida a sus primeros clientes, asegurándoles rápido servicio para café, agua o la ocasional cerveza Prestige que pedían.

Pero detrás de la sonrisa, Raphael, de 43 años, sentía miedo.

“Estamos asustados porque todavía podrían atacarnos aquí”, dijo Raphael. “Tenemos que venir, es nuestro trabajo, pero tenemos miedo”.

Raphael recordó el día en que volaban las balas por el aeropuerto cuando fue atacado, obligándolo a cerrar por casi tres meses.

Si bien el aeropuerto le pagó un mes de sueldo, el resto del tiempo estuvo desempleada, dependiente de familiares y amigos. Está ansiosa por unirse a su hijo de 13 años, quien vive en Florida con su padre.